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La arbitrariedad trumpiana
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▲ A bordo del avión presidencial, Donald Trump, acompañado por la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, habló con los reporteros. El mandatario enfrentará, entre otros retos, el déficit que su país tiene con China.Foto Ap
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l declive de la globalización neoliberal trajo consigo el declive del dominio de Estados Unidos (EU) en la economía mundial. El imperio tiende a agotarse y, en respuesta, surgen los proyectos de recuperación de Joe Biden al que le sigue el de Donald Trump. Se trata de fondo del mismo proyecto: restablecer el lugar antes indisputado de EU, aunque el estilo, la intensidad, las vías y los instrumentos de cada personaje sean distintos.

En junio de 2022, el entonces presidente Biden dijo en conferencia de prensa en Madrid: “Creo que todos estamos de acuerdo en que ésta ha sido una cumbre histórica de la OTAN… La última vez que la OTAN redactó una nueva declaración de principios fue hace 12 años. En aquel momento [yo] calificaba a Rusia de socio, y ni siquiera mencionaba a China. El mundo ha cambiado, ha cambiado mucho desde entonces. Y la OTAN también está cambiando. En esta cumbre hemos reunido a nuestras alianzas para hacer frente tanto a las amenazas directas que Rusia representa para Europa como a los retos sistémicos que China plantea para un orden mundial basado en reglas”. El mismo discurso, con otras palabras y en otros espacios y circunstancias, fue repetido muchas veces por Biden. Ciertamente, las reglas que tanto ha invocado Biden son las reglas neoliberales para el dominio estadunidense. Trump, por su parte, está en la mismas y tiene más prisa; aunque parece dudar de la guerra como vía para imponerse al resto del mundo. La fuerza del capital estadunidense y los instrumentos de la economía, muy en particular los aranceles, son sus armas privilegiadas; su asunto es doblegar a los demás, como un capitalista subyuga a otros capitalistas en la arena de la competencia capitalista.

El proyecto Biden-Trump se inscribe por necesidad en el trayecto del auge y el declive inexorable de la globalización neoliberal. El punto de inflexión e inicio del trayecto neoliberal fue la caída estrepitosa de la URSS (1989-1991), resultado de una crisis terminal provocada por una larga historia de debilitamiento de su economía. La planificación centralizada halló límites que le impuso la tecnología digital en materia de control y administración económica de los años 1950-1980, por entonces poco desarrollada; la planificación de la URSS, además, estaba afectada por una corrupción galopante en el seno de las élites políticas, facilitada por una organización política del Estado sin mecanismos de vigilancia y corrección por parte de la sociedad soviética.

La URSS se disuelve en diciembre de 1991 con la renuncia de Mijaíl Gorbachov y sigue una década de crisis extrema: la corrupción creció aún más con Boris Yeltsin, sobrevino un colosal caos económico, la asunción del Consenso de Washington, el empobrecimiento agudo de la sociedad, el alcoholismo de Yeltsin y calamidades sin precedente hundieron a Rusia. De acuerdo con cifras del Banco Mundial, entre 1989 y 1998, el producto interno cayó 6.3 por ciento en términos reales en promedio, año tras año; perdió así 53.3 por ciento de su producción interna. A partir de 2000 empezaría otra historia para Rusia de la mano de Vladimir Putin: la economía creció a una tasa anual promedio de 3.4 por ciento. Biden pronosticó que Rusia se volvería un paria con las sanciones que el conjunto de la OTAN le aplicara después de la invasión a Ucrania, pero sucedió lo contrario, la economía avanzó más rápidamente que en los años previos.

Y surgió China a tambor batiente. Un caso único de crecimiento acelerado. Con cifras del Banco Mundial, entre 1980 y 2000, su economía se multiplicó 6.2 veces, y entre 2000 y 2023 se incrementó 6.14 veces. En los mismos lapsos, según la misma fuente, la economía de EU se elevó por 1.9 y 1.6 veces. En 2023 China era la segunda mayor economía del mundo: el PIB nominal de EU equivalía a 1.52 veces el PIB de China. En el mismo año y misma fuente, China era la primera economía del mundo: su PIB PPA (por paridad cambiaria) equivalía a 1.19 veces el PIB de EU. China es la primera potencia manufacturera con 31.6 por ciento del total mundial, según el portal de EU SafeGuard Global; le sigue EU, con 15.9 por ciento. Es también la segunda potencia en inversión extranjera directa y ha creado obras de infraestructura en casi 150 países. China ha llevado sus naves a la Luna y Marte, como EU; ambos países compiten en computación cuántica, inteligencia artificial y un largo etcétera. Por eso China representa una amenaza sistémica.

A Trump le preocupa de modo especial el déficit comercial que EU tiene con muchos países, en particular el que tiene con China. Según la Oficina del Censo deEstados Unidos, el déficit comercial de bienes de EU con China aumentó de manera gradual desde 6 mil millones de dólares, en 1985, a la asombrosa cifra (palabras de esa oficina) de 382 mil millones de dólares en 2022 (279 mil millones en 2023). El déficit con China llevó a Donald Trump, en marzo de 2018, a iniciar una guerra comercial contra China, imponiéndole aranceles por 50 mil millones de dólares a productos provenientes de este país oriental. China respondió imponiendo aranceles a 128 productos estadunidenses, incluida la soya, una de las principales exportaciones de EU a China.

