Impune cadena de fraudes
ea designado por el pueblo o por el mismísimo dedo de Dios, el aparato de justicia en el mundo siempre irá rezagado de la realidad que pretende sanear o al menos disminuir. Desde siempre, la filantropía del Estado ha sido sospechosa de una oportuna e inevitable complicidad con la delincuencia organizada, habida cuenta de que hay más dinero a repartir de los malos
que de los buenos
, a merced de diferentes mecanismos justicieros tan prometedores como ineficaces que periódicamente renuevan sus propósitos de cumplir con su deber, caiga quien caiga
y otras frases históricas al uso.
A la fragilidad de la naturaleza humana la fragilidad de las instituciones responsables de impartir justicia. Unos tienen obligaciones, otros sólo dinero, pero se suele llegar a un arreglo conveniente mientras los perjudicados se quedan con un palmo de narices y promesas, hartas promesas, mientras burocracia y corrupción caminan de la mano en su noble búsqueda del bien común. La deseada igualdad ante un estado de derecho sigue siendo utopía hasta el día de hoy.
Si a lo anterior se añaden los avances tecnológicos, las llamadas redes sociales y la estampida de comerciantes de diversas latitudes vendiendo de todo y para todos, ya mediante atractivas fotografías o convincentes videos, engaños y fraudes se multiplican sin que los afectados puedan hacer nada, incluida la saturada Profeco, que si en tiempos de Echeverría no se daba abasto hoy ha sido rebasada por una realidad demencial y abusiva en un país cada vez más vulnerable.
Tiui es una empresa de paquetería
–escribe un lector que pide no dar su nombre– “encargada de entregar productos adquiridos por WhatsApp con un señor Guilherme Targino Santos, y su asistente, Daniela, de Tienda Sierra, que mediante textos dialoga con uno, llamándonos ‘amor’, ofreciendo disculpas y prometiendo resolver el problema, sin hacerlo. Al ver un video se me ocurrió solicitar una miniafeitadora china con valor de 749 pesos, a pagar contra entrega. Pagué y cuando abrí el paquete, venía sin el cable cargador. Intenté otros cables sin resultados. La señorita de Tienda Sierra lamentó lo ocurrido y en lugar de devolver el dinero prometió varias veces enviar un producto en buen estado, sin hacerlo. ¿Cuántos fraudes hay como éste sin tener a dónde recurrir? ¿Cómo resolver la indefensión de los mexicanos en su propio país ante tecnoatracadores?”, concluye frustrado.