Opinión
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Isocronías

Poesía hasta el fin

E

so: “En ocasiones he visto la cifra / (no sólo en la retícula de hojas / que gustan de exhibirse para mí, / no sólo en lo fatal / de la belleza; / la he visto recortada por las cosas, / espacio entre dos árboles, / navaja de los párpados, / blanquísima elocuencia en el acceso / de asma, / costura entre dos nadas, trenza / vacía y ensimismada: / figura circular que no tiene final / ni tiene origen –floto, en el centro floto–), / pero nunca he podido pronunciarla”.

Mazagatos: “El pueblo tiene veinte o treinta casas / a lo más. / No vimos una iglesia ni encontramos / plaza alguna. / Lo agotamos en segundos / y nos fuimos / –y el pueblo se redujo, en el espejo, / a un montoncito medieval de piedras. / Pero hoy su nombre insiste / como un conjuro arcano: / Mazagatos, / Mazagatos”.

Mafia: Una mafia es nosotros, / contra yo.

Arriba tres impecables poemas –no faltará quien los haya reconocido– de Julio Trujillo, recientemente fallecido y al cual Eduardo Hurtado define como poeta extraordinario, leal a la profundidad, entusiasta de explorarlo todo, siempre cavando hondo, y cuya mirada crítica, su humor francamente corrosivo y su absoluta pasión por la poesía no serán olvidados.

José Eugenio Sánchez (excepto puntos suspensivos, el final y la diagonal, signos de los que me responsabilizo, respetamos su sintaxis): “julio escribió que a los suicidas y a los carpinteros les interesan las herramientas que van a usar y no el objeto a construir: algo así es su poesía: una especie de diagrama o puzzle a resolver: y así fue regando las pistas que su inconsciente lo deslumbraba con revelaciones: vámonos: un poema en x y un día antes de desaparecer festejó el cumpleaños de su padre muerto: / julio murió en el sitio que dylan thomas consideró que era el lugar más bello del mundo: murió en la vertiente de agua más terrible del invierno donde las cosas pasan con exagerada calma: y momentos antes de hacerlo julio escribió que el mar no le dolería porque ya conocía la fuente: y se entregó a él: no para ahogarse sino para beberlo: poesía hasta el fin”.

Enrique Krauze (2009, sobre El capitán Trujillo): Se puede ser poeta y ser feliz, me dijo alguna vez… Viéndolo trabajar, escribir, gozar y vivir, he comenzado a descreer en el genio tácito de los poetas malditos. Hay también poetas benditos.

Ricardo Cayuela: Hay un dolor que no podemos imaginar ni comprender, sólo respetar.