El proyecto, que suma a sus espacios al adyacente Palacio Citterio, abrió a principios de diciembre
Viernes 3 de enero de 2025, p. 3
Milán. El Museo la Grande Brera es un ambicioso proyecto que integra la colección histórica de la Pinacoteca de Brera (uno de los recintos más importantes de Italia, con medio millón de visitantes anuales), con el arte moderno y contemporáneo. Ahora suma a sus espacios al adyacente Palacio Citterio, recinto que abrió sus puertas el 6 de diciembre, día de San Ambrosio, patrón de Milán. Está conectado a la pinacoteca mediante una pasarela de vidrio y hace realidad el sueño que el director Franco Russoli vislumbró hace más de medio siglo.
En 1972, el Estado adquirió el Palacio Citterio, lo que supuso un hito frente a la persistente ineficiencia estatal. El espacio se enfrentó a décadas de desafíos, desde cambios de gobierno hasta transformaciones en los gustos y necesidades culturales. Además, ha tenido que hacer frente a complejos litigios políticos, jurídicos y técnicos que han dejado su huella en la estratificación arquitectónica del edificio, convirtiéndolo en testimonio tangible de su accidentado camino hacia la consecución de sus objetivos.
La fase final y decisiva de las obras se llevó a cabo entre 2015 y 2018, con una inversión de 23 millones de euros proporcionados por el Ministerio de Cultura. Posteriormente se realizó la instalación museística que hoy permite su disfrute.
La Grande Brera amplía un polo cultural originado en el siglo XVIII tras la supresión de la Compañía de Jesús, impulsado por María Teresa de Austria. Este conjunto integra instituciones nacidas en la década de 1770, a excepción del Observatorio Astronómico, fundado en 1762. Se trata de la Academia de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional Braidense y el jardín botánico, que consolidan su vocación educativa, científica y cultural.
La Pinacoteca de Brera, inaugurada en 1809 durante el periodo napoleónico, nació con enfoque pedagógico. Su colección, compuesta principalmente por bienes eclesiásticos confiscados, se diseñó para complementar la formación de los estudiantes de la Academia de Bellas Artes, reforzando el vínculo entre ambas instituciones.
La colección del Palacio Citterio está compuesta por 200 obras. Se inicia en la sala 40, un amplio vestíbulo de la planta principal del sitio, donde el visitante se encuentra con el vibrante cuadro de Fiumana (Avalancha de gente), de Giuseppe Pellizza da Volpedo, de 4 metros de longitud. Esta obra es el preludio del célebre Quarto Stato (Cuarto Estado), del mismo artista, conservado en la Galería de Arte Moderno de Milán. La obra representa a una multitud de obreros y campesinos avanzando con determinación hacia el espectador, liderados por un hombre de postura firme y una madre con un recién nacido, simbolizando las luchas sociales y la dignidad del trabajo.
Esta pintura de 1895 conecta el arte histórico con el moderno de los dos edificios. La colección del Palacio Citterio está compuesta por dos importantes donaciones privadas de la primera mitad del siglo XX: la de Emilio y Maria Jesi, que consta de 80 obras de artistas como Modigliani, Boccioni, Carrà, Sironi, Morandi, Picasso y otros, y la de Lamberto Vitali, crítico de arte, quien formó una colección heterogénea que privilegia el aspecto visual sobre lo cronológico, uniendo objetos antiguos con modernos: incorpora jarros egipcios, mosaicos medievales y arte renacentista con Giorgio Morandi. A ello se integran las 23 Fantasias, de Mario Mafai, una serie visionaria que denuncia con violencia los horrores de la Segunda Guerra Mundial y las persecuciones raciales, donada por Aldo Bassetti.
La segunda mitad del siglo XX seguramente irá creciendo con el tiempo. Por ahora lo representa el legado de Cesare Zavattini, que incluye 152 autorretratos en miniatura de menos de 10 centímetros de artistas como Burri, Fontana y Pistoletto.
El resto del edificio se destinará a tres espacios para muestras temporales: en la planta baja dedicado al arte digital. El sótano lo estrenan las 10 obras monumentales en madera de sitio específico del escultor y escenógrafo Mario Ceroli (1938).
La Grande Brera reinventa el núcleo artístico de Milán, transforma el museo en un vínculo dinámico entre el legado artístico medieval y la creatividad contemporánea, consolidando su papel como puente cultural que conecta el pasado y el futuro de la ciudad.