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Corazón delator de la Orión
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a Comuna 13 de Medellín en Colombia había soportado en mayo de 2002 un primer embate armado cuando – justificando proteger las elecciones presidenciales que ganó Álvaro Uribe– iniciaron un escenario de guerra urbana denominada Operación Mariscal, que después se repetiría, con la presencia paramilitar, en octubre de ese mismo año, bajo el nombre de la Operación Orión. Mario Montoya, general del ejército, denominaba este barrio como una república independiente, ciertamente un área de control de los Comandos Armados del Pueblo (CAP), y milicias urbanas de las FARC-EP y del ELN, pero también ubicados en un lugar estratégico de la ciudad como en su salida a Urabá, codiciada por los ejércitos narcotraficantes y paramilitares.

Orión fue una operación contrainsurgente, narcotraficante y paramilitar urbana dirigida por el gobierno nacional y la alcaldía de esa capital, basada en un trabajo que el ejército y la policía habían desarrollado en compañía del gobierno de Estados Unidos. Todos acompañados de dos ejércitos paramilitares: el Bloque Cacique Nutibara, dirigido por Diego Murillo, alias Don Berna, y del Bloque Metro, bajo el control de Carlos García, alias Doble Cero, los cuales recuerdan al Canis Maior y Minor que acompañan en el cielo a Orión. Esta alianza la confirmó la Comisión de la Verdad, citada en el libro No matarás (p. 450), de la comisionada Marta Ruiz, en un relato de un ex militar: “¿Mi misión cuál fue? Ir a Medellín, recoger los guías de las autodefensas, estaba Don Berna, Doble Cero, estaba todo reunido, no habían peleado: ‘Vamos a recuperar la Comuna 13’, reuní los manes en un jeep y una camionetica, los llevé a la Cuarta Brigada, les dije ‘Mi general, aquí están los informantes que conocen todo, todo’, los dejé ahí. […] Ellos sí sabían que Don Berna se los había mandado, y que se los había mandado Carlos y Doble Cero”.

De esta operación y la subsecuente paramilitarización de Medellín quedó un legado que no puede ser resumido como uso desproporcionado de la violencia: un helicóptero en plena ciudad disparando contra una montaña es una imagen de guerra total y distópica. Los relatos de familias y vecinos acerca de la desaparición de cientos de personas recordaban al país que la impunidad latía. Y uno de los corazones delatores que lo hacía con más fuerza era La Escombrera, un terreno en el que se instaló el grupo paramilitar donde ejecutó a sus víctimas y las enterró bajo toneladas de desechos de construcción. Muchos de estos escombros salieron del boom inmobiliario de la montaña que observa al frente San Javier, en los barrios más privilegiados de Medellín.

En La sombra de Orión, novela de Pablo Montoya, él reconstruye la tragedia de familiares de desaparecidos. Describe a este corazón delator: Vengo del fuego y voy hacia él. Soy tierra calcinada. En mi sangre brasas sin tregua. Resuenan las reyertas en mí como si yo fuera la extensión de un desagravio jamás consumado. Me llamo Ofelia María Cifuentes y estoy en La Escombrera. Aquí sólo hay una oscuridad compacta. Polvo, piedras y basura. Yo misma mezclada con todo ello (p. 299).

En la entrevista que responde Mario Montoya Uribe –comandante general del ejército entre 2006 y 2008, y de la brigada que allí operó en 2002–, en el libro Memorias militares (2020), donde se le pregunta por la Operación Orión declaró: ¿Qué sucedió? Una vez pasan esos dos días de la operación, ocupamos el área. Con apoyo de la gobernación y de la alcaldía, alquilamos casas. Esto no se ha contado. Alquilamos casas desocupadas, de gente que se había ido y no quería volver porque los mataban. En esas casas alquiladas ubiqué una escuadra, un pequeño cuartel. Un suboficial y nueve soldados en cada casa. Coloqué 20 puntos de esos. La policía empezó a construir en San Javier arriba un puesto de policía. Allá los buses no subían. Nos tocó colocar dos o tres soldados armados en los buses y acompañaban a la gente hasta arriba. Esos buses pasan por la brigada (p. 219).

Entre los mitos griegos, Orión es un cazador. En otro mito, Orión violó a Mérope y su padre en castigo lo dejó ciego; después se convierte en el compañero de caza de Artemisa cuando Apolo le regresa la vista. Según los relatos, prometió aniquilar todo animal sobre la faz de la tierra, Gea se enfadó e hizo que un escorpión enorme lo picara y lo mató.

En su entrevista, Mario Montoya afirmó: Han levantado todos los cuentos. La Escombrera, por ejemplo. Es un sitio que dizque donde el ELN, las FARC y los paramilitares mataban y enterraban gente. Llevan 10 años escarbando y no han encontrado absolutamente nada. En diciembre de 2024 encontraron, después de 36 mil metros cúbicos de tierra escabada gracias a la Jurisdicción Especial para la Paz, restos de dos personas. En enero, encontraron más. Las familias tenían razón, Orión pretendía barrerlo todo, pero ellas se convirtieron en el escorpión. Esta es la noticia más importante de años en Colombia y La Escombrera es el corazón delator que tiene al ex presidente Álvaro Uribe Vélez y cercanos frente a la prueba reina de su responsabilidad en la violación de los derechos humanos. Ellos quieren ahora distraer la atención de este hecho llamando a la intervención militar en Venezuela, para que Trump actúe y aplasten los hallazgos en el caos.

Montoya prosiguió en su novela: Y eso que soy ahora, arde sin cesar. Pero deseo apagarme. Que no haya más fragor. Ni en mí. Ni en nadie. Ni en nada. Recuerdo apenas el afuera. Que la tierra les sea leve y que el bien –y la justicia– germinen ya.

* Doctora en sociología, investigadora del Centro de Pensamiento de la Amazonia Colombiana A la Orilla del Río. Su último libro es Levantados de la selva