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EU: estampas de la sucesión
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ijo el presidente Joe Biden en su mensaje de despedida que hoy día está tomando forma en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que literalmente amenaza nuestros derechos y libertades básicas y la oportunidad justa para que todos salgan adelante. Y evocando a su remoto antecesor Dwight Eisenhower, se manifestó preocupado por el posible surgimiento de un complejo industrial-tecnológico que también podría representar peligros reales para nuestro país. Eso dijo quien ha sido partícipe, benefactor y beneficiario de esa misma concentración de poder oligárquico que existe desde mucho antes de que el declarante llegara a la Casa Blanca.

A Biden le molesta la ostentación de dinero de Donald Trump y le dolió especialmente la aportación de 100 millones de dólares (mdd) por parte de Elon Musk a la campaña del republicano. Pero no debería disgustarse tanto, porque en el proceso electoral de 2020 Michael Bloomberg donó una cantidad similar a la campaña del propio Biden (https://shorturl.at/Q9q39), que costó cerca de mil mdd (https://rb.gy/b6mtl5). Ciertamente, desde el punto de vista patrimonial, Biden (https://rb.gy/5cq8av) está muy lejos de lo que él llama la extrema riqueza (sus propiedades inmobiliarias suman unos 10 mdd) y frente a quien lo sucederá en el despacho oval, que posee una fortuna calculada en 7 mil 300 mdd (https://rb.gy/5cq8av), puede considerarse casi un indigente.

Por lo demás, y por estruendosa que resulte la propaganda progre del Partido Demócrata, el poder político estadunidense ha estado, está y seguirá estando al servicio de los grandes capitales, no de la gente. Biden ha hecho mucho más por eso que solía denominarse complejo militar-industrial (asépticamente rebautizado como industrial-tecnológico) que por los 37 millones de pobres que habitan en el país más rico del mundo (https://rb.gy/tmig69), como lo prueban los 100 mil mdd en armas y asistencia militar que su gobierno ha entregado a Ucrania (https://rb.gy/7r28ew) y los 26 mil mdd al régimen israelí (https://shorturl.at/yYoXQ); haciendo cálculos, se trata de una asistencia de 2 mil 702 dólares por habitante para el país eslavo y cada uno de los 46 mil palestinos asesinados por las fuerzas de Tel Aviv en estos 45 meses le ha costado a los contribuyentes estadunidenses más de medio millón de dólares. Lo cierto es que esa ayuda en especie es un impulso gigantesco para el buen desempeño financiero de la industria de armamento de Estados Unidos, la misma que produce los fusiles de asalto de cuya proliferación tanto se queja Biden cada vez que ocurre una masacre mayor en alguna calle, centro comercial, escuela, iglesia o antro del país vecino.

En fin, que frente a la repulsiva fanfarronería de Trump, Biden actúa hasta el final como mosquita muerta y el espectáculo no es menos desagradable.

El protosecretario de Estado de la superpotencia vecina, Marco Rubio, dice que el adversario más poderoso y el más peligroso de cuantos ha enfrentado su país es China, porque ha utilizado contra Washington el orden global que se estableció en la posguerra (https://shorturl.at/zOREc). Tal vez su valoración esté en lo cierto, en referencia al hecho de que Pekín ha sabido jugar bajo las reglas de la globalización impulsada por Estados Unidos y aprovecharlas para convertirse en una potencia industrial y tecnológica desafiante. Pero las amenazas de Trump de dar una patada al tablero de juego no son precisamente la manera más inteligente de enfrentar tal desafío.

Dicho por la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, los aranceles de 25 por ciento a las importaciones desde México y Canadá con los que amenaza Trump podrían perjudicar al sector automotor estadunidense, disparar los precios de los vehículos y beneficiar a... Pekín: “Piensen en esto: 70 por ciento de todas las piezas de automóvil que fabricamos en Michigan van directamente a nuestros vecinos […]. El único ganador en esta ecuación sería China. Nada le gustaría más que ver cómo paralizamos nosotros solos el ecosistema automotor estadunidense” (https://shorturl.at/OpEiD).

Voces dentro de Estados Unidos, países amenazados por las fanfarronerías trumpianas y economistas del mundo lo han señalado: si el energúmeno republicano se empecina en llevar a la práctica sus amagos arancelarios, la economía de su país se hundirá. Ciertamente, con ella arrastraría al mundo a una situación catastrófica, pero a fin de cuentas el único que estaría en guerra comercial contra casi todo el resto del planeta sería Washington –México, en contraste, no tiene bronca con nadie y puede, aunque a un elevadísimo costo, diversificar sus lazos comerciales– y así le iría. En una de esas, la distopía trumpiana logra crear algo parecido a la gran crisis de 1929. De ser así, tendría que cambiarle una palabra a su lema Make America Great Again (MAGA) y dejarlo en Make America Miserable Again (MAMA).