El fraude que no cesa
olvería a morirse de tristeza la talentosa sensibilidad del español Miguel Hernández, autor de El rayo que no cesa, al ver el planeta manicómico, más que trágico, en que hemos convertido la Tierra, saturada como nunca de mercaderes sin otro templo que su avidez por acumular, al precio que sea, en perjuicio de quien sea y sin nadie capaz de poner orden.
Conmueve que los legisladores se ocupen de elaborar leyes para proteger a los animales, mientras los supuestamente racionales continúan en la añeja indefensión, no sólo por su ancestral ignorancia, sino por el descuido de los legisladores metidos a animalistas, sin voluntad de legislar en favor de las personas, hoy como nunca víctimas de una tecnología sin nada que la limite.
Desde hace varios meses proliferan en Internet –infiernet– y redes sociales –ardides letales– anuncios de toda índole, incluidas las promociones de chucherías de origen asiático a precios increíbles
, perjudicando de paso a los productores nacionales, así como un alud de remedios mágicos para todo tipo de enfermedades, sobre todo articulaciones.
La mayoría de los productos y servicios anunciados caen dentro de la clasificación de fraudes cibernéticos. El nombre ya se tiene, de lo que se carece en el país es de una legislación oportuna y enérgica que proteja a la crédula población de estos cotidianos atracos, tan legales como impunes, mientras los legisladores pugnan por aprobar leyes que eviten el maltrato a los animales.
Es confundir la gimnasia con la magnesia, anteponer la invisibilización de la sangre a ver con nuestros ojos cómo la justicia entre los humanos sigue brillando por su ausencia. Es ese humanismo de supermercado que tranquilamente consume productos animales sin haber presenciado su muerte. Esa matanza no preocupa a los legisladores porque es para la cadena alimentaria. Menos mal.
Voz e imagen de la mismísima Presidenta, suplantada, aparecen en X, Facebook, WhatsApp y otras promoviendo programas de inversión segura y accesible
a través de Pemex o de algún banco –ah, qué los bancos–, en los que con un desembolso de 4 mil 500 pesos se pueden obtener hasta 420 mil pesos al mes. Demasiados caen en tamaña engañifa.
Lo más sospechoso es que la Presidencia ni cancele ni desmienta ni se deslinde de estos mensajes fraudulentos, olvidando o no que el que calla, otorga.