Opinión
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Trump y el nudo gordiano de Occidente
U

no. ¿A quién endosar la deriva del capitalismo occidental? Un amigo sesentista responsabiliza a los compinches del magnate sudafricano y racista Elon Musk, dueño de una fortuna que haría morir de envidia a Midas, aquel mítico rey de Frigia que tenía el don de convertir en oro todo lo que tocaba.

Dos. Midas era hijo de Gordio, humilde labrador que fue nombrado rey por haber entrado por la puerta de Oriente a esa región central de la Turquía actual, tal como había previsto el oráculo. Con lo cual, en señal de agradecimiento, ofreció su carro al templo de Zeus, atando la lanza y el yugo con un nudo tan complicado, que nadie podía desatar.

Tres. Sin embargo, cuatro siglos después, el macedonio Alejandro llegó a Frigia por la puerta de Occidente, y frente a la exigencia del pueblo de desatar el nudo para ser legitimado, lo cortó de un tajo diciendo: es lo mismo cortarlo que desatarlo. Desde entonces, la expresión nudo gordiano simboliza a los problemas difíciles de resolver.

Cuatro. Días atrás, luego del hipócrita alerta de Joe Biden en su discurso de despedida (preocupante y peligrosa concentración de poder en manos de ultrarricos), el amigo sesentista exclamó con resignación fatalista: “¡Ganó ‘Goldfinger’!” Se refería a Musk, como dijimos, y al supervillano de la novela homónima de Ian Smith llevada a la pantalla grande por Guy Hamilton (1964).

Cinco. Calculo haber visto Goldfinger ene veces, filme de la guerra fría que recurre a tópicos aún vigentes: chinos comunistas y (cómo no), narcos latinos al servicio del malísimo que intentan contaminar radiactivamente el depósito federal de reservas de oro de Estados Unidos en Fort Knox (Kentucky). Nudo gordiano que el agente 007 (o sea, James Bond) rompe con la pinche pistolita Beretta que Sotheby’s subastó en 2020 por 256 mil dólares. ¡Ah!, sin quitarse el esmoquin.

Seis. Durante la guerra fría, los escritores ingleses crearon vigorosos personajes de ficción. No obstante, el pedante 007 (o sea, Sean Connery) tuvo su némesis en El espía que surgió del frío, novela del inigualable ­John Le Carré que desarrolló tramas más complejas para reformular los entresijos geopolíticos de las grandes potencias. Gracias a Le Carré, entendí que los supervillanos nunca mueren, y que Picasso tenía razón: El arte es la mentira que nos permite comprender la verdad.

Siete. Glosando al comunista italiano Bruno Rizzi, el oxímoron guerra fría fue acuñado en plena guerra caliente por el troskista estadunidense James Burnham, quien decía que el capitalismo no iba a ser remplazado por el socialismo ni la clase obrera, sino por ejecutivos, técnicos, burócratas, militares y megamillonarios ( La revolución gerencial, 1941).

Ocho. Luego, el anarcovirginal George Orwell retomó dicha expresión, instalando el supuesto de que nazis alemanes, burócratas soviéticos y liberales estadunidenses, guardaban pocas diferencias. Con lo cual, terminaron colaborando con la Oficina de Servicios Estratégicos (precursora de la CIA), denunciando a escritores y cineastas sospechados de simpatizar con el fascismo rojo (Rizzi).

Nueve. Tras el referido discurso de Biden, algunos medios evocaron al presidente Dwight Eisenhower en su propia despedida: “En los consejos de gobierno, debemos evitar la compra de influencias injustificadas […] por el complejo industrial-militar” (17/1/1961). Idea que, seguramente, le acercó algún lector de La élite del poder (1956), libro del sociólogo liberal Wright Mills que analiza la indefensión del ciudadano frente los intereses militares, corporativos y políticos de la sociedad.

Diez. En suma, los politólogos superilustrados de Occidente empiezan a resentir la confusión de las distópicas utopías que tuvieron su clímax en el emblemático 1989, cuando las ideologías realmente existentes (con excepción de la sionista) cayeron hacia ambos lados del muro. Aunque también es posible que el momento de inflexión que atraviesa la política occidental surgió con el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York (2001), jamás investigado.

Once. Momento aquel en que el multimillonario estadunidense Warren Buffett aprovechó para decir que la lucha de clases siempre existió, y que los suyos la iban ganando. Un sinceramiento que no le permitió vislumbrar aquello que las ultraderechas olfateaban: que los condenados de la tierra pasaban a la ofensiva, y que el equilibrio de poderes siempre fue un bulo de idealistas reaccionarios.

Doce. Así, en esta época de poco amor y mucho egocentrismo, honorables medios corporativos como The New York Times , The Economist , El País de España o Infobae (entre otros) sólo editan fake news, calumnias, odio, difamación, insultos y un modo de entender la libertad con resultados que saltan a la vista: la naturalización del genocidio militar y económico y, por sobre todo, la degradación de la vida humana junto con la extinción cultural y ambiental de pueblos enteros.