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Enaltecer la educación, tarea urgente en el bachillerato
U

n proceso enrarecido se ha iniciado. A la expectativa, los aspirantes a ingresar al bachillerato durante el próximo ciclo escolar. La Presidenta tomó la importante decisión de eliminar el examen de ingreso al bachillerato público aplicado durante muchos años. El escenario es variopinto: demanda creciente de estudiantes, la mayoría adolescentes de alrededor de 15 años; aunada a ofertas, con planes de estudio distintos, en un número considerable de instituciones incomunicadas y con recursos disparejos, entre las que destacan la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN). En fin, una impresionante maraña a la que se enfrenta el estudiantado.

En la mañanera se ha escuchado en más de una ocasión que el examen de selección se suprime por contradecir el derecho universal de la educación, por ser injusto, discriminatorio, molesto e innecesario; en pocas palabras, por atentar contra el espíritu del artículo tercero constitucional. Hasta ahí, el discurso de la Cuarta Transformación (4T) tiene coherencia, pero posteriormente se torna ambiguo. La confusión aparece, pues la eliminación de la selección y los rechazados resulta ser parcial, subsiste en las dos instituciones más antiguas de México, las más reconocidas y con mayores recursos, mismas que, a la la fecha, han sido las más solicitadas por el estudiantado: la UNAM y el IPN.

En la mañanera del lunes 17 de febrero escuché claramente, como si lo que se dijo fuera lo natural, que el examen subsistirá en la UNAM y en el IPN; en cada una de las instituciones por motivos distintos: en la universidad por ser autónoma, en tanto que en el politécnico porque tiene criterios propios, aunque no autonomía. ¿Por qué se justifica el examen de selección en algunos casos y en otros no?, será una de tantas preguntas que formulen los jóvenes aspirantes. ¿Será que para la UNAM y el IPN no aplica aquello de que el examen contradice el derecho universal de la educación? ¿Por qué someter al estudiantado y al pueblo a tan enloquecedor doble discurso?

Lo cierto es que, ante la decisión gubernamental, los directivos del Politécnico y la Universidad Nacional cerraron filas y anunciaron la aplicación de un examen compartido de selección. El IPN, a pesar de depender del gobierno, y la UNAM sin dar vista al Consejo Universitario. Por el momento, en este importante asunto educativo, el IPN y la UNAM, al transitar en dirección contraria, se colocaron a la zaga de los cambios; y por lo anterior, a mediano y largo plazos, podrá disminuir su preferencia ante los ojos de la población estudiantil y general. ¡Vaya uso de la autonomía universitaria! ¡Vaya criterios propios y reglamentación politécnica! Es de sabios rectificar. Aplaudo, por el momento, eso sí, que la UNAM ofertará más plazas de bachillerato en el próximo curso. Por otro lado, será bueno que los politécnicos recuerden el sentido popular que motivó al general Lázaro Cárdenas del Río para fundar, con carácter nacional, el IPN; significación popular a todas luces contraria a la práctica selectiva y de rechazo que perversamente se introdujo algún día en las aulas del Politécnico.

Dicho lo anterior, paso a lo medular. Por el momento las nuevas reglas para el ingreso al bachillerato están establecidas. Lo que hace falta, a mediano plazo, es una de dos cosas. Que los directivos de la UNAM y del IPN expliquen de manera convincente las bondades de continuar con la selección y el rechazo; y la segunda, por la que me inclino, es que se abra un espacio encaminado a contestar la pregunta filosófica central: educación, ¿para qué? Las respuestas cuidadosas que se obtengan, sin duda, pondrán al desnudo la pobreza del significado y alcances de la selección; pero sobre todo llamarán urgentemente a que se tome en serio a la educación.

Anticipo, a bote pronto, mis respuestas: educación para inculcar y poner en práctica los grandes valores y principios humanos (igualdad, fraternidad, justicia, felicidad, responsabilidad, respeto, honestidad, democracia, etcétera). Educación para dignificar al magisterio y al estudiantado, para elevar la autoestima y alcanzar la autonomía de todos ellos. Educación para la esperanza y la transformación profunda. Educación para ser disfrutada en el aula. Educación para profundizar con rigor los conocimientos en todas las áreas. Educación para favorecer la libre expresión de los participantes. Educación para fomentar la toma de decisiones democráticas, empezando en cada sala de clase. Educación dirigida a la formación de pensamiento crítico. Educación para propiciar y utilizar el buen sentido en el obrar. Educación para aprovechar la curiosidad y fortalecer la indagación. Educación para formar personas alegres, felices y amorosas, así como exitosas en el mejor de los sentidos. Educación para incluir a todas las personas, especialmente a las más desfavorecidas.

Lograr una educación de tal calado, con más atribuciones por decirse entre todos, requerirá tiempo, reflexión, experiencia, dedicación y voluntad de los gobiernos, las instituciones educativas, así como del profesorado y el estudiantado en general (nada de prisas, mucha reflexión). No requerirá, por otro lado, aplicar exámenes de selección. Una vez obtenido el consenso sobre el enaltecedor uso que puede darse a la educación, entonces sí habrá llegado el momento de algo prioritario, el tiempo de examinar con lupa, pero no a los estudiantes para diferenciarlos y humillarlos; me refiero un riguroso escudriño de todo lo que pase en el diario acontecer del bachillerato. En el entendido de que el tiempo, los esfuerzos y dineros deberán emplearse en el empeño por alcanzar un bachillerato inclusivo a 100 por ciento, con planes de estudio sólidos, y en instituciones a la altura, con recursos suficientes y un trato equitativo por el gobierno federal.

¡Elevemos la mirada de la educación!

* Profesor en la UNAM