Pasó la primera revancha
a pasó, ya pasó. Ahora a desintoxicarnos de la mejor manera posible o a la que por su eficacia hayamos recurrido en años anteriores, habida cuenta de que las denominadas Revanchas de Lucifer por algunos exégetas y teólogos, los cuales piden omitir su nombre, no así precisar que se trata de meros desagravios, desquites o resarcimientos, más que de una venganza propiamente por parte del maligno, incapaz de igualarse en grandeza y poderío con el ser supremo.
Lucifer o portador de luz, al que en el cielo se conocía como el más bello de los ángeles
, perdió el título al enfrentarse en desigual combate contra el mismísimo Dios, a quien intentó destronar. Tamaño atrevimiento lo hizo acreedor entonces al nombre de Satanás, que en hebreo quiere decir adversario o perseguidor y que, según el evangelista Lucas, Cristo afirmó haberlo visto caer del cielo como un rayo
.
¿Por qué revanchas? Según el Nuevo Testamento y las versiones de los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, Jesús debió resistir y, desde luego, rechazar tres tentaciones terribles de Satanás cuando aquél decidió ayunar 40 días en el desierto. Desde entonces, lo que para jerarquías y creyentes constituye un triunfo más del bien sobre el mal, y del espíritu sobre la materia, para el maligno fue el inicio de sus implacables y crecientes revanchas al adueñarse, sin piedad, de la conciencia de millones, creyentes o no, que celebran el nacimiento de Jesús, sometiéndolos a un sinfín de padecimientos físicos, sicológicos, económicos y ecológicos disfrazados de un espíritu navideño auténticamente satánico.
No es sólo el consumismo frenético y la gula pantagruélica de esas legiones de adoradores de la materia más que del espíritu, sino los inmensos daños colaterales al medio ambiente, a los bolsillos, la salud y a ficticias armonías familiares, así como las incontables toneladas de basura que tan extraviada celebración, más la del fin de año, genera. El consumo energético de alumbrado en calles, comercios y en no pocos hogares –a más adornos y luces, más estatus– eleva la demanda eléctrica a niveles exorbitantes. Y se calcula que 40 por ciento de los alimentos producidos acaba siendo desechado. Satanás sonríe satisfecho mientras prepara, sin alardes y a costa de esos millones de poseídos por la inconsciencia, su segunda y aún más ofensiva revancha por aquella casi definitiva derrota en el desierto.