Opinión
Ver día anteriorDomingo 2 de marzo de 2025Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
No sólo de pan...

De policultivos para la viabilidad alimentaria

C

uando hace más de 500 años la conquista de los ibéricos sobre nuestros territorios mesoamericanos deformó las sociedades ya entonces milenarias, compuestas en ocasiones por distintas comunidades que mantenían relaciones comerciales entre sí y compartían manifestaciones culturales y concepciones religiosas, no fueron desaparecidas, pues los invasores ibéricos no sólo no se asimilaron con los nativos, sino que los discriminaron y diezmaron con notable crueldad, tanto contra los habitantes como con sus símbolos mediante incendios, destrucción, saqueo de sus riquezas materiales, asesinatos múltiples, torturas, violaciones físicas y morales… Quedó una población diezmada, pero fortalecida por el desprecio sufrido que abonó la conservación de las lenguas y religiones, los cultivos autóctonos y modos alimenticios, la fuerza comunitaria y los sistemas de intercambio, en fin, un bagaje que permitió a la población autóctona conservar y hasta fortalecer sus raíces y culturas. Debido a ello, los únicos contactos que definieron el mestizaje fueron los abusos sexuales de los ibéricos y la fuerza del armamento de los conquistadores, mientras en la esfera religiosa hubo una salida simbiótica con sólo cambiar la parte visible de las imágenes, que no su poder sobre los humanos que veían en santos deidades respetadas de por sí mismas. Gracias a esto, los invasores que, sin proponérselo, terminaron protegiendo a los habitantes, hombres y mujeres, para explotarlos de una u otra manera, reservaron sin proponérselo las culturas ancestrales, que de otro modo habrían desaparecido del planeta. En tanto nosotros, los mestizos, no sospecharíamos siquiera lo que fueron nuestras raíces de culturas prehispánicas y que son lo que nos dio unidad a las poblaciones nativas más o menos mestizadas, pero que nos unieron con la riqueza material e inmaterial de la vida cotidiana de las poblaciones originales, por su moral social igualitaria y comunitaria basada en una base económica sustentada por las milpas, las cactáceas y los animales de corral, por el tequio (trabajo comunitario) y una figura femenina todopoderosa.

¿Por qué resistirnos, si hemos bien-nacido en estas tierras, para seguir el modelo de agricultura prehispánico: la milpa, en vez de seguir el modelo agrícola impuesto por Europa: los monocultivos, que sólo a las poblaciones de esas tierras convienen? Pero, sobre todo, ¿por qué la colonización cultural de Occidente, y en tiempos de la 4T, no nos deja enseñar a las nuevas generaciones las bondades de la apropiación colectiva y la manera como la liberación de nuestros policultivos es el único método posible para salvarnos del deterioro medioambiental, del desempleo masivo con su lógica de expatriación, ahora que la dependencia de la industria de los comestibles que, como ya demostramos, representa el primer lugar del capital circulante en el mundo (antes que la industria armamentista, el capital de las drogas y el invertido en la trata de personas, niños, hombres y mujeres)?

Es urgente que la 4T haga lo históricamente correcto: recuperar los policultivos ancestrales de cada región de nuestro territorio, con lo que provocaría, tal vez, una reacción en cadena virtuosa a través del mundo. Asia, África y América meridional y andina podrían recuperar también sus riquísimos policultivos del arroz, de los tubérculos farináceos y del maíz, levantando una barrera ante la expansión de los monocultivos de Triticum con que la cultura occidental deshizo nuestros suelos al imponer este modelo de monocultivo a todos los frutos de la tierra, cambiando nuestras respectivas dietas y haciendo creer a millones de mexicanos ser inferiores al antihumanismo occidental prepotente y suicida.

Ya basta, los compatriotas que regresarán (bendito sea Trump) deben repoblar las tierras donde de niños aprendieron a sembrar sus milpas y sólo la venta de los ejidos pudo desarraigarlos de sus legítimas tierras. La solución está en manos de la presidenta Sheinbaum.