n reciente visita a la siempre grata ciudad de Mérida, Yucatán, para festejar el cumpleaños de la querida amiga Pancha
Reynaud, quien tuvo el acierto de comprar hace varios años una primorosa casita antigua en el centro, descubrimos varias novedades.
También conocida como La ciudad blanca, nos enteramos de que el apelativo no se debe al color de las construcciones –no es el prevaleciente–, sino al de la piel de sus habitantes.
Cuenta el cronista de la ciudad, Gonzalo Navarrete, que en sus difíciles guerras de conquista del Mayab contra los indios cocomes, en 1542, el español Francisco de Montejo finalmente pactó con su dirigente Nachi Cocom que los naturales se establecerían en Sotuta y Mérida quedaría sólo para los blancos
.
Recordamos la terrible Guerra de Castas de 1847, cuando los indígenas mayas se rebelaron contra las familias de mestizos y blancos
, cansados de la explotación y el maltrato de que eran objeto, particularmente en las haciendas henequeneras. La planta, también conocida como sisal, por la ciudad yucateca de ese nombre, de donde salían los cargamentos a otros países, se consideró el oro verde
por la enorme riqueza que producía a los hacendados.
Precisamente en lo que fueron los sembradíos de una hacienda henequenera, en un terreno de 59 hectáreas, rodeado de selva, el escultor Javier Marín erigió Plantel Matilde, una monumental construcción que recuerda un templo romano. Elevadas columnas de concreto, espejos de agua y generosos espacios son el marco perfecto para apreciar algunas de las cabezas colosales que caracterizan la obra del artista.
En las cercanías tiene una de sus obras la Fundación Javier Marín: el acompañamiento al taller comunitario Barrio de Sac Chich, en la pequeña comunidad de ese nombre. Ahí trabajan con talleres, como el de barro, donde la gente aprende a hacer cerámica. Le brinda también el acompañamiento para el tema administrativo y de comercialización, con lo que generan una fuente de ingresos económicos.
Después de recorrer el Plantel Matilde, se visita una tienda donde venden las obras que realizan, muchas de gran belleza. También hay rebozos y chales que fabrican artesanas de la localidad. El remate es una sabrosa comida yucateca casera en el centro comunitario, preparada por las mismas mujeres.
Recientemente, en estas páginas platicamos de un viaje a Uruapan, Michoacán, a donde fuimos a dar una conferencia en un sitio espectacular que también ha auspiciado la Fundación Javier Marín, la antigua fábrica textil San Pedro, ahora convertida en un centro cultural.
De regreso a Mérida, que combina su herencia ancestral con una modernidad creciente, vivimos la nostalgia de la pérdida de algunas tradiciones, como la trova que amenizaba las noches en la plaza Santa Lucía, que conserva buenos restaurantes, pero los tríos que cantaban las canciones de los grandes compositores yucatecos, como Guty Cárdenas, Ricardo Palmerín, Armando Manzanero y Pepe Domínguez, se han sustituido por cantantes que interpretan música contemporánea.
La plaza principal de Mérida se modernizó y el señorial palacio Montejo está en el abandono. Por suerte, la catedral de San Ildefonso se conserva intacta con su sobria belleza de piedra caliza color perla. Se dice que se construyó con piedras de la antigua ciudad maya de Thó; se comenzó en 1561 y se terminó en su totalidad 37 años después.
De acuerdo con el especialista Manuel Toussaint, la arquitectura del templo es del más puro estilo renacentista y pone de ejemplo su cúpula, inspirada en el modelo del Panteón Agripa en Roma.
Los cronistas de la época la describen con admiración. Fray Diego López Cogolludo menciona que lo material de esta Santa Iglesia Catedral es una de las más lucidas fábricas que hay en todos estos reinos de la Nueva España
. Por su parte, Francisco de Cárdenas Valencia escribe en 1618 que es el templo más lindo y vistoso que hay hoy acabado en las Indias, absolutamente hablando
.
Otra novedad fue la visita al Centro Cultural la Cúpula, que ocupa lo que fueron las caballerizas de una antigua hacienda, que se adaptaron maravillosamente para crear un centro de arte pluridisciplinar de intercambios internacionales.
El paseo concluyó con una deliciosa comida yucateca en el restaurante Habaneros, con los platillos clásicos: sopa de lima, poc chuc, cochinita pibil, queso relleno, frijol con puerco, relleno negro y demás sabrosuras de la región.