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Economía moral

Dictadura sobre las necesidades. La visión de György Márkus sobre el socialismo realmente existente, XIII // Planeación y mercados

U

na revolución cultural, entendida como proceso (Pr) de transformación del sistema de necesidades (N) que cualquier transformación institucional puede y debe solamente iniciar, es un elemento básico en el proyecto de socialismo. Utopías referidas a consecuencias distantes posibles no son insignificantes como maneras de ejercer y estimular la imaginación social o trascender los confines del presente, pero son inútiles para el socialismo como alternativa real y realista del sistema existente de dominación social, esto es en tanto que debemos pensar en él como una sociedad práctica funcionando en condiciones de escasez relativa y división social del trabajo. Nuestras experiencias históricas demuestran (contra las predicciones marxianas) que la correspondencia de los requerimientos de una organización social de la producción (Pr) con los del libre desarrollo individual no pueden ocurrir directa y automáticamente, porque la escasez tiende a caracterizar el desarrollo económico incluso después de que la satisfacción de las N humanas más elementales se haya vuelto al menos una posibilidad. Si designamos esta situación estructural con el nombre de modernidad, podemos ver que la alternativa entre planeación o mercado no tiene significado en una sociedad moderna. Los países socialistas de Europa Oriental (PSEO) prueban que ninguna de estas sociedades puede reprimir demandas de autonomía individual a través de un sistema rígido y estricto de privilegios, mientras los hechos del desarrollo occidental demuestran la imposibilidad de asegurar las amplias precondiciones de una producción –que es inherentemente social en su carácter– sólo a través del juego ciego de mecanismos de mercado incontrolados. El proyecto de socialismo como opuesto a estas dos realidades sociales significa no remplazar el mercado por la planeación, sino modificar estos dos mecanismos y crear una interrelación distinta entre ellos.

Bajo condiciones de modernidad la cuestión sobre la posibilidad del socialismo es, en gran medida, equivalente a la cuestión de si es posible establecer control social-comunal real sobre las relaciones mercantiles desde arriba y abajo simultáneamente. No hay nada en nuestras experiencias que haga obsoleta la crítica de Marx a las relaciones de mercado. Sólo si es posible contrarrestar las tendencias espontáneas del mercado, mediante nuevos caminos de determinación y articulación de la demanda y la oferta, podrá el socialismo ser una opción real. Esto requiere la subordinación de la dirección del desarrollo económico a la articulación explícita y consciente de las N sociales mediante un proceso de planeación estratégica real como elección racional llevada a cabo por toda la población, mediante planes y programas que expresen las alternativas bajo condiciones de libre discusión y la más amplia democracia política. También requiere nuevos criterios sobre el carácter del desarrollo técnico mediante la articulación de las N de los productores como productores. Los críticos radicales de los PSEO no pueden adoptar una postura definitiva (a favor o en contra) de las reformas económicas que se adoptan en estas sociedades para darle una mayor función a los mecanismos de oferta y demanda en la economía. Estos sólo pueden ser juzgados por sus consecuencias socioeconómicas, dando mayor importancia a su interconexión con, o su habilidad para estimular Pr de democratización política y de autoadministración de varios colectivos, sobre todo en el lugar de trabajo. El mercado no es, ciertamente, una panacea universal contra todos los males sociales en las condiciones de los PSEO. Sin una amplia regulación de los mercados, los procesos de democratización, tanto económica como política, enfrentan estrechos límites. En sólo este sentido, los disidentes de convicción socialista deben estar, y la mayoría está, a favor de las reformas.

En los PSEO, la esfera de la producción centralizada y la del consumo atomizado están sujetas a lógicas discrepantes. La economía total funciona porque ambas esferas están interconectadas mediante los pseudomercados de bienes de consumo y de FT. El hecho de que ambos mercados funcionan sin determinar los precios es sinónimo de la afirmación de que estos mercados están cerrados entre sí, es decir, que cambios en la demanda de artículos de consumo no llevan, vía la retroalimentación vía precios a reajustes en la estructura de la producción y del mercado de FT. Esta fragmentación hace que el papel de las relaciones mercantiles se restrinja sólo a la distribución, ya que no equilibran la producción y el consumo y permiten que el Pr siga la lógica de la dominación social de la burocracia. Este estado de cosas produce, por un lado, que la unificación de producción y consumo quede incompleta. En condiciones en las cuales el mercado no juega un papel equilibrador, son sólo las acciones del aparato central las que pueden hacerlo. Los planes anuales y las modificaciones intermitentes de éstos cumplen esta función. El aparato así reproduce, por sus propias deficiencias, la necesidad de su existencia. En general, la burocracia no es más un mero parásito en los PSEO que en los capitalistas en las condiciones occidentales: ambos son elementos orgánicos de sus respectivos Pr de reproducción. Los críticos izquierdistas de los PSEO suelen olvidar que cualquier programa de descentralización (como precondición de un sistema de autoadministración) es posible sólo si las empresas pueden depender en sus actividades de indicadores objetivos (esto es, en precios de mercado) que reflejen los cambios en el medio económico externo. De otra manera, su funcionamiento concertado sólo puede ser comprobado mediante señales u órdenes recibidas de arriba. La demanda de un mayor papel de los mecanismos de mercado e incentivos es parte del intento de emancipación de individuos y colectivos del tutelaje universal y omniabarcante del Estado. No es difícil ver que una economía que sólo pueda asegurar un equilibrio relativo entre oferta y demanda mediante la intervención administrativa de los órganos de control cuando los desequilibrios han alcanzado niveles globales y evidentes, necesariamente funciona de una manera torpe y derrochadora (excepto en la producción de armamentos). El inciso termina analizando cómo el aumento en el nivel de vida en los PSEO presionó por otorgarle un mayor papel al mercado. El capítulo 2 del libro Dictatorship Over Needs (Ferenc Fehér, Agnes Heller y György Márkus, 1983, St. Martin Press, Nueva York; versión en español del Fondo de Cultura Económica, México) del que he venido narrando los capítulos escritos por GM, concluye con un inciso que caracteriza la economía de los PSEO como la interacción de tres economías.

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