os ataques gratuitos e irracionales de Donald Trump contra México, que el martes escalaron de lo verbal a lo económico con la imposición de aranceles a todas las mercancías provenientes de aquí, han tenido un efecto inesperado para el magnate y sus aplaudidores locales: una unidad nacional no vista en décadas en torno a la defensa de la soberanía y la dignidad. Está claro que el cierre de filas trasciende al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, pero es igualmente innegable que ella y su administración representan al Estado mexicano y que la sociedad deposita en ellos su confianza para hacer frente a uno de los mayores desafíos de la historia reciente.
Ayer, un nutrido grupo de empresarios acudió a Palacio Nacional para acordar con la mandataria los pasos a seguir frente a los embates trumpianos. Al salir del encuentro, las personas de negocios manifestaron su pleno respaldo a la estrategia trazada por la titular del Ejecutivo y reiteraron que trabajarán en conjunto para que el país salga airoso de la coyuntura. Los 32 integrantes de la Conferencia Nacional de Gobernadores firmaron un desplegado en el mismo sentido, en lo que ha sido una de las pocas ocasiones en que los mandatarios estatales de la derecha deponen su actitud de confrontación ante el gobierno federal para anteponer el interés del país. Sindicatos, organizaciones y ambas cámaras del Congreso han hecho lo propio.
Con todo, lo más importante es la conciencia demostrada por los ciudadanos de a pie, cuyas expresiones en las calles y las redes sociales dejan ver el carácter transversal del rechazo a las agresiones externas y el apoyo a la firmeza y a la sensatez asumidas por las autoridades. La encuesta que atribuye una aprobación de 85 por ciento a la presidenta Sheinbaum da cuenta de la casi unanimidad que se vive en estos momentos, sobre todo si se considera que el ejercicio demoscópico fue publicado por un medio sobre el que no existe ninguna sospecha de ser simpatizante de la Cuarta Transformación.
Cabe felicitarse por este nivel de acuerdo con una estrategia que pone por delante la defensa de la soberanía sin caer en el juego de estridencias de Trump. En estas semanas de turbulencia, se ha apostado por mantener la serenidad y la firmeza, buscar salidas negociadas y preservar un tratado de libre comercio que en la actualidad no puede disolverse o achicarse sin infligir sufrimiento a millones de personas cuyos ingresos dependen de la integración comercial y productiva entre México, Estados Unidos y Canadá.
Cabe resaltar, por último, el ámbito minoritario, si no es que marginal, en que se han colocado quienes parecen alegrarse con la posibilidad de un daño significativo a la economía nacional y a la calidad de vida de las mayorías. Cuando se retuercen los hechos para atribuir al gobierno federal la responsabilidad por la imposición de aranceles, ignorando que Trump los ha impuesto o ha amenazado con imponerlos a todos los países y bloques con los que Estados Unidos tiene algún vínculo comercial, esos sectores demuestran que detrás de sus discursos no hay sino mezquindad, entreguismo y revanchismo.