Opinión
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La importancia de prever y no negar el peligro
L

a contaminación del entorno se acentúa y agrava, pero las más dañinas son la confusión y el desorden mentales, convertidos en arma predilecta de quienes han asaltado el poder en los Estados Unidos de América. Ahí reina el temor dominado a su vez por el alboroto y la incertidumbre, pareja letal para toda pretensión de buen gobierno y protección social.

Hasta dónde piensan llegar Trump y los suyos hoy, a escasos días de su toma de posesión, sigue siendo un enigma, a pesar de la cascada de amenazas lanzada por el magnate inmobiliario contra el mundo y México en particular; de aquí la importancia crucial que tiene para nosotros, los débiles de esta magna y ominosa ecuación geopolítica, arriesgarnos a definir objetivos y propósitos. Trazar una ruta de tránsito y escape del más que probable embrollo de poder que el próximo gobierno busca implantar como modo de existencia en Las Américas y más allá, en todo el globo.

Preguntarnos, aunque tenga que ser tentativo y provisional, adónde podemos y queremos ir es crucial y puede ser decisivo de agudizarse el discurso trastornado y agresivo con el que Trump y su banda quieren inaugurar su segunda presidencia. No es un abuso de la hipérbole reiterar que lo que se ha puesto en juego es ni más ni menos que el orden mundial que nos ha quedado a los terrícolas, al calor de esta policrisis portadora de las peores perspectivas.

La amenaza es real y sus implicaciones pueden modificar y alterar el rumbo del planeta entero. No sólo las económicas que, de avanzar los amagos de aranceles y sanciones, podrían trastocar o modificar los acuerdos y tratos comerciales que dan sustento al régimen comercial global, sino por lo que pueden provocar en los cálculos y planes de los siempre precavidos inversionistas. El meollo de esta nefasta coyuntura está en la enorme cuestión migratoria para los nuestros y los miles de personas quienes, desde diferentes lugares, apuestan por cruzar México y llegar a los Estados Unidos.

Tendremos que navegar con la corriente en contra; no hay duda de que son varios los flancos de este peligro inminente en que nos metieron los políticos estadunidenses. Tendremos que revisar el económico pero, sobre todo, reivindicar la política de Estado, democrática y civilizatoria, como palanca insustituible de una relación bilateral y global puesta en riesgo en el Norte. Una política ambiciosa y sensata que tiene que valorarse en su justa dimensión y alcances, y ser protegida y, desde luego, ejercida abiertamente aquí y allá en estas horas duras del mundo.

Ilusorio alivio suponer que todo es y será una gran y alevosa payasada del poderoso. La debilidad de las democracias salta ante nuestras caras en Ottawa o Europa Central y, desde luego, el Medio Oriente; nos llegó la hora de arriesgar visiones y delinear futuros donde manda la bravata mayor, ahora con colmillos atómicos y desplantes desequilibrados. Así buscan actualizar el Gran Juego las huestes del señor Trump y no nos quedan mucho espacio ni calma.