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El poder del dólar
L

a pretensión del actual gobierno de Estados Unidos de reforzar el sistema industrial está ligada con la idea de alterar el sistema global de comercio. Uno de los encuadres de este asunto parte de que la base de los desajustes económicos está en la persistente sobrevaluación del dólar frente a otras monedas. Desde el punto de vista comercial, castiga las exportaciones de Estados Unidos y favorece las importaciones. Esto ocurre en buena medida por la función del dólar como la moneda de reserva internacional, lo que incrementa la demanda. Su fortaleza se manifiesta financieramente en la petición de bonos del Tesoro y la abultada deuda del gobierno.

La sobrevaluación del dólar provoca una pérdida de la competitividad. Los empleos manufactureros han caído y muchas regiones del país se han visto afectadas. Al mismo tiempo, se beneficia la actividad financiera por donde pasan todas las corrientes de inversión, comercio y crédito. Esto ha sido un elemento relevante en el patrón de creciente desigualdad en la distribución del ingreso.

Se trata de un fenómeno que se profundiza y que se ha denominado como la financiarización de la economía. El valor creado tiende a reducirse a una serie de instrumentos financieros negociables en los mercados (los denominados productos derivados) y que prevalecen por encima de la producción, la llamada economía real. Los desbalances que se producen desencadenan excesos especulativos como los que provocaron la crisis de 2007-2008, originada en el sector de bienes raíces.

La aparición de burbujas financieras es un fenómeno recurrente. Hoy mismo puede apreciarse en el caso de la sobrevaluación de las acciones de las grandes empresas del sector tecnológico que mueven la actividad de la bolsa de valores y que se conocen como las siete magnificas: Apple, Microsoft, Alphabet (Google), Amazon, Nvidia, Meta y Tesla. Su valor es tan grande que representan una influencia desproporcionada en los índices accionarios Nasdaq y Standard and Poor’s.

Donald Trump busca incidir sobre las condiciones que llevan a la sobrevaluación del dólar. Un instrumento para conseguirlo es la imposición de tarifas a las importaciones. Pero al mismo tiempo no quiere atentar en contra del dólar como moneda de reserva. Así lo ha expresado a los países del grupo BRICS que pretenden usar una moneda propia para las transacciones que hacen entre ellos; ha amenazado con imponer tarifas en caso de que se deje de usar el dólar como reserva. Aquí hay un conflicto entre los objetivos fijados y los instrumentos para conseguirlos.

El problema monetario se extiende, pues, al campo comercial, pero lo hace igualmente al terreno de la seguridad. Sin acabar con el papel del dólar, la cuestión podría girar hacia retener parte de la ventaja que derivan los demás países en este terreno mediante la relocalización de la producción en Estados Unidos. Esto generaría un mayor nivel de actividad económica, empleo, competitividad y captación de impuestos que compensarían el costo que representa el dólar como moneda de reserva.

Un aspecto sensible es la relación con la política de seguridad que promueve Trump y que abarca la recomposición de las cargas financieras que representa la OTAN, de manera que los países europeos aporten más recursos. Esta postura genera una mayor tensión por el acercamiento que impulsa con la Rusia de Putin. Está, además, el factor significativo que representa China como parte de las cuestiones interrelacionadas del comercio, el desarrollo tecnológico y, a las claras, de seguridad nacional.

De ahí se desprende la necesidad de recuperar un fuerte y diversificado sector productivo, especialmente en las manufacturas, con una estructura eficiente de cadenas de suministro. La relevancia que tiene el abasto oportuno en los procesos productivos segmentados en términos geográficos ya se ha revelado como esencial para el nivel de la actividad económica y la estabilidad de los precios. Las cadenas de abasto inciden, igualmente, en la producción de armamento y los sistemas de defensa como parte de un renovado esquema de seguridad. A esto se suma también la producción del sector tecnológico. El ámbito estratégico económico-militar es crucial.

La visión que se está imponiendo es que la declinación industrial no se puede seguir sosteniendo en la actual arquitectura de los riesgos a la seguridad económica y la defensa. China y Rusia son factores de rivalidad geopolítica, ante eso un refuerzo industrial es una exigencia y la cuestión se expresa como en la idea de que, si no se cuenta con cadenas de suministro para producir armas y sistemas de defensa, no tienes seguridad nacional. Un aspecto clave en este entorno es, precisamente, la gestión y el poder del dólar.

Al tiempo que esto sucede, el sector financiero tiende a una condición que podría generar una nueva crisis financiera derivada de un exceso especulativo. El analista Wolfgang Münchau, director de Eurointelligence, argumenta que podría estarse gestando una nueva burbuja especulativa de gran alcance alimentada por las criptomonedas, ya sean del tipo bitcóin, las meme-monedas y aun las llamadas monedas estables (stablecoins). Trump ya lanzó su meme-moneda, instrumento altamente especulativo. El caso reciente de Javier Milei promoviendo la cripto $Libra que en muy poco tiempo estalló en un sonado fraude, son formas de especulación. Esto se añade al exceso de valuación de empresas tecnológicas, como ocurre de modo sobresaliente con Nvidia, el gran productor de microchips. El muy sonado caso de la tecnología china de inteligencia artificial Deep Seek y su impacto en la industria es indicativo de las fricciones que se provocan en las industrias tecnológicas y la dinámica financiera que acarrea.

La reformulación de la estrategia monetaria, comercial, industrial, financiera y militar de la administración de Trump se está configurando, junto con otros procesos que generan mucha fricción, como está sucediendo con las acciones para redimensionar el tamaño del gobierno y reducir el gasto.