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Campo mexicano, nadar con los tiburones
E

stados Unidos es la más mayor potencia agrícola mundial. La alimentación en México depende, en mucho, de los granos, oleaginosas y carne que nos vende. Somos el principal destino de las exportaciones estadunidenses de maíz, puerco y productos porcícolas, lácteos, carne y derivados de aves de corral, trigo y azúcar. Somos segundo lugar en harinas de soya y alimentos preparados. Y el tercero en soya (https://shorturl.at/1Nrph

Alimentariamente, estamos subordinados al vecino del norte. Casi las tres cuartas partes de la comida que adquirimos del exterior proviene de allí. No son sólo mercancías suntuarias (que las hay). Son, principalmente, alimentos que necesitamos y consumimos diario. Imaginemos por un momento lo que sucedería si, por cualquier razón, dejara de abastecernos.

El Tío Sam es, también, el más importante comprador de nuestros productos agropecuarios: adquiere 92 por ciento de nuestras ventas al exterior en este rubro. En 2023 alcanzaron más de 41 mil 900 millones dólares. Tenemos casi todos los huevos en la misma canasta. Pensemos qué acontecería si decidiera dejar de adquirirlas o cobrara aranceles por hacerlo. ¿Qué haría México si, de un día para otro, se encontrara con miles de litros de cerveza y tequila y toneladas de aguacates, frutos rojos o jitomates que no pudo colocar en los mercados en que antes lo hacía?

Muchos de esos negocios están en manos de conglomerados trasnacionales. Tan sólo las ventas de cerveza a EU representan 13 por ciento de nuestras exportaciones agrícolas al vecino. Sin embargo, las dos cerveceras mexicanas más importantes son parte de portafolios internacionales. Cuauhtémoc-Moctezuma pertenece a Heineken. Modelo es filial de AB-InBev, la chelera más grande del mundo. Además, para elaborar la bebida, compramos a EU granos, cebada y almidón de maíz.

La exportación de tequila al vecino abarca 10 por ciento de nuestras ventas agrícolas a esa nación. Pero esa riqueza no se queda aquí. Muchas de las principales tequileras han sido adquiridas por multinacionales. En 2002, Cazadores fue engullida por Bacardí, Sauza fue comprada por Beam Future Brands, Viuda de Romero adquirida por Pernord Ricard y Herradura por Brown Forman Corporation.

Las compras estadunidenses de fresas, frambuesas, zarzamoras y arándanos a México representaron, en 2023, 6 por ciento de sus importaciones agropecuarias con nosotros. Curiosamente, las principales empacadoras o agroexportadoras son empresas de capital gringo. Más o menos la mitad de la industria está en manos de Driscoll’s. Lo mismo sucede con otras actividades hortofrutícolas.

Esta preponderancia de los grandes tiburones empresariales en la agroexportación es, también, es una constante en otras cadenas de productos en el mercado interno. Entre muchos ejemplos, los pequeños caficultores enfrentan a Nestlé y Andatti-Femsa; los agricultores medios cultivadores de granos a harineras como Minsa y Maseca; los ganaderos familiares a fábricas de puercos como Smithfield, y los pequeños avicultores a gigantes de la talla de Bachoco y JBS.

Enfrentando a los tiburones, unos 5.3 millones de ejidatarios, comuneros y sus familias luchan por su sobrevivencia y por seguir siendo campesinos. Salen adelante combinando la producción para autoconsumo, en la que siembran para cosechar alimentos, no dinero, los cultivos comerciales en pequeña escala, las remesas de sus familiares en EU, los apoyos directos oficiales, el jornaleo y el trabajo asalariado en la construcción o los servicios en las urbes. La migración, temporal o permanente, a las ciudades, campos agrícolas o a EU es parte de su horizonte de vida.

Como explicamos en otro artículo (https://shorturl.at/F2K0p), este modelo agropecuario volcado a la exportación y dominado por las agrobusiness, que se echó a caminar a partir de la entrada de México al GATT en 1986, se consolidó con la contrarreforma agraria al 27 constitucional de 1992, y al que se le puso un candado para cerrar la puerta con el TLCAN de 1994, la firma de acuerdos de libre comercio con 40 países y el T-MEC, se mantiene intacto. Ha caminado de la mano de la compra y renta de las mejores tierras del sector social, la apropiación de las concesiones de agua, el control de las semillas y la proletarización campesina.

En los últimos años, se mantuvo intacto el modelo agroexportador, aunque desapareció la mayoría de los subsidios a la agricultura comercial productora de básicos y se sustituyeron por subvenciones directas, destinadas a ayudar eonómicamente a sectores de la población vulnerable. La suma de falta de apoyos productivos y crisis climática, han erosionado la rentabilidad del sector y reducido los márgenes de autosuficiencia alimentaria.

Faltan recursos para fomento, financiamiento, seguro agrícola y comercialización. Se eliminaron programas (algunos cuestionables) que daban certidumbre a la comercialización. Ahora, los que siembran como negocio no quieren arriesgar. Y, no hay evidencias de que haya crecido la producción de temporal.

Además de profundizar la dependencia alimentaria, el modelo agropecuario dominante tiene un sesgo anticampesino. Importantes como son, las transferencias directas que se dan a los labriegos no les permiten enfrentar ni la competencia desleal de importaciones altamente subsidiadas de EU, ni la explotación salvaje de la mano de obra en los campos de cultivo de exportación hortofrutículas, ni la abusiva intervención de los grandes tiburones agroindustriales en la comercialización de productos claves, ni el acaparamiento de las mejores tierras, el agua y las semillas. Sin recursos sustantivos y otra política rural, nuestra autosuficiencia alimentaria estará cada vez más lejos. De paso, corremos el riesgo de quedarnos con un campo sin campesinos.

X: @lhan55