on motivo del noveno aniversario de su lamentado deceso ocurrido el 25 de septiembre de 2015, con 81 años bien cumplidos, la UNAM puso en su canal de televisión un emotivo programa sobre Hugo Gutiérrez Vega, uno de los jaliscienses más talentosos y poetas más finos que en el mundo han sido.
La verdad es que resultó emocionante ver y oír al propio Hugo, un amigo entrañable a quien debo mucho aprendizaje y un irrestricto respaldo, recitar algunos de sus propios poemas y hablar de su propia vida.
Nació en Guadalajara el 20 de febrero de 1934, un martes transparente, como lo eran todos los días en esa época del año, pero cabe considerar que tenía además una gran tendencia hacia la región que conocemos como Los Altos, en especial la población que se llamó Santa María de los Lagos y la gratitud de sus habitantes con su prócer preferido, prefirió que se llamara Lagos de (Pedro) Moreno.
De ahí procedía su familia materna y, en consecuencia, en ella no sólo pasó Hugo mucho tiempo en diferentes épocas, sino que en muchos sentidos se sintió vástago de ella.
Además del privilegio de su amistad, tuve varias veces el gozo de pasear algunas tardes en su compañía por esa bellísima población escudriñando rincones que le eran sumamente caros.
Con su afable parsimonia me contaba sus vivencias y alguna que otra trapacería de su juventud, frente a un portal o una ventana e incluso sin dejar de caminar por alguna calle más bien recóndita.
No fueron, claro, las primeras veces que estuve en Lagos de Moreno, pero como si lo hubieran sido.
No podría decir si me fascinó más lo que me contaba o ser testigo de su plática con alguna persona mayor con la que estaba emparentado.
Una sola vez me preguntó mi opinión de la visita y de la tournée que me había obsequiado. Mi respuesta fue que le envidiaba ese enorme arsenal de sentimientos y sensaciones que él tenía en Lagos.
La verdad es que no tenía interlocutor aborrecido. Para todos tenía, pues quienes no lo reconocían se sorprendían de lo que él sabía de ellos, y de quienes sí lo saludaban por su nombre, tenía en su memoria parque suficiente para hacerles sentir cuan importantes eran para él.
No me extrañó que en esa entrevista que se le hizo oportunamente cerca de su fallecimiento, lo primero que discurriera, después de reconocer que nació en Guadalajara, fue dejar una vasta constancia de su pertenencia a la ciudad de Lagos, aquella que Peña Nieto pensó que era la capital del estado del mismo nombre
colindante con el estado en que se encuentra León
.
Fue lamentable que Hugo hubiera ya fallecido entonces, pues su comentario no hubiera tenido precio.
Por otro lado, también supongo que ya sería hora de que la ciudad de Lagos de Moreno, Jalisco, generara un testimonio perenne de su memoria, siendo que, sin haber nacido en ella, es uno de los que más la han ostentado por el mundo y más la han honrado.
El año próximo se cumplirán 10 años de su fallecimiento, ya sería hora de que se estableciera un recuerdo permanente de su vida y, sobre todo, de su obra. Hasta en Querétaro, donde fue rector de la Universidad, entre otras cosas, ya se movilizaron.
En el estado de Jalisco, por su parte, con el gobierno que tiene ahora resulta imposible, pero suponemos que no será eterno.