on sólo un manojo de palabras y dos juntas distintas (en una de ellas fue protagonista), Donald Trump soltó una impensada bomba de acción múltiple. Las reacciones no se han apegado al guion por él esperado. Aun así, las consecuencias del estallido han penetrado hasta la esencia misma del escuálido liderazgo político europeo. El estallido ocurrió en el mero centro de la ineficiente inercia en su manera de actuar –plegándose al paraguas atómico de Washington–. Ahí han estado, muy cómodos, durante décadas hasta que fueron despertados de sopetón. Haberlos ignorado en la reunión entre delegados de alto nivel para hablar sobre la guerra en Ucrania con Rusia los dejó en el desamparo total. Juntas de líderes de medio pelo van y vienen sin atar cabos en sus nuevas preocupaciones. Se sienten desamparados, les cortaron el cordón umbilical que, pensaban, los seguiría alimentando sin pagar por la comida y el bienestar obtenido.
Desde su primera presidencia, Trump exigió mayores pagos a la OTAN. Desoyeron el llamado y siguieron su bailes con amplias mesas y regalos. Ahora les llegó el segundo y el tercer avisos del cambio estratégico. Se insultó impunemente al ucranio en la Oficina Oval, dejándolo sin cartas para el juego de paz venidero.
A continuación, se le cortó el vital fluido de armas, dinero e inteligencia. Una fluida corriente, hasta ese momento, suministrada con relativa abundancia. Los europeos corrieron en pos del ofendido y desamparado ucranio. Le han dado abrazos por docenas y pretenden reconectarle el aire para que vuelva a sus giras internacionales acostumbradas. Le prometen lo necesario para que pueda defenderse del abusivo y feroz ruso que lo tiene arrinconado. Han lanzado un plan emergente de rearme europeo de gran alcance
: 900 mil millones de euros a varios años en el futuro. Recursos creados al vapor y no pagaderos.
Pero, hoy, poco alivio tendrán los combatientes en el campo, tanto en Kursk como en los linderos del ya conquistado Donbás. Batallas donde sufren la renovada envestida de los llamados invasores.
El centro del problema donde se ha metido el liderazgo europeo apunta a la definición de Rusia y lo ruso, como el enemigo que los quiere avasallar, conquistar. Tienen asentado, como cierto y terrible, el fantasma de un tirano (Putin) que no tendrá consideración alguna, hasta lanzarles sus temidos ejércitos y bombas hipersónicas. No pueden desprenderse de ese fantasma que los obliga a pensar una serie de repercusiones, a cual más de costosas y temidas. Francia, en voz de su belicoso presidente (E. Macron) les brinda el apoyo de su paraguas atómico: unas 300 ojivas. Se sumarían a las que posee Gran Bretaña. Muy lejos de las necesarias nueve o 10 mil, indispensables para armar un entente
frente a Rusia. Hasta hoy ha sido un horizonte imposible imaginar escenarios distintos a ese terror que los apabulla. Uno que calme el afán guerrero de líderes enclenques. No pueden plantear nuevos acuerdos que dibujen a Rusia como un miembro más de su actual ensamble común. Han podido convivir con inquietos y contradictorios gobernantes, como el húngaro y ultranacionalista Viktor Orban, que los pone de cabeza cada rato. Además de los furiosos países bálticos o el desatado polaco que llama a reservistas. Olvida este improvisado gobernante los horrores padecidos en su pasada historia. Plantear, desde Bruselas, al menos como un juego estratégico, emergentes soluciones distintas. Tal y como aquí se ha podido cohabitar con un gigante abusivo y dos complementarios auxiliares. Llegar a un acuerdo que funde una triple alianza ha sido muy difícil camino. Las diferencias en tamaño, culturas y organicidad social han podido sobrellevarse. El mismo presente de contradicciones, apañes y amenazas pone a prueba la integración ya alcanzada. Allá bien podrían intentar algo parecido que diera cabida a Rusia en su inestable unión para fortalecerla.
Es, en cambio, lo que Trump parece delinear en su acercamiento con Putin. Han sido, los estrategas gringos, simples testigos de los trabajos de complementariedad, en variados y numerosos campos, entre China y Rusia. Les han dejado crecer y consolidar su alianza, que ya afecta el panorama geopolítico actual. Trump intentará hacer negocios con Putin, de tal envergadura, que trastoque ese articulado dúo de actuales rivales que encontró como herencia de los demócratas. Lo logre o no dependerá de muchos factores, pero, al menos, lo dice y lo llevará a cabo iniciando con la posible paz ucrania. Sería, en efecto, todo un logro si llegan al final planteado. Las próximas semanas darán señales al respecto. Mientras esto ocurre, aquí, en México, se montó un mitin de proporciones que muestran la unión y respaldo ciudadano al gobierno de Sheinbaum. El ruido, los colores y las fotos llegaron, sin duda, a muchos lugares y oídos lejanos.