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Disquero
David Lynch, músico
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▲ Foto promocional de David Lynch, guionista, músico, director y actor estadunidense, murió el 15 de enero.
 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de enero de 2025, p. a12

El disco póstumo de David Lynch (20 de enero, 1946-15 de enero, 2025) es un compendio de su pensamiento. Se titula Cellophane Memories y lo hizo a partes iguales con Chrysta Bell Zucht (San Antonio, Texas, 20 de abril, 1978), conocida como Chrystabell (Campana de Cristal).

Al escucharlo, uno sonríe, se abraza, entorna los ojos, tiene ensueños. Es lento, meditativo, sutil, de una dulzura enternecedora. Es como una película de amor de David Lynch.

El Disquero dio a conocer hace 11 años el trabajo como músico de David Lynch, cuando publicó su disco estremecedor titulado Crazy Clown Time, cuya estructura onírica es semejante a su gramática cinematográfica.

La discografía de David Lynch es intensa y extensa: tres álbumes con obra realizada por él, dos discos en colaboración con otros músicos, seis soundtracks y dos de spoken word, de los cuales destaco el maravilloso audiolibro titulado Catch the Goldfish (Atrapa el pez dorado), también disponible en formato libro impreso, dedicado a la actividad central de su vida: la práctica de la meditación.

Esa actividad lo llevó a crear la David Lynch Foundation For Consciousness-Based Education and World Peace, con la que hizo mucha obra social en muchos países, en especial con niños en desamparo. La meditación trascendental, definió Lynch, consiste en experimentar el silencio: la dicha absoluta. Nos permite cultivar el enorme depósito de energía e inteligencia que está en lo más hondo de nosotros. Es la bella experiencia de sumergirse en uno mismo. Nos brinda la posibilidad de soñar despiertos.

Lo que anima la producción artística del músico, pintor, cineasta, literato David Lynch es su notable capacidad de filmar, escribir, hacernos vivir sueños. Y lo que más amaba era soñar despierto, experiencia que retrata su obra completa. Por ejemplo, su cine. Así lo explicó a una jovencita que hizo la pregunta que nadie se atrevía a hacerle al maestro, durante una de las muchas conferencias que dictó (los jóvenes siempre han sido los mejores degustadores de toda la obra de Lynch):

−Maestro Lynch, mis amigas dicen que sus películas no hacen sentido y no se entienden, ¿qué les puedo decir? ¿Qué dice usted frente a esta idea?

Y el maestro respondió con la siguiente cátedra breve donde describe a cabalidad su trabajo:

“Amo las ideas. Me gustan las historias que tengan una estructura concreta pero que también contenga abstracciones, porque la vida está llena de abstracciones y la manera en que las desciframos es a través de la intuición. La gente está acostumbrada a ver películas que se explican solas al cien por ciento y desconectan esa cosa tan hermosa que es la intuición cuando ven una película donde hay abstracciones, mientras a su vez hay personas que aman las abstracciones porque les permiten desarrollar la habilidad de soñar. Para mí, una abstracción es algo que el cine puede decir. Amo pensar en esas imágenes y sonidos fluyendo juntos en el tiempo dentro de una secuencia y creando algo que solamente puede ser contado a través del cine. No son palabras, no es sólo música, es un cúmulo de cosas que vienen juntas y crean algo que no existía antes y eso es lo que amo hacer y depende del espectador encontrar su propia interpretación. Y en ese sentido ya no importa lo que yo piense. Cualquier proyección, incluso si todos los fotogramas del filme sean iguales entre sí, no hay proyecciones que sean exactamente iguales. Y eso mismo es lo que sucede en los sueños.

Es el espectador y es la imagen y el sonido y forman un círculo y así cobra su movimiento, en círculos y lo que sientas y lo que pienses, esa mezcla de intuición y emoción, acaba teniendo sentido. Esa es mi respuesta.

Es momento de describir el cómo David Lynch creaba música. La mejor manera de hacer es con un monólogo donde el subjetivo (término cinematográfico que define técnica realizada para que el espectador se sienta protagonista del filme) opera de manera espectacular frente a nuestros ojos, porque el personaje en cuestión, Angelo Madalamenti, habla por sí mismo y por su interlocutor, David Lynch, quien nunca aparece a cuadro pero está todo el tiempo presente.

