l capo mexicano de la droga Manitas del Monte tiene el súbito anhelo de cambiar de sexo, y, para lograrlo contrata a la abogada Rita Mora Castro (Zoe Saldaña) mediante una fuerte suma de dinero, para que le procure en Tel Aviv la intervención quirúrgica necesaria, le ayude después a certificar su fingida muerte y asegure el cuidado de su esposa Jessica (Selena Gómez) y sus dos hijos, a quienes Rita procurará un exilio de lujo en Suiza. Después de un tiempo, la joven litigante recibirá una nueva encomienda por parte de un Manitas transfigurado en una mujer atractiva que responde al nombre de Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón). Se trata de que ella pueda convivir de nuevo con su familia haciéndose pasar por una prima lejana del desaparecido Manitas y adoptar así una apariencia nueva como la bondadosa tía Emilia. Por si estos cambios no fueran suficientes, Emilia desea también redimir su pasado sanguinario volviéndose una diligente acompañante y defensora de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, la mayoría de ellos víctimas de cárteles criminales como el que sigue aún controlando, desde la sombra, el propio Manitas, ahora con identidad transgénero.
Emilia Pérez (2024), comedia de trama rocambolesca teñida de melodrama negro, dirigida por el veterano francés Jacques Audiard ( Un profeta, 2009; Metal y hueso, 2012), se presenta también como un musical videoclipero acompañado de coreografías de corte hollywoodense y como una improbable propuesta operística, dos ambiciones o estrategias artísticas que no terminan de cuajar o convencer. No es dado a todo autor de cintas de acción o de dramas de suspenso, por notables que sean, incursionar con acierto y fineza en la comedia satírica a la manera de un Ernst Lubitsch o un Billy Wilder, tal vez ni siquiera del mejor Almodóvar. De ahí que, pese a las estupendas actuaciones de Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón y Adriana Paz, la cinta soporte el lastre de una sospecha continua de inverosimilitud por su manera inconsistente y simplista de tratar temas tan delicados como la transición de género en una sociedad machista o la tragedia real de la narcoviolencia y su ominosa carga de personas desaparecidas o ejecutadas, o el improbable ánimo de redención de un ser despiadado y cruel de pronto transformado en dama de la caridad o del desprendimiento humanista –en suma, una figura de culto, a la manera del legendario bandolero sinaloense Jesús Valverde.
Todos estos tropiezos o ingenuidades en el diseño del guion que Audiard desprende libremente de la novela Écoute, de Boris Ranzon, no justifican, sin embargo, la carga de descalificaciones absurdas que en algunos medios y redes sociales se le han lanzado al director, al punto de exigir que no se exhiba la película; en especial los insultos de un chovinismo ramplón que sentencia que un director extranjero no puede hablar a la ligera de un país que no conoce bien –argumento peregrino o malintencionado que tuvo que soportar hace 75 años un genial cineasta aragonés después de filmar Los olvidados. Y qué decir de la tontería de suponer que el país que ha abordado en su cine, con realismo crudo, el narcotráfico y los desaparecidos en cintas como Heli (2013), de Amat Escalante o Sin señas particulares (2020) de Fernanda Valadez, no sea capaz, a estas alturas, de mostrar la madurez suficiente para abordar esos mismos asuntos con las libertades que ofrece la ficción en una lúdica mezcla de géneros y con un humor fantasioso. En otros casos se ha abordado con irreverencia inofensiva el tema también espinoso del sida, como en Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón, 1991), cinta que suscitó protestas airadas, centradas en la corrección política, a la postre injustificadas. Cabe preguntarse ahora si todo artista deberá autocensurarse frente a algunos temas o someterse a un linchamiento mediático por supuestos agravios a una causa noble. ¿En la galaxia binaria que hoy afianzan Donald Trump y sus acólitos, incomodará tal vez que una actriz transgénero pueda ser nominada a un Oscar? Emilia Pérez es una cinta original que busca emular las coreografías delirantes de un Busby Berkeley o las atmósferas de un cine negro donde la clásica mujer fatal agregaría a sus encantos la sorpresa de un súbito cambio de género. A cada espectador corresponde juzgar lo atinado o fallido de esa aventura artística. Lo que será difícil negar es la estimulante audacia del intento.
Se exhibe en la Cineteca Nacional Xoco, Cine Tonalá y salas de Cinemex y Cinépolis.