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La extrema derecha quiere educar al mundo
D

esde la década de 1990, Susan George hablaba de una derecha gramsciana que había encontrado en la guerra de las ideas un camino de construcción de hegemonía en la sociedad. Entonces, el neoconservadurismo estadunidense había echado mano de instituciones dedicadas a crear y difundir conocimiento orientado tanto a la política pública como al convencimiento de la población, las cuales se encargaron de difundir un paquete ideológico de mercado y conservadurismo social. Una de esas instituciones fue la Fundación Heritage, cercana a Ronald Reagan, quien impulsó una recaudación en su favor diciendo: Las ideas tienen consecuencias: la retórica es política y las palabras son acción.

Han pasado casi 30 años, y esa pretensión de hegemonía social conservadora, se muestra con la emergencia global de la nueva extrema derecha (NED), cuya operación internacional se ha consolidado mediante alianzas regionales y articulaciones globales. Recientemente, el cónclave Patriots en Madrid ha reunido a una alianza europea de partidos de extrema derecha que han lanzado una cruzada contra el wokismo, el fanatismo climático y el globalismo socialista. El trumpismo ha tomado el liderazgo en otra organización relevante de los tiempos de Reagan, la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). La membresía entre ambas estructuras se yuxtapone, así como también su agenda política, la cual, aunque con matices nacionales, comparte principios xenófobos, negacionistas del cambio climático, neoliberales y anticolectivistas. Estas formaciones han mostrado explícitamente lo importante que las ideas, y el sentido común de la sociedad resulta para su avance político-electoral. Por ello, han recuperado con fuerza esa pretensión educativa del momento neoconservador al que aludía George, y lo han radicalizado. Para la NED, nos encontramos ahora en el momento de la batalla cultural.

La batalla cultural no es un eslogan político vacío, ni sólo una declaración de intenciones. Es el nombre que se le ha dado a un programa político en curso que busca transformar la sociedad en clave reaccionaria, centrado en la ­disputa del sentido común. Es una versión más desarrollada, agresiva y articulada de la guerra de las ideas del neoconservadurismo. Los neoconservadores difundían policy papers de think tanks, reproducían la re­tó­rica de Milton Friedman y aludían a una supuesta nación en riesgo, por lo cual era necesario reformar la educación hacia un enfoque más instrumental. La NED lanzó una campaña por ocupar la industria cultural, la academia y el mundo digital. Ha optado por avanzar sobre la educación en función de principios que unen neoliberalismo, permanencia de jerarquías de dominio y desigualdad social y una negación abierta de lógicas comunitarias de organización.

Hay dos formas en las cuales estos grupos irrumpen en el espacio educativo: la motosierra de la austeridad y el asedio ideológico que busca cambios normativos. Aunque ambas tendencias suelen formar parte de un programa global de reforma en el ámbito educativo, su profundización depende del contexto nacional.

La motosierra ha sido impulsada principalmente por Javier Milei y forma parte del programa de Donald Trump, con ello buscan que la austeridad genere un mayor individualismo, competencia, atomización social y negocios educativos. La extrema derecha europea ha optado por el asedio a los sistemas educativos, a los centros escolares y al profesorado, buscando incluso posicionarse como actores políticos relevantes respecto de la discusión sobre educación. Por ejemplo, la participación del partido alemán de extrema derecha AfD en la feria de educación Didacta, organizada esta semana en Stuttgart, y a la cual sindicatos docentes y grupos sociales han rechazado. La aparición de partidos de extrema derecha en instancias claves del debate educativo se extiende paulatinamente a escala mundial, pero en Europa se encuentra en un momento álgido.

Una investigación reciente (https://acortar.link/4gebaY) muestra cómo los partidos con representación significativa en las elecciones europeas de 2024 han construido una agenda política común sobre educación. Allí sobresalen temas estratégicos para avanzar en el giro reaccionario que estos grupos buscan: control centralizado de las escuelas, gestión empresarial, cultura hegemónica y asimilacionismo, control parental de contenidos relativos a temas controversiales, impulso a la religión católica, narrativas antijusticia social, meritocracia, pedagogía punitiva, xenofobia, etcétera.

Aunque por ahora aparentemente distante del contexto nacional, dicho programa también ha llegado a México, por medio de propuestas como el PIN parental, el impulso al voucher escolar (privatización educativa), el acoso sistemático por parte de medios de comunicación al magisterio movilizado, la gran campaña de desprestigio a los libros de texto por ser comunistas, o el rechazo a la educación sexual en las escuelas. Algunas de dichas acciones impulsadas por empresarios, legisladores o activistas vinculados o simpatizantes de la extrema derecha y sus organizaciones.

Ante la consolidación de una agenda internacional regresiva en educación y la sociedad, es imprescindible un sistema educativo democrático y orientado a la justicia social, en el cual no haya cabida a posiciones extremistas que atenten contra la dignidad humana en el nombre de la libertad de expresión. Para ello es necesario construir una educación antifascista que permita evitar el crecimiento del germen reaccionario que la batalla cultural de la NED busca sembrar desde distintos espacios. Estamos a tiempo.

* Politólogo.

@MaurroJarquin