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TACO
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l borde de la memoria, Sergio Ricaño (Ciudad de México, 1965), fundador del Taller de Arte Contemporáneo (TACO), reflexiona acerca de su infancia, un periodo que sentó las bases para su futuro creativo.

Con una sonrisa nostálgica, recuerda a sus padres, quienes, a pesar de no tener una carrera universitaria, inculcaron en él la importancia de la educación y la libertad para tomar decisiones. Esto ayudó a moldear su visión del mundo y a forjar su identidad.

Ricaño es el quinto de seis hijos. Sin la presión de cumplir con expectativas específicas, su posición en la familia le permitió disfrutar de una libertad relativa. Sus hermanos mayores, que estudiaron arquitectura, derecho y odontología, sentaron el ejemplo, pero él optó por explorar sus intereses.

Fue en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), ahora Facultad de Artes y Diseño (FAD), donde encontró su verdadero propósito y desarrollo como artista. Sin embargo, el camino para llegar allí no fue fácil.

Sergio superó años de incertidumbre antes de poder inscribirse en la Universidad. Gracias al apoyo de su cuñado pudo vender antenas parabólicas importadas durante unos años, ahorrar dinero y cumplir su sueño de estudiar en la UNAM.

Ingresó a la ENAP y cursó simultáneamente la licenciatura en Diseño gráfico y artes plásticas durante dos años. Pronto se inclinó por las artes y pasó innumerables horas en los talleres de grabado, a veces incluso pernoctando allí de manera incógnita.

La ENAP se convirtió en un lugar de encuentro con amigos y maestros que marcaron su vida hasta el día de hoy, como Pedro Ascencio y Francisco Castro Leñero (1954-2022), quien se convirtió en su mentor y, con el tiempo, en su mejor amigo.

Fue en ese momento que Sergio Ricaño descubrió su verdadera razón de ser a través de la reflexión y la exploración artística. A medida que avanzaba, comenzó a reconocer las paradojas que lo acompañaron a lo largo de su carrera artística. Se dio cuenta de la importancia de tener un propósito claro y no dejar que la presión de los demás definiera su camino.

Ricaño es un artista que ha recorrido un camino sinuoso, siempre guiado por la docencia, el dibujo, la pintura y el análisis.

Sin embargo, su reciente nombramiento como director de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, La Esmeralda, lo llevó tomar una decisión difícil: apartarse temporalmente de su proyecto personal más querido, el TACO, una asociación civil, autónoma y autogestiva.

Fundado hace 17 años, en la alcaldía de Tlalpan de la Ciudad de México, TACO es un espacio de producción, exposición y difusión de las artes visuales que surgió de la convicción de que la formación artística no puede limitarse a un periodo determinado. Aunque la institución educativa cumple con ciertas normas y requisitos, los artistas necesitan un espacio para seguir desarrollando sus habilidades de manera continua.

Ser artista es un proceso complejo que requiere de un acompañamiento prolongado. Es por eso que TACO se dedica a la gráfica y a la reflexión a partir de cursos, seminarios, conversatorios y talleres comunitarios, ofreciendo un espacio donde los jóvenes pueden seguir creciendo y desarrollando su carrera artística.

Ricaño destaca la importancia de la docencia y la academia, en las que encontró un equilibrio entre ambas actividades, las cuales, considera, son fundamentales y complementarias.

No obstante, Sergio Ricaño también enfatiza que los creadores deben buscar formas de crecer y desarrollarse más allá de la institución, con el fin de generar sus propias dinámicas y autonomía creativa.

Rodrigo Flores Herrasti, artista visual y grabador, describe a TACO como un espacio donde se comparten conocimiento y experiencias creativas. Ha colaborado con el taller desde hace una década y ha podido desarrollar su trabajo y compartir ideas con otros colegas. Actualmente se encuentra al frente de la gestión de TACO, llevando adelante la misión y visión del taller.

Manuel Díaz Herrera, impresor de TACO, es un técnico apasionado que descubrió su vocación en la gráfica. Sergio Ricaño sembró la semilla de la creatividad en él, al ver un potencial oculto que evolucionó bajo la guía de René Sierra, uno de los mejores impresores de grabado del país. Durante 12 años de aprendizaje y crecimiento constante, Díaz Herrera desdobló habilidades técnicas y artísticas. Con la confianza de sus mentores se lanzó a explorar nuevos horizontes y ha colaborado con otros artistas, como Maribel Portela, Rodrigo Imaz y Teresa Cito, entre otros. Su trabajo es un reflejo de su pasión y dedicación, como un río que fluye hacia el mar, llevando consigo la esencia de la gráfica y la pasión de los artistas.

Un punto de inflexión en su carrera fue la carpeta de monotipos de la Unesco en la que trabajó con Alberto Castro Leñero, Magali Lara, Perla Krauze, Paloma Torres, Sandra Pani y algunos más.

En este momento, TACO presenta la exposición Entre el Caos y el Orden, una selección de piezas de cerámica de Silvia Torres y José Castro Leñero que explora la noción de ciudad y presenta una visión imaginativa y creativa de la urbanización.

Si dejamos de aprender, dejamos de vivir.

¡Larga vida a TACO!