Recorrido por campamentos irregulares en la CDMX
Después de cruzar 7 países, la selva y ríos, nos cortan la ilusión de tajo, señalan a este diario // Lamentan que la ONU no actúe frente a amenazas
Domingo 29 de diciembre de 2024, p. 4
Miedo, estrés y desesperación es el sentir que permea entre los migrantes que viven en los campamentos irregulares de la Ciudad de México ante las amenazas y medidas extremas
que Donald Trump aplicará a partir del próximo 20 de enero, cuando asumirá otra vez la presidencia de Estados Unidos.
Da mucho miedo; hay temor y decepción porque después de haber cruzado siete países, la selva del Darién y ríos, nos cortan la ilusión de un solo tajo
, lamenta Brenda, venezolana, quien reprocha que los organismos internacionales no hagan nada frente a las reiteradas amenazas del republicano de separar familias y utilizar bases y aviones militares para acelerar la deportación de indocumentados.
En el asentamiento ubicado en avenida 100 metros, cerca de la Central de Autobuses del Norte, reflexiona sobre las inminentes deportaciones masivas que Trump realizará durante su segundo mandato, y expresa su rechazo a dichas acciones, porque la sociedad está para unir familias, no para separarlas, y en eso se debería enfocar Naciones Unidas
.
Al borde del llanto, Brenda comenta que en este campamento se rencontró con su hijo después de tres años de no verlo. Él llegó hace seis meses a México y no ha logrado obtener su cita de solicitud de asilo CBP One en Estados Unidos.
En cambio, dijo, ella tiene dos meses en territorio nacional y hace unos días la conseguió, aunque recordó que estuvo a punto de perderla. Había entrado en estrés y desesperación por todo lo que he vivido. Entonces, quería cruzar; agarré a mi hijo y me fui a las vías del tren a ver si por allá me entregaba, pero en el trayecto, llegando a la Coca-Cola (en Querétaro) agarró señal mi teléfono, tenía un correo y me llegó la cita. Tuvimos que regresarnos corriendo a la ciudad, nos quedaban cuatro horas para aceptarla
, cuenta.
Brenda tiene que presentarse el 4 de enero en el puerto de entrada de San Ysidro, por lo que el 31 de diciembre emprenderá el viaje; siente felicidad, pero a la vez tristeza, porque dice que una vez más tendrá que separarse de su hijo adolescente.
Mi idea era recibir aquí el Año Nuevo, con mi hijo, pero me tengo que ir el 31 de diciembre; fue el vuelo más barato que encontré. Eso es duro, debo seguir, dejarlo aquí y esperar a ver si antes del 20 de enero le sale la cita a él
, expresa.
Afuera de su ranchito –elaborado con retazos de madera– y sentada sobre un sillón viejo, la venezolana indica que con apoyo de su ahijado, una sobrina y un vecino de su tierra natal ha logrado juntar los más de 4 mil pesos para comprar su boleto de avión, porque “nos da mucho miedo viajar en los buses”.
Señala que una vez que cruce a Estados Unidos su propósito es trabajar y rencontrarse con su hijo. Ante las amenazas del próximo presidente de ese país, confió en que haya contrapesos
, porque varios estados no apoyan la deportación masiva que él quiere hacer
.
En otra de las casitas de madera, Henry pasa el día encerrado para hacer menos pesadas las horas
. El activista por los derechos LGBTI+ salió de Colombia por temas de violencia en su territorio y llegó a México hace casi siete meses; uno después se instaló en este campamento, donde las personas procedentes de distintos países, entre ellas niñas y niños, pasan el día mirando el celular, escuchando música y lavando la poca ropa que han vestido en su travesía. Él, como la mayoría de salvadoreños, hondureños, ecuatorianos y de otras nacionalidades, no ha tenido la suerte de conseguir su cita CBP One.
No obstante, mantiene su objetivo de llegar a Estados Unidos y confía en que pese a las amenazas del republicano, hay gobernadores demócratas que apoyan a los migrantes y reconocen su aporte a la economía y desarrollo de ese país.