Opinión
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La desesperanza en la frontera
G

abriela cerró los ojos y elevó una oración para que Dios cuidara el camino de ella y de su hijo. Se persignó y emprendió su viaje rumbo a la garita de El Chaparral, donde esperaría la hora de su cita de CPB One. Ella y su hijo Arnulfo tuvieron la fortuna de ser parte del último grupo que pudo pasar antes la cancelación de este programa. El pasado 20 de enero tan sólo minutos después del que el presidente Donald Trump firmó su primera acción ejecutiva donde eliminaba este beneficio a miles de personas al cancelarles su cita.

No fue el caso de Gabriela, quien tras siete meses de espera en la frontera, una mañana de enero, recibió el anhelado mensaje de que su cita había sido agendada. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, pues volvería a ver a sus pequeñas hijas Yulsi y Xóchitl, que habían migrado dos años antes, durante los juicios que se realizaban contra el asesino de su padre. También soñaba con abrazar a Agripino, su hijo mayor, que salió de su pueblo en 2021 por temor a las represalias.

Gabriela sigue sin entender cómo su vida cambió tanto. Si tan sólo su esposo no hubiera ido a la reunión donde lo secuestraron o si, tal vez, si las autoridades de Guerrero no fueran tan corruptas y no hubieran dejado libre al asesino de su esposo. Si eso no hubiera ocurrido, ella seguiría en su pueblo sin emigrar.

La historia de Gabriela no es excepción. Cientos de personas se agolpan en la frontera de México con EU, pidiendo clemencia para que los dejen pasar. Adultos y niños que han sido desplazados por la violencia abarrotan albergues o casas de acogida y están esperando que ocurra un milagro, para que puedan cruzar al país vecino. Durante estos días hemos sido testigos de cómo los medios de comunicación han grabado imágenes desgarradoras de gente desconsolada ante el cierre del CPB One, que era la aplicación para solicitar permisos de entrada. Muchos ya contaban con citas agendadas para ese o los próximos días. Ahora ellos se encuentran un limbo legal sin que exista un programa de alivio en México ni en EU.

Un ejemplo de esta realidad desgarradora es Sandra, del pueblo nahua que salió de la Montaña de Guerrero en junio pasado. Se fue huyendo de su pareja que quería matarla. Lo último que la convenció de dejar su terruño fue que Alberto, su esposo, la estaba esperando machete en mano en la casa donde vivía. Sandra no tuvo más opción que irse del pueblo. Esto a pesar de que interpuso una denuncia contra Alberto, que hasta hoy no ha procedido. Desde entonces, Sandra ha vivido en la frontera pidiendo la cita del CBP One. Primero en un albergue y después por su cuenta. A pesar de que ella ya contaba con cita para el 9 de febrero, tan sólo unos minutos después de que Donald Trump rindió protesta, le llegó un correo mencionando lo siguiente: Los no ciudadanos indocumentados ya no pueden usar la solicitud de CPB One para enviar información biográfica o programar citas en los ocho puertos de entrada a lo largo de la frontera suroeste. Las citas existentes programadas a través de la aplicación CPB One ya no son válidas. Este mensaje le cayó como balde de agua helada, pues sabía que la esperanza de comenzar una nueva vida con sus hijos en EU se desvanecía. Ahora está esperando en la frontera. Reza por un alivio migratorio que le permita retomar sus planes junto con sus pequeños.

Otro caso es el de Marbella, del pueblo ñuu savi, que dejó atrás todo. En agosto pasado se fue de la Montaña, después de que tuvo la mala suerte de gustarle a un criminal. El hombre la acosó por días, la seguía a su trabajo y le decía que se casara con él. A pesar de la negativa de Marbella, el hombre no cesó el acoso. Incluso acudió a la casa familiar para pedir su mano. Sin embargo, el papá de Marbella lleno de miedo le dijo a su hija que mejor se fuera de ahí, pues el hombre mencionó: que si ella no era para él, no sería para nadie. Primero huyó a Tlapa, después a Tijuana, donde permaneció unos meses. Cuando se hizo valido solicitar una cita del CBP One en todo México, Marbella se fue a Morelos con su familia para esperar la cita. Sin embargo, en el pueblo se rumoraba que ella estaba allá y que su acosador iría por ella. La esperanza llegó cuando a inicios de enero salió su cita para el 9 de febrero. Se emocionó. Pensó que por fin estaría a salvo del temible futuro que viven las mujeres en su región. Hizo planes para volver a Tijuana unos días antes para acudir a su cita, pero el pasado 20 de enero le llegó el mismo mensaje que al resto de personas: cita cancelada. Marbella no sabe qué hacer, lo único que le queda es confiar en que pronto habrá una solución.

Los casos de ellas no son los únicos. Cada día más personas llegan a la frontera de México con EU. Piden una oportunidad. Mencionan que quieren una vida mejor. Hasta ahora, no hay camino a seguir. En los mensajes de gobierno comentan que se reinstalará el programa Quédate en México, lo que dará más responsabilidad a nuestro país. Con estas acciones, el gobierno de EU traiciona la historia de ser un país de acogida. Pareciera que se olvidaron cómo construyeron esa nación, cuando barcos de Europa llegaron e invadieron una tierra que no era suya o de cómo se apropiaron de territorios como California, Arizona, Texas o Nuevo México que no eran de ellos. Ni qué decir de todas las embarcaciones que trajeron personas esclavas de África para construir grandes edificaciones como la Casa Blanca. De esos hechos no se quejan ni dicen nada, ni preparan acciones ejecutivas para enmendar sus faltas. Esa es la hipocresía de las grandes naciones como EU. Lo irónico es que mientras ellos sigan firmando documentos y discutiendo sus políticas migratorias, la gente encontrará los caminos que los lleven a lograr el anhelado sueño americano.