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Nuestra base energética: la cuarta
C

on la generosidad de nuestros lectores, permítasenos de nuevo ingresar a las enseñanzas de nuestros cursos de Economía política de la energía y de la catástrofe climática. Sí, los de nuestra Facultad de Economía en nuestra UNAM.

Y es que sugiero a mis estudiantes considerar a fondo las condiciones objetivas para una adecuada transición energética, les comento el término adecuado, en referencia al señalamiento de Aristóteles en la primera parte de su Política, en la que insiste en señalar que la suprema organización social –la Nación– sólo puede garantizar que sus ciudadanos vivan y vivan bien, si es capaz de desplegar una adecuada crematística, una adecuada y efectiva capacidad de adquisición de lo que requieren.

Sí, de las cosas necesarias, útiles, convenientes y gratas para la vida de la Nación. Completará –en continuidad con Aristóteles– nuestro brillante maestro Adam Smith, quien realizó –como el mismo lo explica– 11 años de investigación en las entrañas ( into, elige ese término en inglés) de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. Así, si deseamos –como debemos, insisto a mis estudiantes– penetrar en las entrañas de la naturaleza y causas de la transición energética, no podemos menos que determinar la dimensión del obstáculo que representa la abundancia de los recursos fósiles.

Y –aún más– la complacencia social de su uso y utilización para tener –siempre lo subrayo– las múltiples y diversas formas de energía útil: iluminación, calentamiento de agua, cocción de alimentos, calor de proceso, adaptación térmica de espacios, aplicaciones múltiples de educación, trabajo, recreo, entretenimiento y cultura, tracción para molienda y mezcla de materiales y alimentos, y –para sólo señalar uno más– movimiento y traslado de personas y de bienes.

La tarea es difícil, pero no imposible, decían mis maestros al inicio de sus clases. Nos enfrentamos a un adversario que hoy resuelve poco más de 80 por ciento de los requerimientos primarios de energía, esos que, por movimientos y transformaciones extraordinarias y maravillosas, llegan a usuario finales.

Petróleo, gas natural y carbón son esos cómplices convertidos en adversarios para evitar la pauperización y el deterioro crecientes de nuestra naturaleza, de nuestro entorno, de nuestra vida, paradójicamente a cambio de la comodidad y el bienestar –muchas veces superfluos y excesivos– de personas, familias, comunidades, ciudades, naciones, mundo en general. Incluidas guerras espantosas. ¡Qué terrible! ¡Lo que más nos beneficia, más nos perjudica! El legítimo deseo de bienestar se nos vuelve en contra.

La disposición de un volumen de petróleo de mil 73 millones de barriles de reservas y una producción anual ya superior a los 100 millones de barriles al año resuelve prácticamente la tercera parte de los requerimientos anuales de energía. Asimismo, con un volumen de mil 42 trillones de pies cúbicos de gas natural, y una producción anual de 393 mil millones de pies cúbicos al día se resuelve prácticamente la cuarta parte de los requerimientos mundiales de energía primaria.

En cuanto al carbón, las reservas de mil 74 miles de millones de toneladas y una producción anual del orden de 25 millones de toneladas al día resuelven un poco más que el gas, aunque prácticamente también la cuarta parte de las necesidades cotidianas. En buen romance significa que las energías limpias sólo satisfacen poco menos de 19 o 20 por ciento restante y que la meta de cero emisiones netas se enfrenta –trato de señalarlo una y otra vez– con el controvertido y polémico adversario, que tiene tras de sí uno de los bloques empresariales y gubernamentales más dinámicos y tremendos de nuestro mundo de hoy, en el que abundan –-por Dios que sí– rentistas y especuladores muy fuertes. Muchos de ellos atrás de los principales conflictos bélicos del mundo de hoy.

Por eso la transición energética no sólo tiene problemas de disponibilidad de recursos naturales y tecnológicos, sino aspectos netamente sociales vinculados a los hábitos de personas, familias, hogares, comunidades, ciudades y naciones y aspectos netamente políticos derivados de los ánimos de control de dichos recursos y subordinación de las naciones. De veras.

NB Con atento reconocimiento al profesor Arturo Huerta por la presentación de su brillante libro ¿Cómo encarar la fragilidad económica?, tan lleno de polémica seria y relevante, así como de propuestas que todos debiéramos meditar.