La cámara en plano general: estamos en el estudio del compositor Angelo Madalamenti (1937-2022), quien está sentado de frente a nosotros y activa su piano eléctrico en las notas graves, mano izquierda:

Habla Angelo Madalamenti, a quien llamaremos Ányelo y Deivid a David: Dice Ányelo: Deivid me dirige, me describe ideas, acciones, situaciones, escenas, y yo las pongo en música. Me dice –agrega el compositor– Ányelo, estamos en lo profundo del bosque, oscuro, triste y vemos a una muchacha solitaria cuyo nombre es Laura Palmer y está muy triste porque algo o alguien lastimó su corazón, ponme eso en música, Ányelo y del teclado surge una melodía muy triste y melancólica que nos ubica en objetivo, porque somos ahora, por arte y magia de esa música, Laura Palmer, ante lo cual exclama David Lynch: eso, magnífico, Ányelo, ¿puedes tocar un poco más lento? ¡magnífico! ¡esa es Laura Palmer! Ahora, Ányelo, debemos hacer un cambio porque ella se acerca a nosotros, se acerca a la cámara lentamente, pon eso en música, Ányelo y él entrelaza dos temas melódicos, uno con cada mano y nos acercamos a un climax y ambos, Angelo y David, gritan jubilosos pero quien en realidad está gritando es Angelo, quien está solo frente al teclado pero la presencia de David Lynch es poderosa y nunca deja de estar ahí, sin ser visto y Angelo lo describe: ¡Deivid está feliz con esta música, me abraza y le digo: muy bien, Deivid voy a trabajar en este material en casa pero él me detiene: Ányelo, me dice Deivid, no cambies ni un acento ni una nota, ¡esto es Twin Peaks!

Y eso mismo nos sucede cuando escuchamos la música de David Lynch: un acto de magia donde de la misma manera que en sus filmes nos introduce, mediante su maestría en el manejo de la técnica del objetivo, a la escena de manera irremediable.

David Lynch practicó la meditación durante 52 años y escribió música solo y con Angelo Madalamenti durante 35 años, desde que hicieron Blue Velvet y se enamoraron de la voz de Isabella Rossellini y definió ahí David Lynch sus preferencias musicales: ama escribir música para voces maravillosas, como la de su amada Isabella la bella y también para la voz de Julee Cruise y eso nos lleva de regreso en este texto a Chrystabell, con quien grabó tres discos hermosísimos y que recomiendo con entusiasmo: This Train, de 2011; Somewhere in The Nowhere, de 2016, y el que ahora nos ocupa: Cellophane Memories, que publicaron cinco meses antes de que David falleciera, hace apenas 10 días.

Este disco, decíamos, es como una película de David Lynch, quien frente a la voz maravillosa de Chrystabell, emite frases cortas pero contundentes en teclados unas veces, en guitarra otras, para crear precisamente el tono, la atmósfera, la abstracción, el sueño que implica toda película de Lynch.

El estilo de canto de Chrystabell es muy poderoso: va del semirecitativo operístico al tono de balada de apariencia lineal pero en realidad de una complejidad musical elaborada como en sueños. Voz suave, de amplio rango, de lo agudo sin filo hasta el grave más profundo y conmovedor.

Curioso, en la portada del primer disco que grabaron juntos, This Train, aparece el rostro de ella en big close up y vemos bajo su ojo izquierdo tatuado un corazón y el nombre de David y bajo su ojo derecho aparece en su piel tatuada una lágrima.

Del segundo álbum de ellos dos, Somewhere in The Nowhere, la pieza titulada Back Seat es una obra maestra, otra película de David Lynch narrada solamente en música: ella, Chrystabell, está sentada, sola, en el asiento trasero de un coche bajo la noche estrellada (como Laura Palmer con el corazón lastimado en el fondo del oscuro bosque) y nos prodiga un monólogo en semirecitativo y vocalizaciones sutilmente eróticas, donde, otra vez, ella platica con un hombre que no existe pero está todo el tiempo en escena: hola, nene, dice ella, qué agradable estar contigo aquí, en el asiento trasero del coche, bajo la noche estrellada. Eres tan bello, ¿sabes que estoy loca por ti? Bésame, soy tuya, ¿me escuchas? Bésame otra vez…

Mientras David Lynch entona en su guitarra lamentaciones vibrátiles que nos hacen ver la escena y formar parte de ella. Escuchamos colores. No lo habíamos dicho, pero el literato, músico, cineasta y pintor David Lynch es autor de música sinestésica: escuchamos en su música colores naranja, púrpura, rosa, luces neón.

He aquí el prodigioso universo musical de David Lynch. Sean ustedes bienvenidos.

X: @PabloEspinosaB

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