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Jornaleros del aguacate en Michoacán, entre el cristal y la maña

En Tancítaro, los productores pagan un cuerpo de policía privado

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▲ El Michoacán actual es, en cuanto a los grupos delincuenciales, un territorio balcanizado en el que diversos bandos pelean entre sí. En la imagen, un recolector de aguacate.Foto Luis Castillo
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Periódico La Jornada
Lunes 6 de enero de 2025, p. 3

Uruapan, Mich., Esparcidos entre los árboles, los hombres eligen las ramas más fuertes, avientan reatas, trepan. La dura faena es un jolgorio. Los gritos festivos se mezclan con los ruidos que producen los saltos de una rama a otra, los cortes precisos, los aguacates que caen en pequeñas bolsas. La jornada, que comenzó muy temprano, está por concluir.

Dentro de un rato, el ambiente de fiesta seguirá, con una bocina montada en la caja del camioncito que lleva y trae a los cortadores. La euforia se va apagando mientras el olor a mota se cuela entre los aguacates.

La pregunta al guía michoacano, un conocedor de la industria aguacatera, resulta obvia:

–¿Qué se meten?

Cristal.

Durante toda la jornada de corte, un par de señoras y sus niños bromean con los cortadores. Ellas son las encargadas de levantar los aguacates que cayeron al suelo y ya no pueden ir a los supermercados de Estados Unidos.

A juzgar por la escena, el consumo de cristal (en la lista de estimulantes de tipo anfetamínico, ETA) es normal en el corte del fruto estrella de la economía agrícola de Michoacán.

“Hay un gran número de cortadores que son adictos al cristal; ahí hay un problema muy fuerte de adicción a metanfetaminas y otras drogas”, dice Alejandro Méndez, secretario de Medio Ambiente del gobierno de Michoacán. El gobernador de la entidad, Alfredo Ramírez Bedolla, ha llegado a decir que 50 mil jornaleros podrían ser adictos a metanfetaminas.

El cristal es muy popular, entre otras razones y a decir de los expertos, porque es de fácil producción y barato (13 dólares por un gramo que alcanza para 10 dosis, cada una con efecto de hasta 15 horas).

El secretario Méndez lleva 25 años relacionado con el sector y conoce todos los ángulos de la expansión sin freno del oro verde (viva el lugar común). Los resume en una frase: es todo un relajo.

Un relajo marcado por una gran dependencia económica, pues las exportaciones de aguacate generan unos 300 mil empleos y de 3 a 4 mil millones de dólares cada año al tiempo que destruyen los bosques de pino, encino y oyamel (150 mil hectáreas de huertas ilegales desde 1987). Un relajo porque en el éxito aguacatero se entreveran además de la deforestación, saqueo del agua, corrupción pública y privada, crimen organizado (muchas veces de la mano del ingrediente anterior) y precariedad laboral aderezada con las adicciones a sustancias de producción local.

Las dimensiones del relajo

Arranquemos por el último tema.

En la ya lejana época de la pandemia, Gady Zabicky Sirot, entonces comisionado nacional contra las adicciones, declaró en una de las conferencias vespertinas dedicadas a la salud: “…hemos visto jornaleros (agrícolas) que para esa dura faena ingieren metanfetaminas” (6 de septiembre de 2020).

No hay cifras oficiales actualizadas.

La encuesta nacional de adicciones se canceló en 2022.

Méndez cuenta que funcionarios del Instituto Mexicano del Seguro Social les han compartido cifras grandes, preocupantes.

En mayo de 2024, la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama) informó que había terminado de levantar la Encuesta Nacional de Salud Mental y Adicciones, instrumento que permitiría conocer el panorama actualizado del consumo de sustancias sicoactivas y las condiciones de salud mental en el país.

En su sitio oficial, asegura que en ausencia de estudios periódicos como las encuestas nacionales puede usarse como referencia la demanda de servicios de salud relacionados con el consumo de sustancias sicoactivas.

En 2023, según un informe de la Conasama, el sistema de salud atendió a 179 mil 342 personas por uso de sustancias. De ellas, la mitad (49.1 por ciento) lo hizo por el consumo de metanfetaminas (ETA). La mayoría fueron hombres (51 por ciento), con un promedio de edad de 29 años. Nada menor es el dato de que 38.5 por ciento de las personas que pidieron atención eran mujeres.

