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Édgar Amador, Hacienda y la visión social
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ocos secretarios de Hacienda han enfrentado panoramas tan complejos como el que ahora le tocará transitar a Édgar Amador Zamora.

Su llegada a la titularidad de una de las posiciones más relevantes del gobierno de México no es una sorpresa, sino el reconocimiento de una trayectoria de eficiencia y compromiso con el servicio público.

De alguna forma, su nombramiento es también un mensaje sobre el empaque que tienen los egresados de la educación superior pública y en su caso como licenciado en Economía por la UNAM y maestro en la misma materia por El Colegio de México.

Amador Zamora es también un político, conoce de los salones del poder y de los enredos que suelen surgir en las diversas disputas por el control de los presupuestos o en la elaboración de los programas y proyectos.

Pero entre sus atributos se encuentra, justamente, el de no someterse a los delirios de las grillas y las intrigas y concentrase en las misiones que le son encomendadas.

Amador Zamora servirá al proyecto de la presidenta Claudia Sheinbaum, desde el entorno de la izquierda, pero con el añadido de las altas calificaciones técnicas para estar a la altura de los desafíos.

Michel Rocard, sabio socialista francés y ex primer ministro, solía decir que los presidentes de la República tienen dos facultades que resultan determinantes para la viabilidad de sus mandatos, los nombramientos y el gasto de los presupuestos públicos.

En este caso, la presidenta Sheinbaum atiende a los dos aspectos y de modo acertado, lo que seguramente le abonara de un apoyo esencial en la vorágine de esta época y que, en lo que a economía respecta, tiene en Donald Trump a un factor inquietante y explosivo.

En los hechos, la Secretaría de Hacienda, en su conformación actual, ya responde al diseño de la actual administración, con todo lo que ello implica.

Pero, además, Amador Zamora tendrá la responsabilidad de mantener los programas sociales y de generar condiciones para que fluyan las inversiones. Lo primero provendrá de la recaudación fiscal y lo segundo de la credibilidad y confianza que genere en los mercados. Por lo pronto, el anuncio de su llegada a la Secretaría de Hacienda fue bien recibido, porque lo conocen y, en ese sentido, tiene credenciales que lo avalan.

Fue secretario de Finanzas de la Ciudad de México, en la etapa de gobierno de Miguel Ángel Mancera, y de ese momento hay que destacar un logro nada menor: el manejo escrupuloso de los recursos, en un proyecto orientado al gasto social, pero también a la generación de un ambiente propicio para las inversiones.

Sí, lograr congeniar una ciudad capital abierta al mundo, con el engranaje suficiente para sostener programas de salud que visitaban casa por casa, apoyos a los niños y las niñas y un compromiso permanente con los adultos mayores.

La ciudad, en aquellos años, sufrió de problemas por el cambio en los modelos de la medición del aire y tuvo que sobreponerse a la tragedia mayúscula del terremoto de 2017.

En ambos casos, la labor de Amador Zamora resultó central para dar continuidad al funcionamiento de los servicios y para nunca perder el horizonte en la atención de las necesidades de la población.

En particular los efectos del terremoto significaron un grave daño, pero este se habría acentuado de no contar con los recursos necesarios para atender la catástrofe en lo inmediato.

Conviene señalar que se transitó de la manera adecuada, porque Amador Zamora es un funcionario práctico, que busca cómo hacer las cosas, que no se derrota con los laberintos de las burocracias y sus esquemas para complicar la toma de decisiones.

Puede sonar sencillo, pero no lo es, porque toda determinación de la Secretaría de Finanzas, y no se diga de la de Hacienda, tienen consecuencias inmediatas, buenas y malas.

De algún modo, es el tiempo de los economistas con visión social, de una tradición que rindió frutos en el pasado y que puede hacerlo en el presente.

*Periodista @jandradej