n el editorial de nuestro periódico del miércoles pasado, se aborda cómo el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, prepara el terreno para su vuelta al poder con declaraciones cada vez más agresivas y delirantes…
Más ferocidad es repetida día a día por el presidente estadunidense. Esto parece deberse a nuestro propio itinerario en tanto sujetos. Itinerario técnico, espacial, temporal, emocional se inserta en una historia y, por esa razón, el plan riguroso no se sale de lo esperado.
El punto final se encuentra simbólicamente diferido. Una urgencia de vivir. Significación que, al renovarse continuamente la desborda, y al repetirse evoca terrores profundos, se inserta en diálogos improvisados y funda su propia verdad brotando por doquier.
Esta semana, asesinatos diarios; son tan frecuentes, que incluso parecen no tener importancia, pero la tienen, en estas fechas, como ecos del pasado, ocupando un puesto privilegiado.
El filósofo francés Jacques Derrida hizo duras críticas al sicoanálisis con relación a la ferocidad.
Según el pensador francés, el fantasma teológico de la soberanía, donde se producen los acontecimientos geopolíticos más traumáticos, y más duros, el lugar protagónico, lo ocupa la ferocidad.
Por una parte, guerras, terrorismo y migrantes violentando la entrada al país vecino, intolerables violaciones a los derechos humanos más elementales, como el derecho a la vida y la libertad, se ven, como en los casos de secuestro o de asesinatos a personajes públicos, brutalmente soliviantados. En esto no sólo más ferocidad se enseñorea sobre la víctima directa, sino sobre sus familias, sobre la sociedad en general que vive aterrorizada con atrocidades que se incrementan, de manera alarmante, día con día, en una compulsión a la repetición que nos habla del fatídico instinto de muerte.
Derrida insiste en que resulta imperativo abordar el concepto de más ferocidad, al que califica de confuso y enigmático, y que permanece en el oscurantismo tanto en el sicoanálisis como fuera de éste.
El reto planteado al sicoanálisis sería: Realmente hablamos de coartada sin alguna presunción de crimen. Ni de crimen sin alguna sospecha de ferocidad. Pasa por todas partes desde la definición del sicoanálisis. Pero este sería el nombre de eso que, sin coartada teológica ni de cualquier otra clase, se volcaría hacia lo que la ferocidad síquica tendría de más propio
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Para Jacques Derrida, el sicoanálisis sería el nombre de eso, sin coartada, que según él estaría fuera de lo posible. Como dice otro sicoanalista, Laplanche, hay que poner a trabajar los conceptos y al propio Freud, en lugar de encasillarlo en simples terapias con pretensiones implícitas de curación. El sicoanálisis es mucho más que eso, es otra cosa, busca por definición el desciframiento del texto inconsciente que se nos presenta como algo enigmático. O sea, la ferocidad, también enigmática, requiere un trabajo de desciframiento.
No debemos seguir permitiendo que la ferocidad se abata sobre los sujetos sin miramiento alguno. No podemos permitir seguir viviendo en el terror y la angustia de ser torturados que representan los traumas de difícil elaboración. Estas heridas nunca cicatrizan, nos llenan de odio, impotencia y confusión. La vida de los afectados nunca vuelve a ser la misma.
¿Será posible un diálogo con las organizaciones criminales tratando de enseñar a los sujetos a sensibilizarse con nuestras peticiones y nosotros con las de ellos? ¿O será una ingenuidad?
Para enseñar a las organizaciones criminales y ellos a nosotros hay que darles seguridad. Las organizaciones criminales y su cauda de problemas con el Estado chocan con una realidad basada en la responsabilidad (¿término cristiano?), cuyo sentido está en una respuesta coherente al otro. Esto implica conocer los riesgos que esto tiene, incluidas las proyecciones de cada parte.
La ansiosa reivindicación de las organizaciones al margen de la ley, atestigua profundas frustraciones que serán generadoras de más violencia y más ferocidad.