l desarreglo del ya endeble orden geopolítico establecido lo ha ocasionado Donald Trump con sus desplantes y amenazas. Poca es la sustancia que se nota en el fondo de lo ocurrido, excepto la junta habida en Arabia Saudita. Ni siquiera los aranceles endilgados a China han tenido efectos notables. Menos aún las efectivas tarifas al acero y el aluminio. El haberse citado con la delegación rusa, a espaldas de la Unión Europea y sin representantes de Ucrania, ha sido toda una irrupción que descuadró bases y entendimientos de calado. La Organización del Tratado del Atlántico Norte, causante directa, con su expansión en las fronteras con Rusia, sale afectada. Ahora se oyen varias voces, en el viejo continente, que claman por una defensa propia sin recargarse en Estados Unidos. Y esto marcará los potenciales acuerdos, a partir de la visita de Emmanuel Macron a Washington ayer. Ciertamente el francés –con su propia disuasión nuclear– asegura, en caso de que Europa decida invertir en su defensa, podrá obtener una silla en la negociación de la paz en Ucrania. La postura de Macron se enfila a recordar a Trump que una débil postura ante Vladimir Putin lo debilitará frente a China. Sin presumir inocencia, lo que marcará los factibles acuerdos perfilados con el actual sello unilateral serán los dineros invertidos en armar la defensa de Ucrania. Esta nación no sólo peleó empujada a una confrontación proxi, sino que, además, saldrá de ella endeudada de por vida.
Tales movimientos geopolíticos son importantes, pues impondrán sus lógicas consecuencias en los sucesivos acontecimientos. Por lo pronto, bordar acerca de las pretensiones del magnate, y su corte de vasallos en la Casa Blanca, se presenta como necesaria y continua tarea por hacer.
Trastocar la dupla, cada vez más cercana, entre Rusia y China es para el ambicioso hegemón sustantivo empeño. Fenómeno que se venía consolidando a raíz de la guerra en Ucrania, auxiliado por las sanciones diseñadas por el llamado occidente. En efecto, tal parece que Trump encontró la palanca que le restituirá ventajas, perdidas con el diseño de Joe Biden. Se trata ahora de impedir la fluidez de los arreglos financieros, organizativos, comerciales, militares, políticos y tecnológicos entre sus dos grandes rivales. El mismo crecimiento del grupo BRICS+ lo demanda como prioritario para Estados Unidos. Una prueba de las consecuencias que surgen de estos sucesos lo aporta la increíble amenaza de imponer aranceles de 100 por ciento a esta supraorganización. El motivo que lo animó a tan insensato desplante fueron los trabajos ruso-chinos-brasileños para sustituir al dólar como moneda de pagos internacionales. Una realidad que ya está caminando al usar las propias en su comercio actual. Trump entrevió la urgencia de emplearse a fondo para separar, lo más posible, a esa estratégica dupla y aportar algo a la ventaja perdida. Su pretensión de continuar como única potencia global iba quedando aceleradamente manoseada.
El costo de la reunión en Arabia Saudita y el posible acuerdo derivado para incidir en la paz ucrania no se ha hecho esperar. Situó a la Unión Europea como actor de segundo nivel. No es indispensable, al menos por ahora, para los acuerdos entrevistos entre Trump y Putin. Incluso para levantar las sanciones impuestas que implican mucho dinero ruso incautado. El liderazgo político de los actuales dirigentes europeos es cuestionable. Para Trump son personajes que no pueden resistir su influjo, tan sólo con mostrarles su desprecio parece bastar. Al parecer, acierta en tal aprecio, pues las divisiones, debido a intereses y visiones divergentes entre ellos los hacen ineficaces, timoratos y prescindibles.
Pero Trump no la tiene tan sencilla. Llegar a un acuerdo que finiquite la guerra en Ucrania viene provocando repercusiones internas en su país. La oposición demócrata, hasta el presente incapaz de articularse, tomará el desarreglo de su anterior diseño estratégico como emulsión para moverse. Las muchas groserías de Trump a la presidencia de Biden no dejarán de incidir y tornarse intolerables.
Ir acumulando adicionales penalidades arancelarias a otros países tampoco pasarán desapercibidas. Las reacciones a tan cuestionables castigos unilaterales tendrán sus consecuencias inevitables. México, hasta el presente día, ha salido bien librado. No puede suponerse que así seguirá, pero se ha caminado con orden y, sobre todo, con manifiesto apoyo popular. Muy a pesar de las intrigas que la oposición difunde cotidianamente en columnas y artículos de opinócratas que todo lo saben y suponen, Sheinbaum ha salido adelante con inteligencia y serenidad. Una cosa es ejercer la crítica y otra, muy distinta, tratar de inducir una imagen negativa en toda ocasión.