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Economía moral

Dictadura sobre las necesidades, la visión de György Márkus del socialismo realmente existente, XVI // El análisis de clases sociales es inaplicable

E

l significado mismo del concepto marxista de clase ha sido objeto de una larga disputa, dice György Márkus (GM) continuando el capítulo 3 de Dictatorship overNeeds. Elige como vía más fructífera para aclarar el asunto, observar el uso efectivo del concepto en la práctica teórica del análisis de clase. De ahí surgen tres consideraciones (elementales) sobre los constituyentes básicos. 1) Clase es un concepto correlativo, pues se introduce sobre todo para explicar los determinantes estructurales de los conflictos sociales, esto es los individuos constituyen una clase en la medida en que sus intereses son opuestos a los de otra clase. 2) La composición y membresía de una clase está determinada por esta focalización en el conflicto. Las clases se entienden como agrupaciones de gran escala a las que pertenecen los individuos como resultado de su posición en la red de relaciones de producción, la cual les confiere, objetivamente, acceso a, y comando sobre, sus condiciones y resultados desiguales, última base de la oposición de intereses estructuralmente determinados. Las relaciones de propiedad son el determinante fundamental de la composición de clases. 3) El análisis de clase se centra alrededor de las relaciones entre la posición social objetivamente compartida y la actividad (política, ideológica, etcétera) consciente de esos grupos sociales que intentan realizar sus intereses en confrontación con otros. En otras palabras si, y en qué condiciones, la clase-en-sí se transforma en la clase-para-sí, es el problema central de este tipo de análisis. Quienes argumentan que tal concepto de clase es inaplicable a las sociedades europeas del este (SEE), argumentan que debido al dominio de la política sobre la economía, una definición económica, basada en relaciones de propiedad, de las clases es inadecuada, pues es incapaz de explicar el origen del poder. Concluyen que es necesario subsumir el poder económico bajo un concepto más amplio de dominio social. Esta concepción de que el concepto de clase es aplicable a las SEE falla al no tomar en cuenta otras razones más abstractas, pero más fundamentales, que hacen que la concepción original de clase les sea inaplicable, al menos por lo que se refiere a la caracterización del grupo dominante. El concepto de clase marxiano se refiere al agregado de individuos cuya unidad consiste en que comparten posición y función en el proceso material de reproducción social y que, por tanto, se ven constreñidos a actuar en este proceso de manera similar. Además, esta restricción no se debe a sanciones sociales ni a una comunidad de valores y propósitos, sino es resultado de una mera adaptación a los automatismos casi-causalmente operando en la economía. La realidad de clase está tejida sobre todo por las relaciones económicas a la formalmente libre acción de los individuos como máscaras de personajes. De ahí la pregunta de qué tanto y en qué formas puede una agrupación social actuar como un grupo social real en instancias y esferas en las que ningún automatismo asegura el carácter concertado de la acción. Como puede verse, nuestros puntos de vista coinciden con los de Max Weber: el estricto concepto de clase es aplicable sólo a sociedades donde el mercado desempeña un papel regulatorio.

Debido al dominio de la política sobre la economía, el grupo dominante en las SEE es diferente en principio a una clase. Los miembros del aparato no están constreñidos a actuar de una manera definida por la oposición que ocupan en la estructura de la reproducción social, aunque tienen que seguir conscientemente las reglas y objetivos prefijados por el aparato si quieren mantenerse en el puesto. El contraste más esencial con el capitalismo es que la membresía en la organización es la precondición de cualquier posición de poder que el individuo pueda ocupar. Mientras una persona es un capitalista sin importar sus relaciones con otros capitalistas, en las SEE una persona puede ser miembro del aparato del poder si es capaz de interactuar con otros miembros de la burocracia de acuerdo con las reglas y objetivos de su puesto. Este tipo de agrupación social (a diferencia de una clase) se basa en la primacía de la corporación sobre el individuo y, por ello, el objetivo del análisis de clase se vuelve inútil. Por lo tanto, concluye GM, el grupo gobernante de las SEE no puede ser considerado como clase. Se asemeja más a ciertas agrupaciones de sociedades tradicionales, como las haciendas: fusión de economía y política, asignación autoritaria de posiciones en el orden jerárquico. Pero la analogía de casos históricos deja de funcionar porque la membresía burocrática no se basa en criterios adscriptivos, sino en el principio de logros personales. Las reglas y normas en cuestión no se basan en la tradición, sino que son establecidas conscientemente y dinámicas. No hay paralelismo convincente con otras agrupaciones históricas y no tenemos la terminología para designarlas. En las SEE, las relaciones entre el grupo corporativo dominante y el resto de la sociedad, son decisivas, por lo cual GM busca precisar los rasgos del grupo dominante. Reitera que no son sólo burocracia en sentido estricto. Al estar unificada la jerarquía como única se vuelve borrosa la diferencia entre las funciones de fijar objetivos y realizar las tareas para alcanzarlos. Por ello, forman parte del aparato no sólo los que toman y ejecutan las decisiones, sino también los que proveen las pericias e información técnicas. También son miembros del grupo corporativo los de la élite cultural que proveen la ideología del sistema aunque no tengan puesto alguno. GM rechaza la identificación que algunos hacen entre la intelligentsia y el grupo dominante: no sólo hay muchos miembros del aparato que no son intelectuales, sino que la mayoría de quienes constituyen la intelligentsia no pertenecen al aparato del poder. Si bien, dice, la educación superior se ha convertido en el canal más importante para llegar a posiciones de poder, no es el único, especialmente para puestos en el aparato propiamente político. La admisión al aparato (al menos en posiciones claves) no depende de la posesión de habilidades intelectuales específicas. Adquirir la educación superior no es condición suficiente para formar parte del grupo dominante.

Este año no sólo cumplí 30 años (la semana pasada) escribiendo semanalmente en La Jornada, la mayor parte bajo la insignia Economía Moral, sino también de haberme inscrito en el programa de doctorado conjunto UdeG (Universidad de Guadalajara)-CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), plantel Guadalajara. En 2005, hace 20 años, me doctoré a los 61 años de edad.

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