Opinión
Ver día anteriorSábado 1º de marzo de 2025Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La participación social en salud: clave para transformar el sistema sanitario
C

ada domingo, Norma recorre el sendero polvoriento que lleva al centro de salud donde trabaja como enfermera comunitaria. El camino, serpenteante entre campos de milpa, se extiende bajo el sol de la mañana. No camina, más bien parece volar, impulsada por el viento que dobla las espigas de maíz y hace ondear sus hojas doradas como un mar rumoroso. No muy lejos, el marcado ritmo del pedaleo danzante de los telares tradicionales rompía el silencio del amanecer.

Mientras avanza, recuerda que hace unos meses, cuando ese maíz apenas era semilla, el centro de salud lucía desprotegido por fuera y deshecho por dentro. Ni los políticos ni los recursos llegaban hasta allí, y la comunidad veía su voz silenciada en un sistema donde la participación social parecía limitada a la resignación. Pero, ¿es ese el verdadero papel de la participación social en salud?

A lo largo del siglo XX y aún en las primeras décadas del XXI, varios enfoques teóricos han criticado la concentración de las decisiones políticas en las voces de unos pocos, reduciendo a la población a un rol pasivo. En 1978, la Organización Panamericana de la Salud replanteó la noción de la participación social en salud en la Conferencia de Alma-Ata, definiéndolo como la capacidad de los actores sociales para identificar problemas, establecer prioridades y formular propuestas que impulsen el desarrollo de la salud. Pero no se trata sólo de escuchar opiniones: implica construir un diálogo constante entre el Estado y la población para tomar decisiones conjuntas.

México ha enfrentado tres grandes obstáculos en torno a la participación social en salud: las distintas interpretaciones y definiciones del concepto entre líderes comunitarios, profesionales de la salud y la población en general, lo que dificulta la coordinación de acciones; la disyuntiva entre considerarla un mecanismo de poder real para decidir sobre la propia salud o una herramienta para implementar programas diseñados desde las instituciones, siendo esta última la visión predominante que ha relegado a la población a un papel pasivo, y la falta de una guía clara, consensuada y compartida sobre cómo llevarla a cabo de manera efectiva.

Varios países de la región de las Américas han avanzado en este aspecto. Brasil, por ejemplo, se convirtió en un referente mundial al legitimarla durante la 77 Asamblea Mundial de la Salud en 2024. México todavía enfrenta retos importantes. Un sistema de salud, basado en los principios de equidad y justicia social no puede construirse desde un escritorio; requiere un movimiento de abajo hacia arriba, en el que toda la comunidad sea protagonista. Esto implica empoderar a las personas a través de una participación social activa, dar voz a quienes enfrentan los problemas cada día y fomentar un diálogo constante para transformar la gestión de la salud en el país.

Un ejemplo tangible es el programa La Clínica es Nuestra, en el que la participación social, a través de los Comités de Salud para el Bienestar (CoSaBi), permite a las comunidades asumir un rol activo en la toma de decisiones, la planificación, la gestión y el seguimiento de políticas sanitarias. En menos de un año, con un presupuesto de 6 mil 341.6 millones de pesos de pesos, en 2024 se constituyeron 11 mil 808 comités y se realizaron más de 44 mil acciones de mejora en infraestructura, equipamiento y mobiliario.

Al llegar al centro de salud, Norma se detiene por un instante y sonríe. Admira la luz de la mañana que se refleja en la valla recién instalada, que realza aún más la fachada renovada y pintada. Adentro, sus vecinos disfrutan la comodidad de los nuevos asientos y del dispensador de agua fresca. Comentan con entusiasmo el buen funcionamiento del servicio de odontología, que mejoró desde que la comunidad adquirió el equipamiento e insumos. Micaela y Miriam, vecinas y miembros del CoSaBi, esperan a Norma para revisar la lista de materiales que faltan.

En ese ambiente de cambio, Norma reconoce el verdadero impacto de la participación social en salud. Lo que antes era un espacio olvidado se ha transformado en un lugar digno, construido con el esfuerzo y la determinación de quienes lo necesitan.

La salud es un derecho colectivo que se fortalece con la participación de todos. La transformación del Sistema Nacional de Salud avanza con el impulso de las comunidades, que asumen un papel activo para construir servicios alineados con sus necesidades y prioridades.