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Alejandro Negrín en Polonia
S

i en la primera parte de esta larga entrevista, el embajador de México, ahora en Vietnam, Alejandro Negrín, habló de su presente, fue por mi insistencia (además de su encomienda en Washington), en esta segunda y última parte, diserta acerca de Sergio Pitol, el gran enamorado de Polonia.

–¿Qué hiciste antes para México en la capital de Estados Unidos, Washington?

–Hicimos un festival musical en el que, por recomendación de varios expertos, identificamos que el son jarocho es la expresión que mejor recoge la herencia africana en México, la negritud de la que tanto se ocupó Jean Paul Sartre. Llevamos a grupos y conocedores de son jarocho que dieron conciertos en los espacios más importantes de la capital de Estados Unidos y en el propio Instituto Cultural de México en Washington que ya todos consideramos un faro.

“A Washington llegó el Son de Madera, Los Cojolites, grupos absolutamente maravillosos. También hicimos una exposición, Espejos de Arte Contemporáneo de México en Estados Unidos, con el apoyo de los consulados de México en el vecino país del norte y los artistas mexicanos que en ese momento estaban en aquella nación. Nuestro objetivo fue subrayar los aportes que hacen allá los mexicanos.”

–¿México y los mexicanos en el exterior cultivan su nostalgia?

–Esta acción cultural es una de las experiencias profesionales más ricas y formativas que luego me ayudó a trabajar conexiones culturales como punto de partida para desarrollar proyectos muy valiosos en otros ámbitos. Mostrar a todos lo que México significa en el extranjero es una tarea que te engrandece a ti y a tu país, como lo cantó Jorge Negrete: México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí.

–¿Tu misión en Polonia ha suscitado la misma pasión?

–Tuve la suerte de ser embajador de México en Polonia de 2016 a principios de 2022 y fue una experiencia absolutamente magnífica. Polonia es uno de los países más castigados por la historia por su ubicación geográfica, es como un corredor entre Rusia y el continente europeo. Su situación geográfica también lo convirtió en víctima. A tu antepasado, Estanislao Augusto Poniatowski, último rey de Polonia, le tocó la desaparición de su reino porque Polonia fue repartida por los tres grandes imperios de la época: el imperio húngaro, el ruso y el de Prusia. Por fortuna, Polonia recuperó su independencia. Tiene mucha identidad con México; por un lado, por haber luchado por su soberanía y, por otro, debido a que es mayoritariamente católico, como el nuestro. Recordarás que el papa Juan Pablo II vino a México cinco veces porque siempre dijo que sentía amor no sólo por los mexicanos, sino por su fe a prueba de todo.

–Después vinieron Ratzinger y Francisco…

–Cuando llegué a Polonia, en 2016, registré dos grandes fenómenos. Polonia había alcanzado un nivel de desarrollo muy importante, buscaba nuevos socios y nuevos mercados. El gobierno polaco observó a México con enorme interés. Cuando le presenté mis cartas credenciales al presidente Duda, me dijo que tenía interés en venir él, personalmente, a México. Me di cuenta que ya había conexiones culturales muy profundas entre nosotros que todavía son poco conocidas, sobre las cuales se podrían desarrollar muchos proyectos. Así que con estas grandes dos bases, el interés del gobierno polaco por México y las conexiones culturales, pude hacer una labor a lo largo de más de cinco años absolutamente fascinante.

–Estuviste casi un sexenio allá y recuerdo lo bien que hablas polaco.

–Cinco años y medio, para ser exactos. Acompañé al presidente de Polonia en su visita a México en 2017, participé muy activamente en esa visita, en la que se firmaron muchos acuerdos para fortalecer la relación bilateral. ¿Recuerdas, Elena, al periodista Ryszard Kapuściński?

–Sí, claro, todos lo recordamos, es un gran maestro. Estuvo más de seis años en México como corresponsal de la agencia polaca de noticias y daba clase a todo el periodismo mexicano. No se quería ir. Los polacos se apasionan por México antes que otros.

–Igual que el notable diseñador polaco Víctor Gorka, quien creó la escuela de diseño en la Universidad Veracruzana.

