Opinión
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Le Pen
C

on la desaparición de Jean-Marie Le Pen termina una época iniciada en Francia hacia fines de la Segunda Guerra Mundial. Poco más de medio siglo marcado por la lucha política entre cuatro vertientes claramente diferenciadas: la derecha, la extrema derecha, la izquierda y la extrema izquierda. Cuatro tendencias con sus proyectos y sus lineamientos políticos, sus formaciones, en fin, sus partidos. Los principales líderes de estos cuatro grupos se enfrentarán una y otra vez a través de los debates en mítines, frente a las cámaras de televisión, en la radio, en la prensa escrita a lo largo y lo ancho de la República Francesa. Los numerosos militantes de estos partidos pegan afiches, militan en manifestaciones y marchas, se enfrentan a veces incluso físicamente. La pasión política se desencadena con facilidad, sobre todo, con la proximidad de los periodos electorales.

Entre las figuras conocidas y reconocidas de Mitterrand, Chirac, Marchais, Giscard, se desliza poco a poco, con firmeza y convicciones, la voz de Jean-Marie Le Pen, muy pronto calificado como el líder de la extrema derecha.

Nacido en 1928, en un puerto bretón, Jean Marie pierde a su padre, desaparecido durante una excursión en el mar, labor cotidiana para alimentar a la familia. Así, a sus 14 años, el adolescente queda huérfano de padre. Designado pupilo de la nación será inscrito en diversos colegios, de los cuales se ve expulsado a causa de su rebeldía. Para pagar en parte sus estudios, el joven ejerce diversos oficios como el de cartero, albañil, pescador y minero de fondo.

Cuando llega la guerra de Indochina, patriota convencido, Le Pen se enrola como subteniente paracaidista en la Legión. En enero de 1956 es elegido diputado de París, pero se retira para reunirse con la expedición de Suez y dirigirse a Argelia. Recibe la Cruz del valor militar y, después de seis meses de servicio, regresa a Francia, donde lleva la batalla en el terreno político para defender la Argelia francesa.

Aunque nunca se ha aclarado y siguen las dudas, Le Pen es acusado de haber ejercido la tortura durante la guerra de Argel. Sin embargo, en dos ocasiones, en 1957 y 1962, Jean-Marie Le Pen reivindicó la tortura durante la guerra.

Poco a poco y con el paso de los años, dícese que Mitterrand lo habría utilizado para ganar las elecciones sobre la derecha, la figura de Le Pen va creciendo en el firmamento político francés. Funda su partido, primeramente llamado Frente Nacional, el cual encarna las esperanzas nacionalistas, apoya la lucha contra el aborto y por la pena de muerte de terroristas. En 1976 sufre un atentado que hace explotar la casa donde vive con su familia.

A principios de los años 80, después de una emisión televisiva muy vista por los franceses, Jean-Marie Le Pen se vuelve una figura política del firmamento francés. Estuvo envuelto en escándalos a lo largo de sus años de liderazgo de la extrema derecha, sobre todo a causa de sus frases racistas e insultantes, tales como detalle de la historia para referirse a las cámaras de gas.

Si el personaje político es ampliamente discutible, hoy todos los comentaristas son unánimes: Jean-Marie Le Pen conocía bien la lengua francesa; sí, a diferencia de la mayoría de políticos actuales, Le Pen se paseaba con sus frases y hacía pasear, casi bailotear, las palabras del idioma francés que él aún sabía hablar, y escribir, tal como puede admirarse en algunos de sus libros publicados.

Es lamentable que en estos momentos de un luto que viven su familia y sus partidarios, hay gente que canta, baila, grita y bebe celebrando la muerte de Jean-Marie Le Pen. Los comentaristas, gran parte de ellos opositores de la extrema derecha y de la persona de Le Pen, se preguntan, indignados, si esta fiesta por la muerte de una persona tiene algo de humanidad.

De izquierda, centro o derecha, o sin inclinación política alguna, lo fundamental es la expresión de nuestro humanismo. Humanismo universal del pensamiento.