Dictadura sobre las necesidades. La visión de György Márkus sobre el socialismo realmente existente, XIV // Tres economías interactuando en cada país
n los países socialistas de Europa Oriental (PSEO), escribió György Márkus (GM), se vivió una interacción e interpenetración difícil de tres economías gobernadas por mecanismos muy diversos y opuestos. La primera, la economía de mando o sistema oficial –en la cual mecanismos de oferta y demanda de los pseudomercados de mercancías y fuerza de trabajo (FT) juegan un papel mayor o menor pero siempre subordinado– tiene una posición absolutamente predominante y determinante, sobre todo en lo referente a la dirección y dinámica del desarrollo económico. Esto se debe tanto a su peso económico preponderante como a que concentra el poder político, lo que le permite restringir y fijar las condiciones para el funcionamiento de las otras economías. Como la economía oficial es en principio incapaz de proveer bienes para una demanda diferenciada y variable, fue necesario complementarla con una segunda economía de empresas privadas que funciona más o menos con principios estrictos de mercado y ganancias que, en algunos países y ramas –servicios, construcción de viviendas y producción y comercialización de bienes semilujosos– adquirió preponderancia. Esta economía incluye pequeñas empresas privadas, talleres artesanales independientes, tiendas privadas, la actividad de cooperativas campesinas en lotes domésticos, así como la muy extendida práctica del pluriempleo y otras varias áreas grises de actividad económica. Esta segunda economía desempeña la función de llenar las brechas entre producción y consumo generadas por la economía de mando. Contribuyó mucho a mejorar la satisfacción de las necesidades de consumo. Al relajar el control sobre actividades privadas (legales y semilegales) de obtención de ingresos, se abrieron canales mediante los cuales una parte muy significativa de la población pudo mejorar su situación a través de su propia iniciativa. Pero este proceso, comenta GM, estimuló el proceso de atomización social que es una precondición para la dominación social incontestada del aparato burocrático. Esto crea diferencias y conflictos, estratifica a población que antes estaba en la misma posición social. Actúa, pues, como mecanismo de fragmentación social. Sus efectos en la economía oficial son paradójicos: la complementa, pero la obstaculiza. Introduce un doble sistema de salarios: el oficial y el privado, aunque en ambos casos el grueso del trabajo es provisto por empleados de las empresas oficiales. El nuevo salario es siempre mayor que el oficial. Este sistema de tarifas duales se extiende a los bienes y servicios de consumo. La segunda economía hace asequibles bienes que no lo eran para la mayoría, de mejor calidad y a precios mucho más altos. El acceso a departamentos para parejas jóvenes es el más importante ejemplo; para poder tener acceso a ellos es necesario obtener ingresos de esta segunda economía. Así, la segunda economía es un círculo en expansión que va minando la productividad de la primera economía. En Alemania Oriental y en Polonia hay dos monedas circulantes: la local y una extranjera, y sólo ésta permite adquirir algunos bienes y servicios. Los trabajadores de la primera economía que hacen tareas privadas (fuera del horario de trabajo) usan herramientas y materiales robados de su trabajo oficial. Los empresarios florecen, dice GM, porque tienen su cadena de contactos, empezando con el ministerio respectivo y terminando con las vendedoras en las tiendas. El resultado es la criminalización de la vida económica, que la población ve como algo normal. A fin de cuentas, la segunda economía ayuda a integrar la producción y el consumo, pero a costa de desintegrar la producción misma, al menos en su aspecto subjetivo: la motivación para trabajar.
La criminalización no hubiese llegado tan lejos si la transgresión de reglas y la evasión de canales oficiales no hubiese sido ya una práctica incrustada en la primera economía, dice GM e introduce la tercera economía. Si la segunda economía, explica, cubre las brechas de consumo de la primera economía, la tercera cubre las brechas en la organización misma de la primera economía. Mientras la segunda está regulada por mecanismos de mercado, en la tercera economía los mecanismos de intercambio y reciprocidad –mejor conocidos por la antropología económica que por las descripciones de las sociedades modernas–, son los dominantes. La tercera economía es la de relaciones personales de asistencia en caso de subabastos y otras emergencias desequilibrantes, básicamente entre miembros del aparato administrativo burocrático, ya descritas antes. El papel de estas relaciones en el funcionamiento normal de la economía difícilmente puede sobreestimarse. Las reorganizaciones administrativas de los últimos años del periodo de Kruschev tuvieron efectos desastrosos en la URSS porque destruyeron estos vínculos informales. Las empresas grandes de la segunda economía usualmente se vinculan con la primera a través de los mecanismos de la tercera. Se ha creado una escisión creciente entre la economía oficial y la real. El divorcio creciente entre las dos realidades es sólo uno de los signos de las crecientes contradicciones que parecen apuntar a una nueva crisis de los PSEO. Hay algunas indicaciones de que el otro tipo de segmentación, entre la industria civil y militar respecto a sus niveles de desarrollo tecnológico, se está volviendo también fuente de tensiones estructurales crecientes. Pero el más importante indicador de una próxima crisis social es la más fuerte caída en la tasa de crecimiento económico desde la estabilización posestalinista, que hace dudar que la economía pueda proveer tanto al impulso armamentista como al aumento en los niveles de vida de la población. Los planes recientemente aprobados muestran que lo mejor que puede esperarse es un estancamiento en el nivel de ingresos reales, lo que equivale a repudiar los términos del compromiso social posestalinista. Sin embargo, concluye GM, no debe subestimarse la enorme resiliencia de los sistemas de dominación social vigentes, cuyos aspectos económicos hemos analizado aquí. Las sociedades de tipo soviético representan una formación socioeconómica con gran capacidad de reproducirse a pesar de todas sus contradicciones y que ha demostrado un raro poder de resurrección incluso después de un aparente colapso. Puesto que la propiedad corporativa del aparato, las bases materiales de su dominación, representa sólo la faceta económica de una monopolización de todos los medios de organización e interacción social, surge la pregunta si, bajo estas condiciones, se podrán generar fuerzas sociales suficientes organizadas desde abajo que fuesen capaces de usar la situación de crisis para imponer nuevas direcciones al desarrollo social. Esta pregunta no estimula un optimismo fácil, especialmente si se toma en cuenta el hecho de que la pregunta debe ser planteada sobre todo en relación con el centro de poder y eje del sistema entero: la URSS.
Así concluye el capítulo 2 de Dictatorship Over Needs, escrito por György Márkus.