“Sergio Pitol (quién casi fue polaco) tradujo a Casimiro Brandys y fortaleció tanto en la capital como en Veracruz y en la universidad con sede en Xalapa vínculos culturales muy fuertes. A la orquesta de Jalapa la llamaban Jalapowski. Cuando llegué a Polonia, Marek Keller ya era una suerte de embajador cultural de México con su Jardín Escultórico Juan Soriano, dentro del bosque polaco, a 40 kilómetros de Varsovia, atiborrado de esculturas de Soriano emplazadas también en una galería en la que se organizan anualmente exposiciones mexicanas. Marek era un personaje que amaba a México y que, como te digo, yo lo considero un gran embajador de la cultura mexicana en Polonia y que nos ayudó en muchos proyectos, gracias a su dinamismo sin fin.”

–También Sergio Pitol divulgó a la literatura polaca, ya que él tradujo a todos en la Universidad Veracruzana…

–Sí, Pitol es el otro gran representante de México en Polonia. Estuvo como becario, entre 1963 y 1966, con el extraordinario cineasta Juan Manuel Torres, y más tarde estuvo como diplomático y entonces ocupó el cargo de primer agregado cultural de México en Polonia, creo que de 1975 a 1978. Fue el gran traductor de la literatura polaca al español, es decir, no hay hasta ahora uno mejor que él. Muy querido, aún lo recuerdan en Polonia. Ésa fue mi base para trabajar en Polonia. Aproveché el crecimiento de las relaciones económicas y políticas para desarrollar proyectos con base en estas experiencias culturales. Hicimos, por ejemplo, la exposición Frida Kahlo y Diego Rivera con más de 30 obras de Frida y 12 de Diego y ahí tuvimos una sala dedicada a la fotógrafa Bernice Kolko con quién tú hiciste un libro, Elena; dentro de la misma exposición, había una sala dedicada a una de las historias más intrigantes, que es como un thriller: en 1955 hubo una gran exposición de arte mexicano en Polonia que se llamó Pintura mexicana en Varsovia, en la que se expuso una obra de Frida Kahlo, quizá la de mayor formato: La mesa herida, toda la exposición viajó después a Moscú y la obra de Frida Kahlo desapareció.

–¿Cómo es posible?

–Ha habido especulaciones sobre dónde se encuentra esa obra. En la exposición que organizamos en 2017-2018 se dedicó una sala a contar la historia de esta pérdida.

“Hice dos eventos a los que les tengo un aprecio enorme, uno sobre Pitol, Sergio Pitol. El Bristol y Poloni, haciendo referencia al hotel en el que te quedaste un mes. Es un libro bilingüe con una edición electrónica. En él dimos a conocer la relación tan profunda, tan amorosa y tan fuerte que tuvo Sergio Pitol con Polonia. Pitol fue el gran traductor de la literatura polaca a la lengua española. Considero que dos de los mejores relatos de Pitol sobre Polonia son ‘La lucha con el ángel’, en el que narra todo lo que veía desde su habitación en el Bristol; el otro cuento se llama ‘Hacia Varsovia’, que comenzó la primera vez que llegó a Varsovia, en 1963. Consideré indispensable que se hiciera un homenaje a la relación de Sergio Pitol con Polonia.”

–¿Y Juan Manuel Torres?

–El paso de Juan Manuel Torres por Polonia lo identifico a partir de Sergio Pitol. Llegó antes que él, pero no destacó tanto. Estudió en la Escuela de Cine de Lodz y fue quien invitó a Pitol a conocer Polonia a fondo.

–Tú, Alejandro, eres un diplomático comprometido con la cultura de México.

–Sí, Elena, porque también en México hicimos una exposición del cartel polaco que tuvo grandes repercusiones aquí y, la verdad, los diplomáticos mexicanos somos muy apasionados en nuestro patriotismo y nuestro afán de divulgación de la cultura de nuestro país. Mientras más lejos estás, más cerca quieres estar y más te preocupa que otros compartan tu entusiasmo y tu amor por tu país. Considero uno de mis grandes maestros al embajador Juan Manuel Gómez Robledo, su padre fue don Antonio, miembro de El Colegio Nacional. Juan Manuel es juez de la Corte Internacional de Justicia y una de las personas a las que más admiro. Es un excepcional amoroso de México.

–También tú lo eres, Alejandro, y los somos muchos de apellido polaco que le dedicamos toda nuestra vida a México.