Parece que veremos una segunda parte de esa guerra que, un tanto sottovoce, mantuvo Biden, acusando a China de robo de propiedad intelectual y de prácticas comerciales fraudulentas, entre otras cosas. El déficit comercial de EU con China (y con muchos otros países) será convertido en una guerra comercial montada sobre la pavorosa ignorancia de Mr. Trump. La semana pasada en una declaración contra la OTAN dijo que España era un país BRICS. Será de verse hasta dónde llegará el amago de los aranceles.

Los determinantes fundamentales del saldo de la balanza comercial de un país son de orden macroeconómico. El déficit comercial externo de EU con China está determinado por los niveles de ahorro e inversión de EU, no por las políticas comerciales e industriales de China, que pueden tener apenas una tenue relación con ese déficit.

En septiembre de 2024, el FMI (no algún izquierdista peligroso) publicó el estudio Trade balances in China and the US are largely driven by domestic macro forces (Las balanzas comerciales en China y Estados Unidos se ven impulsadas principalmente por fuerzas macroeconómicas nacionales [https://www.imf.org/en/Blogs/Articles/2024/09/12/trade-balances-in-china-and-the-us-are-largely-driven-by-domestic-macro-forces]). El estudio explica el origen de los superávit y deficit de China y EU, y presenta su análisis econométrico. Los aranceles tienen poca o muy poca relación con la marcha efectiva de los datos de la balanza de pagos. Pero los palos de ciego de la guerra comercial seguirán porque el elemental mercantilismo proteccionista de Trump y de sus socios ultramillonarios los propinarán con gran entusiasmo. Ni modo: la arbitrariedad trumpista puede provocar grandes desórdenes en la economía mundial, y en la economía gringa afectaciones tipo harakiri.

Nada cambiará la determinación de EU de hacer de China el principal motivo de su caída. Este lance será el eje principal del conflicto mundial y marcará el carácter de la lucha social y política. Por ese pleito cavernícola, EU reunirá toda la fuerza que pueda: frenará toda ayuda hacia el exterior, suspenderá todas las guerras que pueda porque su asunto no es ganar con la fuerza militar, sino ganar ríos de plata. Se alejará de la OTAN. Se retiró ya del Acuerdo de París y manda al diablo sus obligaciones con el medio ambiente: “Tenemos una emergencia energética, así que vamos a perforar, baby, a perforar”, dijo Mr. Trump. Resulta, sin embargo, que, como varias publicaciones señalaron, no hay en EU tal cosa como una emergencia energética. La producción de petróleo y gas está superando el crecimiento del consumo, EU vive un auge de sus exportaciones petrolíferas; tanto, que su balanza externa petrolera es superavitaria; se trata en realidad de apuntalar su megaproyecto de IA Stargate.

La salud humana a la basura, adiós, Organización Mundial de la Salud, adiós. La arbitrariedad del troglodita no conocerá reposo, buscando ganar más y más. No importa que en los últimos años sus multimillonarios se hayan apoderado de más millones que nunca, hay que ir por más. Y, claro, el proceso gringo invita a todos los ricos del planeta a ir más lejos, con la desinhibición por delante, tal como lo mostraron los nuevos amos de las Big Tech en la toma de posesión. Thomas Piketty nos asombrará con el grado al que llegará la desigualdad que nos espera. Las derechas y las ultraderechas del mundo están de plácemes y ya ven nuevos estados que conquistar para agrandar sus arcas: Alemania, por ejemplo.

China, se advierte, es el motivo principialísimo por el que Trump intentará intervenciones más profundas en América Latina. Remediales y preventivas. La inauguración del puerto de Chancay –¡que los chinos pronuncian Shanghái!–, en Perú, a 75 kilómetros de Lima, fue la gota que derramó el vaso más allá de lo que Trump puede tolerar. Chancay estaba destinado a convertirse en el primer hub logístico chino para su operación en Sudamérica. El imperialismo estadunidense no lo tolera. Aún no sabemos cómo Trump impedirá que ese proyecto prospere. Por lo pronto, se propone apropiarse del Canal de Panamá.

Para que no haya dudas, entre las primeras decisiones terminantes de Trump estuvo la cancelación del acuerdo de Biden de retirar a Cuba de la lista de EU de países patrocinadores del terrorismo. Trump probablemente se va a emplear muchos más a fondo contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, pero no solamente. MAGA requiere que América Latina esté alineada al imperio. Los países latinoamericanos que han estado sacando de sus manicomios y de sus cárceles a sus peores asesinos y violadores para enviarlos a EU, entre ellos México, según la atrabiliaria narrativa trumpiana, se las verán con Trump. Es decir, la migración que EU convierte sistemáticamente en indocumentada, es la coartada ideológica para sujetar a América Latina a su propósito de reconquistar el culmen mundial.

Por otra parte, entre millonarios el trato no es fácil. Elon Musk criticó ácidamente el proyecto Stargate de Mr. Trump, de 500 mil millones de dólares, dedicado a la inteligencia artificial. Y la señora Susie Wiles le negó a Musk una oficina en la Casa Blanca.

La globalización neoliberal se halla en un tobogán. El huracán trumpiano le ayudará a cobrar mayor velocidad.