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Lozoya y el pantano procesal // Gertz Manero: jueces cínicos // Sigue culebrón de impunidad

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▲ Emilio Lozoya Austin en imagen de septiembre de 2013.Foto María Meléndrez Parada
I

gual de interminables que vergonzosos son los culebrones de la justicia mexicana (tanto de quienes dicen procurarla como de aquellos que juran impartirla), y peor aún si en la escena aparecen involucrados políticos, funcionarios, empresarios asociados al círculo del poder, delincuentes de cuello blanco (mal que bien, todos caben en este último concepto), y entre largas y más largas entre ellos se avientan y regresan la papa caliente: los jueces aseguran que los fiscales arman mal los expedientes incriminatorios, mientras éstos aseguran que aquéllos sólo responden al poder del dinero, y entre dimes y diretes, los criminales gozan de cabal salud fuera de prisión.

Entre lo más reciente, uno de los casos más sonados es el de Emilio Lozoya Austin, el coimero director general de Petróleos Mexicanos en tiempos de Enrique Peña Nieto, a quien se le acusa de corrupción (por los casos de las trasnacionales brasileña Odebrecht y española OHL, la favorita del copetón, quien casualmente ahora vive cómodamente en Madrid), fraude (en la compraventa de Agronitrogenados al gánster Alonso Ancira Elizondo), lavado de dinero, tráfico de influencias, crimen organizado.

Entre cosa y cosa, el culebrón de Lozoya Austin se ha prolongado por alrededor de ocho años: destapada la cloaca, en 2017, presumía con mucha humildad, tengo recursos y tiempo para romperles la madre a sus detractores; en 2018, la Secretaría de la Función Pública lo inhabilitó por 10 años; en 2019 se giró orden de aprehensión en su contra; Interpol emitió ficha roja, huyó presumiblemente a Alemania y después a España, en donde lo detuvieron y extraditaron a México; aquí, nada más bajar del avión fue hospitalizado, tras lo cual cómodamente se fue a su residencia de lujo por criterio de oportunidad; se convirtió en testigo protegido, aceptó un acuerdo reparatorio, permaneció en prisión domiciliaria, lo cacharon cenando en lujoso restaurante de Las Lomas y de ahí se lo llevaron al Reclusorio Norte (noviembre de 2022); su juicio se postergó en infinidad de ocasiones para evitar una sentencia firme, aunque finalmente, en febrero de 2024, un juez decidió que el inculpado regresara a su casa (otra vez prisión domiciliaria) para que desde ella siguiera tranquilamente su proceso, sin que a la fecha se conozca en qué va el numerito, siempre apostando al olvido. Y en esta maraña, varios de sus socios y cómplices (por ejemplo, Alonso Ancira Elizondo y Ricardo Anaya, ayer pollito en fuga y hoy senador de la República) permanecen intocados, tan campantes y con fuero.

Pues bien, en la mañanera de ayer se apersonó el siempre “pausado fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, quien así resumió todo lo descrito: estamos en un pantano procesal, y se trata de un caso paradigmático en el que sí se cumplió con la ley y sí se inició un procedimiento. Lozoya Austin “desde luego permanece en México; tiene libertad procesal y el proceso sigue… no sé si quedó claro” (el cuento de nunca acabar).

Algo más dijo el fiscal: desde los tiempos de Peña Nieto comenzó una supuesta investigación de dos casos, Odebrecht y Agronitrogenados, ambos vinculados a Lozoya Austin. Curiosamente, les dieron carpetazo. Al principio del gobierno de López Obrador, se establecieron responsabilidades de los dos casos y comenzó el procedimiento. Gracias a una filtración que vino desde el propio gobierno, se le dio la oportunidad a este individuo de que huyera del país.

Ya en México, “sigue el procedimiento frente a los jueces y siguen las trampas procesales. En un momento dado había llegado a tal extremo su situación que pedimos la orden de aprehensión y lo internamos; inmediatamente un juez le dio libertad procesal. El gobierno hizo lo que tenía que hacer; la fiscalía cumplió con todo rigor. ¿En dónde estamos? En un proceso como tantos otros que tenemos, por culpa de un sistema judicial. Y con toda, diríamos, hasta de cinismo, de repente los jueces dicen: ‘es que el Ministerio Público no aportó pruebas’. Los estamos llevando a juicio a ellos mismos; a ese grado es el problema… La ley establece que las audiencias deberían desarrollarse en un plazo menor a un mes, pero cuando las tenemos en menos de un año ya es un milagro”.

Y el culebrón sigue, todos se avientan la papa caliente y Lozoya y su pandilla la pasan de maravilla.

Las rebanadas del pastel

Al defraudador Javier Milei le llueve sobre mojado: por su criptoestafa –que atracó a cerca de 50 mil inversionistas–, ya lo investigan en Estados Unidos y España, mientras la autoridad judicial argentina finge demencia.

X: @cafevega