Opinión
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El Correo Ilustrado

Con el estadunidense vienen tiempos aciagos

C

on el ascenso de Trump vienen años difíciles, probablemente aciagos para México y muchos países. Vaya paradoja. Un delincuente convicto con 14 cargos que parte de la base sin credibilidad de que ellos (los estadunidenses) son los buenos y los demás son los canallas que los roban en el comercio o los destruyen con las drogas, cuando desde hace 60 años, al menos, nunca han agarrado a un capo de la droga estadunidense y 80 por ciento de las armas que tiene en México el crimen organizado viene de Estados Unidos. Steve Bannon, que conoció a Trump como pocos, lo señaló hace unos días como alguien verdaderamente malvado. Un delincuente convicto que es –será– capaz de los actos más inhumanos y atroces, como ya los cometió en su primer mandato y volverá a hacerlos aún peores en estos cuatro años.

El gobierno mexicano deberá actuar con gran lucidez y habilidad y demostrar que se negocia pero no se pliega, o dicho inolvidablemente por Melchor Ocampo en los peores días, "me doblo pero no me quiebro”. Eso ha prometido el gobierno. Con toda firmeza debe de cumplirlo.

Marco Antonio Campos

Llama a detener la ola anarcocapitalista

Además de la beligerante y xenófoba política exterior que ha comenzado a ejercer Donald Trump en sólo dos días de su regreso a la Casa Blanca, se evidencia también el inicio de la misma política interior que sufre Argentina bajo el mandato de Javier Milei, que ciertamente, en el último año, ha sido el laboratorio de prueba de la oligarquía internacional, política de desregulación que se verá replicada dentro del país del norte, con anunciados cortes a las instituciones de asistencia social, salud, educación y derechos reproductivos, de las diversidades raciales, y comunidad LGBT+.

Así anunció Elon Musk durante la toma de protesta de Trump: Más libertad y menos regulación, refiriéndose a la libertad de acumulación con pisoteo de derechos civiles de la población estadunidense, mucha de la cual votó por el magnate bajo su promesa de dar solución mágica a la crisis de desempleo de ya larga data, lo cual fue un canto de sirena similar a las promesas de campaña de Milei en la nación austral, donde cada vez son más los que expresan arrepentimiento por haber votado al libertario.

No sólo los mexicanos y toda Latinoamérica debemos mantener alta la guardia frente a la embestida de la facción anarco-capitalista en su momento más desesperado, sino los mismos ciudadanos estadunidenses que indudablemente comenzarán a sufrir un mayor cercenamiento de su estado de derecho e instituciones civiles.

Horacio Socolovsky Aguilera.

¿Político o profeta?

Ahora resulta que Donald Trump es un enviado de la divinidad, cuya misión es hacer que Estados Unidos sea grande otra vez. Porque así lo dijo textualmente en el acto político en el que asumió su segundo mandato al cargo presidencial: mi vida fue salvada por por Dios para hacer grande a América otra vez (La Jornada, 21/1/25, pág. 3). ¿Será que es Trump un elegido, capaz de salvar al mundo? ¿Es una rencarnación de quienes han asumido esta tarea en el devenir histórico? ¿Es acaso una especie de Cristo redivivo?

Hay quienes así lo creen, y en ello va su apuesta. Uno de ellos es Ricardo Salinas Pliego, quien pagó la cena de celebración del empoderado empresario. Otro es Elon Musk, el que más aportó a los gastos de la campaña y que nos ofreció el saludo al estilo Adolfo Hitler.

Cierto que no hay a quién irle entre la clase hegemónica estadunidense. Joe Biden y su vicepresidenta Kamala Harris mantuvieron su complicidad con el genocidio operado por Netanyahu. Y en un escenario electoral tan controlado por los oligarcas, las alternativas electorales brillan por su ausencia.

No ahorró Trump calificativos ni amenazas cuando hizo referencia a México. Los millones de paisanos nuestros que allá viven, tendrían –según él– esencia criminal. Y por ello arremete contra ellos y otros sectores, con una andanada de decretos de enorme agresividad. Así, su fachada de profeta se desdibuja, pues no resiste la confrontación con sus hechos. Sería muy difícil creer que una divinidad está avalando tantas maldades.

La sabiduría de nuestro pueblo es proverbial: No hay persona más peligrosa que aquella que afirma ejecutar las órdenes de Dios. Nos corresponde actuar con cautela y con firmeza.

José Enrique González Ruiz