El mismo documento confirma las cifras grandes, preocupantes comentadas por el funcionario: de 2013 a 2023 el número de personas que buscaron ayuda por uso de metanfetaminas creció 416 por ciento.

De la trifulca a la explosión de los demonios

La trifulca, la revolución. Así llamaba el comandante Patancha, jefe menor de las autodefensas, a su alzamiento contra el grupo de Los caballeros templarios.

Un personaje clave en esa historia fue el (mal) recordado Alfredo Castillo, zar nombrado de Enrique Peña Nieto para Michoacán.

El 10 de mayo de 2014, Castillo visitó, fuertemente custodiado, Tepalcatepec, cuna de las autodefensas. Se puso populachero en la plaza pública, en la entrega formal de armas a las autodefensas institucionalizadas. Y contó que unos días atrás, una señora de Apatzingán, conocedora de las promesas incumplidas, le dijo: ojalá que esto no nomás sea un cambio de diablo.

Coalcomán, a apenas una hora de Tepalcatepec, fue recientemente noticia nacional por el homenaje que la alcaldesa de Coalcomán, Anavel Ávila, rindió a Nemesio Oceguera. Este hecho volvió a poner el foco en una guerra que no terminó con la supuesta institucionalización de las autodefensas.

No fue, como decía la señora de Apatzingán un cambio de diablo, sino la multiplicación de los demonios. El Michoacán actual es, en cuanto a los grupos delincuenciales, un territorio balcanizado en el que un montón de diablitos pelean entre sí, aunque a veces se alían para enfrentar a un demonio mayor que empuja desde Jalisco.

Dos estampas y un consejo

¿Qué ha cambiado en una década?

Primera estampa. Tancítaro, el municipio campeón en la producción de aguacate (más de 210 mil toneladas en 2023), puso 200 hombres armados en la trifulca de hace una década.

Los comandaba Jesús Bucio Cortés, dueño, con sus hijos, de 60 hectáreas de aguacate. Secuestraron y asesinaron a una niña que creció en su casa. Me hicieron vender dos huertas para liberarla. Y seguían pidiendo rescate cuando ya estaba muerta, contó en enero de 2014 en una entrada a Uruapan, una maña que dijo que los aguacateros de Tancítaro, despojados de sus huertas por los templarios, entregaban 80 por ciento de sus cosechas para financiar a las autodefensas.

Bucio corrió la suerte de muchos de los jefes de autodefensas: fue asesinado el 15 de noviembre de 2015.

La víspera de su muerte había denunciado que Manuel Montero Nambo, cabecilla de los templarios, había vuelto a Tancítaro luego de permanecer tres meses en la cárcel.

Segunda estampa. 2024. En los límites entre Uruapan y San Juan Nuevo Parangaricutiro, el dueño de una huerta de menos de una hectárea cuenta que hará cosa de un año veía subir por la brecha una camioneta Silverado color arena. En ella, decían en voz baja los aguacateros, viajaba un jefe delincuencial al que identificaban como Lagarto.

“La gente decía que allá arriba había un campamento de la maña”.

Tras una incursión de la Marina, la camioneta apareció en un barranco, llena de agujeros. Lo mataron por acá, dicen.

Por esos días, cuenta el productor, dos jóvenes, un hombre y una mujer, se metieron a su huerta. Se andaban escondiendo y desde lejos le gritaron: “¡cártel Jalisco Nueva Generación!” Cuando los tuvo cerca, le relataron que allá arriba habían tirado todo, sus armas, chalecos y uniformes. Háganos paro, diga que somos sus trabajadores.

El dueño de la huerta guarda silencio sobre lo que hizo. Su relato coincide con la fecha en que la agencia Cuartoscuro dio a conocer imágenes del “Grupo Operativo Lagarto”: decenas de hombres con armas de alto poder y uniformes tipo militar posaron para las cámaras en las montañas de Michoacán.

El consejo: pese a que Tancítaro ha reconstruido el tejido social y cuenta con un cuerpo policiaco privatizado que pagan los aguacateros, los reporteros locales e incluso funcionarios estatales recomiendan: Mejor no vayas para allá.