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Triunfo de México en unidad
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ras sostener una llamada telefónica con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, su homólogo Donald Trump anunció que los aranceles a las mercancías mexicanas se levantarán de inmediato y se aplazarán al próximo 2 de abril, cuando su gobierno anunciará los denominados aranceles recíprocos a todos los países con los que sostiene intercambios comerciales. Al explicar el significado de esta nueva postergación, la mandataria resaltó que implica el final de la amenaza arancelaria: en el marco del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), sus miembros no se cobran ninguna tarifa aduanera, por lo que no hay medidas de reciprocidad que imponer.

La Presidenta hizo notar que el cambio de parecer de Trump fue posible gracias a la convergencia de múltiples factores: la presión de los fabricantes de automóviles, el rechazo de empresarios estadunidenses, la caída de las bolsas de valores cuando anunció las tarifas, la relación de respeto y colaboración entre ambos, así como la buena relación construida con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Todo lo anterior es cierto, e incluso cabe sumar consideraciones geopolíticas como la inconveniencia de atacar a su principal socio comercial cuando el magnate pretende escalar su confrontación con China, la segunda mayor economía del planeta.

A lo anterior debe añadirse el trabajo de la mandataria y su gabinete para demostrarle a Trump que los argumentos esgrimidos en su chantaje arancelario carecen de cualquier sustento. Es llamativo, por ejemplo, que el republicano desconociera hasta ayer por la mañana las cifras de decomisos de fentanilo recopiladas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), una dependencia de su propio gobierno. De acuerdo con esa instancia, entre octubre de 2024 y febrero de 2025 las incautaciones realizadas por autoridades estadunidenses en la franja fronteriza cayeron 70 por ciento; 41 por ciento sólo entre el primer y segundo mes de este año. Con tales números, es imposible acusar a México de no hacer lo suficiente en materia de combate al narcotráfico, con lo que no sólo la derecha estadunidense pierde sus alegatos más virulentos, sino que las autoridades mexicanas refuerzan su postura en torno a la inviabilidad de clasificar como organizaciones terroristas a los grupos del crimen organizado.

Tampoco puede subestimarse la importancia de la unidad nacional en el éxito obtenido por el gobierno federal en las negociaciones. En este triunfo frente al trumpismo, la habilidad, diplomacia y firmeza de la figura presidencial y el profesionalismo de sus colaboradoras y colaboradores avanzaron de la mano con la tranquilidad que brinda a todo dirigente contar con el respaldo del 85 por ciento de la ciudadanía, un dato que contrasta con la aprobación de Trump en su país –47 por ciento a mediados de febrero–, tanto por la abismal distancia como porque las cifras de la presidenta Sheinbaum han subido desde su llegada a Palacio Nacional, mientras las del magnate cayeron en su primer mes completo en la Casa Blanca.

Por otra parte, es de justicia reconocer el compromiso de la clase empresarial, cuyas figuras más prominentes han cerrado filas con el gobierno federal para hacer frente a los amagos trumpistas. Tal actitud supone un cambio histórico ante el pasado de titubeos, dobles juegos e incluso sabotajes de la iniciativa privada a los actores gubernamentales que no respondían de manera directa a sus intereses. Esta nueva relación, que comenzó a forjarse en el sexenio anterior, indica que es posible la cooperación sin caer en la confusión de roles que marcó al periodo neoliberal.

Cabe reconocer, en suma, el notable trabajo de la mandataria y de su equipo para desactivar la amenaza y por el gran momento de consenso que vive la sociedad mexicana.