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Ruta del rescate arqueológico
Voy en el Tren Maya, repiten con orgullo y placer los pasajeros que alcanzaron boleto

La mayoría son nacionales y presumen por teléfono su viaje por este nuevo medio de transporte

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▲ El recorrido del Jaguar Rodante toca la zona arqueológica de Edzná, urbe maya de relevante poderío.Foto Jair Cabrera Torres
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▲ Pieza exhibida en el nuevo museo de sitio.Foto Jair Cabrera Torres
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Periódico La Jornada
Miércoles 8 de enero de 2025, p. 4

Campeche, Camp., El flamante convoy del Tren Maya arriba al mediodía decembrino a la enorme estación de Chichén Itzá con aura de celebridad. Un suspiro involuntario de admiración sale del pecho de varios pasajeros que levantan sus celulares para tomar imágenes. Sonríen. Se agrupan en cada acceso y esperan para disfrutar la vista exterior de los vagones verdiblancos, con vidrios polarizados.

Con calma y expectación, las personas ingresan a su respectivo carro. Se detienen unos momentos para observar cada parte del interior: los baños pulcros, los pasillos amplios, los asientos en tela azul y gris, el blanquísimo cielorraso, las puertas automatizadas, un par de mesas al final de los vagones, el área para el equipaje mayor, el espacio destinado a personas con movilidad reducida y la cafetería al fondo.

Voy en el Tren Maya, es una frase repetida entre los pasajeros, mayoritariamente nacionales, que presumen por medio de sus teléfonos que ya son usuarios del novísimo medio de transporte en Chiapas, Tabasco y la península de Yucatán. El movimiento del tren comienza de forma casi imperceptible. El sonido del motor recuerda el ronroneo de un felino, quizá un jaguar.

Funciona el aire acondicionado y el potente sol de la región es filtrado por las ventanas de más de un metro de alto. Más allá se observa el verdor de la selva baja peninsular que se antoja idílica, mientras la franja vegetal concluye a lo lejos, donde muta en cielo azul cruzado por níveas nubes. Verde, blanco y azul espejeado fuera y dentro.

Vagones colmados

Los pasajeros colmaron el tren en la corrida del mediodía (más tarde habrá otra), durante las vacaciones decembrinas. Entre las estaciones de Chichén Itzá y Campeche, durante las casi cuatro horas del trayecto, La Jornada atestiguó el ánimo de orgullo y placer entre los usuarios en las estaciones Izamal, Tixkokob, Teya Mérida, Umán, Maxcanú, Calkiní, Hecelchakán y Tenabo, nombres que evidencian la presencia maya.

Los boletos se agotaron un par de días para las corridas de la última semana de diciembre, aunque personal del tren contó que lo mismo pasó durante las dos semanas previas.

Desde Pisté se puede llegar a la estación Chichén Itzá en una línea de autobuses, así como por taxis, cuyo costo ronda 190 pesos. La parada ferroviaria está separada por unos cinco kilómetros de la zona arqueológica. La tarifa del tren es diferente entre la clase premier y turista, así como por la estación de procedencia del pasajero. Los precios más altos van de mil 528.50 a mil 146 pesos; la clase turista tiene costos entre 359 y 955 pesos.

En la parada Teya Mérida, la más concurrida de este trayecto, suben y bajan decenas de personas. Ahí fue más visible la presencia de extranjeros, aunque seguían siendo minoría entre los usuarios.

Buen sabor de boca

Elena Morales y Gustavo Carrillo, con más de cinco décadas de casados, relataron a este diario en el trayecto su experiencia con el Tren Maya. Se les ve contentos y descansados. El viaje de ambos comenzó en Coatzacoalcos, donde siete días antes abordaron el ferrocarril Interoceánico y transbordaron en Palenque. Ella relató que supieron que la población alrededor de esta vía está muy contenta y ha mejorado su situación económica. “Nos da gusto escuchar eso, porque realmente es lo que se busca.

Nos llevamos buen sabor de boca, menos de los alimentos del tren, pero ya mejoraron. El tren es muy cómodo. No se compara con un autobús, en el que me canso mucho porque fui operada de la cadera y hay maltrato para las personas minusválidas. Aquí hay atención excelente de la Guardia Nacional, los baños están limpios... O sea, es un transporte muy cómodo y ni se siente el viaje.

El matrimonio avecindado en Metepec, estado de México, que casi había completado el circuito de este transporte, concluyó que lo ha disfrutado. Estamos muy contentos de ver lo que se hizo con nuestro dinero, realmente bien empleado, añadió Elena. Descendieron en Teya Mérida.

La cafetería es bastante concurrida y cuenta con oferta de café, refrescos, agua, cervezas y algunas otras bebidas alcohólicas, así como ensaladas, sándwiches, baguettes, bollos, tamales y botanas como la de taro (tubérculo) y otras frituras embolsadas.

No hay jalones que puedan derramar el líquido de botellas o vasos abiertos, a pesar de que el tren alcanza una velocidad de unos 120 kilómetros por hora.

Una joven madre viaja acompañada de su hijo de meses de edad y una pequeña de cinco años. La niña se distrae con dibujos en su tableta o mira a través de la ventana. Tienen un pequeño caos a su alrededor, entre biberón, jugos, lápices, manta, ropa, un bocadillo. El entorno es seguro. De vez en vez, un guardia nacional recorre los pasillos.

Se puede imaginar la travesía en un entorno ancestral, presentir las palabras mayas de la antigüedad y sentir la potencia mítica de esa cultura mientras se ve a algunos de sus herederos usar este transporte.

En la estación San Francisco de Campeche concluye este viaje. Un trabajador en las lindes de la vía saluda o se despide de algún pequeño. El tren sigue su marcha en dirección a Escárcega. Mientras parte hacia la tarde, deja tras de sí la certeza del acceso a la riqueza cultural del mundo maya, pasado y presente.