ste pasado jueves se confirmó el estatus de Cónclave como película de calidad
al haber conseguido varias nominaciones al premio Oscar (que no incluyeron al director, el alemán Edward Berger, cuya habilidad no fue suficiente para convencer a los votantes de que no se dirigió sola).
La trama, basada en el best seller homónimo de Robert Harris, se presta a presentar una fachada de prestigio: un papa anciano fallece y el arzobispo decano Lawrence (Ralph Fiennes) se da a la tarea de organizar el cónclave que elegirá al nuevo pontífice con la votación de cardenales de todo el mundo. Eso desata una serie de grillas e intrigas entre los candidatos más probables.
El más popular es el estadunidense liberal Bellini (Stanley Tucci), quien dice no querer el puesto. El más odiado, el italiano Tedesco (Sergio Castelitto), añorante de las misas en latín y cuya ideología reaccionaria amenaza con retrasar aún más los preceptos católicos. Y hay uno siniestro, el canadiense Tremblay (John Lithgow), que opera secretamente para desacreditar a sus rivales, incluyendo al africano Adeyemi (Lucian Msamati) a quien le revela una amante embarazada en su pasado. Curiosamente, el cardenal mexicano Benítez (Carlos Diehz), con arquidiócesis en Bagdad y en Kabul, resulta ser clave en el proceso. (En la novela el personaje era filipino. Pero los mexicanos estamos de moda en el cine extranjero).
El ágil y bien urdido guion de Peter Straughan mueve con acierto las piezas de su intriga, aceitada por los notables actores en su reparto. Sobre todo, Fiennes sobresale como el decano forzado a hacerla de detective para escudriñar el currículo de los candidatos. Con dudas sobre su fe, el personaje parece doblarse con el peso de sus responsabilidades, y eso lo expresa el actor cabalmente.
De hecho, la actuación de Fiennes eleva a Cónclave a la apariencia de drama religioso, cuando en realidad es un thriller algo esquemático. Los otros intérpretes –hasta Lithgow, quien tiende a la sobreactuación– son controlados por Berger a no excederse en el histrionismo y obtiene una llamativa actuación de una severa Isabella Rossellini, como una monja que sabe más de lo que aparenta.
Si Berger había antes examinado con destreza los mecanismos brutales de la guerra en Sin novedad en el frente (2022), ahora lo hace con la pompa y la ceremoniosidad de los ritos católicos. Expuestos a la luz moderna, estos siguen antojándose como dignos del medioevo. Y por ahí se cuela una mirada crítica a la Iglesia católica, con diálogos alusivos a los escándalos sexuales de los curas, al pasado nazi de Benedicto XVI y, en general al comportamiento más político que piadoso de los candidatos. (En un momento, Bellini afirma no quiero ser el Richard Nixon de los papas
).
La película se reserva una última vuelta de tuerca que amenaza con desmantelar todo lo precedente, pero Berger la saca por la tangente, para no meterse en honduras. (¿Será un pretexto para hacer Cónclave 2?).
La gran virtud de Cónclave es que resulta muy entretenida. Pero no nos llamemos a engaño. El asunto no tiene más peso ni densidad que una hostia.
Cónclave
D: Edward Berger / G: Peter Straughan, basado en la novela de Robert Harris / F. en C: Stéphane Fontaine / M: Volker Bertelmann / Ed: Nick Emerson / Con: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Lucian Msamati, Isabella Rossellini / P: Indian Paintbrush, Access Entertainment, FilmNation Entertainment, House Productions. Reino Unido, Estados Unidos, 2024.
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