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El concierto de Fito Páez en el Auditorio estuvo lleno de intimidad y emociones

La velada fue un recorrido de su trayectoria con 22 piezas que alternó entre melodías nostálgicas y ritmos vibrantes

 
Periódico La Jornada
Jueves 23 de enero de 2025, p. 7

Los aplausos eran un golpeteo rítmico, casi sincronizado, de esos que hacen vibrar el pecho. A Fito Páez apenas le dio tiempo de dar los últimos golpes al piano, para hacer una reverencia al público, y con eso capturar la energía de ese acto repetitivo de las palmas. Terminaba Un vestido y un amor, la séptima canción del concierto que el argentino ofreció la noche del martes en el Auditorio Nacional, después de su histórica presentación en el Zócalo de la Ciudad de México, donde 80 mil personas corearon sus éxitos.

Este segundo encuentro con el público mexicano fue una experiencia más íntima y emocional. Páez traía sus movimientos calculados, y aprovechó que la audiencia estaba en vilo para soltar Tumbas de la Gloria y La rueda mágica, que los asistentes siguieron verso tras verso. Desde el escenario, el rosarino guió a los asistentes como un director de orquesta, abanicando los brazos para acompañar el coro espontáneo que se formaba.

¡Qué preciosura! Ay no, no, no por favor, me ponen tan loco. Soy repudoroso, boludos, de verdad, me refriquea que me empiecen a gritar. Estoy concentrado en la música, decía el ruborizado cantante frente a un público que no dejaba de ovacionarlo.

“¿Qué hago entonces, me voy? ¿Toco de espaldas? No, no… bueno. No sé si alguien se merece tanto amor.”

La velada fue un recorrido de dos horas por su vasta trayectoria, con 22 piezas que alternaron entre melodías nostálgicas y ritmos vibrantes. El viaje comenzó con El amor después del amor, Dos días en la vida, La Verónica y Tráfico por Katmandú.

Yo vengo de un lugar que se llama planeta Tierra, y muy cerca de mi casa nació una persona exótica, delirante, que nunca se dejó llevar por lo que pasa allá afuera, y que nos deja un legado a todos. Dedico esta canción a Luis Alberto Spinetta, dijo antes de interpretar Pétalo de sal.

En la presentación destacaron los arreglos en Sasha, Sissi y el círculo de baba, Ciudad de pobres corazones y el acompañamiento vocal en Detrás del muro de los lamentos. Las luces y las proyecciones en pantalla –con tonos vivos como rojos y verdes– reforzaron la atmósfera energética del evento, mientras Fito transitaba con destreza de temas calmados a otros llenos de énfasis rítmico.

Cosas en común

“Fui criado en los años 60-70, en una familia de clase media baja, se escuchaba Sinatra, Mercedes Sosa, Armando Manzanero, y también llegaron unos arreglos conocidos como 6/8.

No quiero ser didáctico ni profesor, no me gustan los profesores, menos para mí. Pero si quiero nombrar algunas cosas, porque los teléfonos van muy rápido. Pertenecemos a un continente donde hay muchas cosas en común y hay que nombrarlas, la música es una de ellas, expresó en forma de introducción a Detrás del muro de los lamentos.

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▲ El músico argentino durante su espectáculo del martes.Foto cortesía Ocesa / Liliana Estrada

El repertorio avanzó con La balada de Donna Helena, Brillante sobre el Mic, A rodar mi vida, que llevaron al público de encender sus celulares y oscilar de un lado al otro, a sacudir banderas, suéteres, o el puño.

Después de un breve intermedio que sirvió para que los asistentes se recuperaran de rodar, y para que el rosarino cambiara el traje gris a uno negro con un clavel en la solapa, siguieron clásicos, como 11 y 6, Circo Beat, Al lado del camino, y Ciudad de pobres corazones. Esta última en donde usó una máscara de calavera.

Cadáver exquisito, Dar es dar y Mariposa tecknicolor, también encontraron eco en un público que no dejó de corear. Pero el cierre fue con Dale alegría a mi corazón, un intercambio a capela entre Páez y su público, que culminó en una oscuridad cómplice.

Muchas gracias, México, por este silencio tan hermoso para que las canciones atraviesen corazones y lleguen hasta donde tienen que llegar.

Entre el público destacaron voces que reflejan el impacto generacional del compositor. Fabiola Nava Ramírez, de 38 años de edad, escuchó por primera vez Llueve sobre mojado cuando tenía 9 años. En ese entonces no había Internet ni redes sociales, y fue hasta una década después que un amigo me consiguió los discos y comencé a seguir la carrera de Fito. Después de 20 años de ser su seguidora es la primera vez que lo veo en vivo. Estoy muy emocionada.

Santiago de Los Ríos, de 19 años, comenzó a escuchar a Páez desde los cinco años, gracias a su padre. “Nuestro tema favorito es Al lado del camino, cuando estamos enfiestados o muy alegres, siempre la cantamos, es como nuestro himno”. Santiago estuvo el sábado en el concierto del Zócalo, y describió esta segunda presentación como un encuentro más íntimo con sus seguidores.

Eladio Manjarrez, de 68 años, acudió con su esposa María Teresa y sus hijas Frida y Alín. Su gusto por el rock argentino fue el camino que lo conectó con Fito. Escucho sus canciones a todas horas, sobre todo los fines de semanas mientras arreglo algún desperfecto en el patio de la casa, comentó.

Este miércoles tuvo lugar el segundo concierto de Fito Páez en el Auditorio Nacional. Además, el domingo ofrecerá una fecha más en el Auditorio Telmex, en Zapopan, Jalisco.