se convirtió en una babel muy cara donde ya no hay arraigo
En un siglo fue lugar de carreras de caballos, hogar para la clase alta y víctima de la decadencia tras los sismos del 85, cuando las casas se transformaron en negocios
Domingo 29 de diciembre de 2024, p. 25
Con casi un siglo de antigüedad, la colonia Hipódromo se ha convertido en una de las más cosmopolitas de la Ciudad de México, donde convergen extranjeros con alojamiento temporal, lo que ha traído consigo el encarecimiento de la zona y el consecuente desplazamiento de sus habitantes originarios.
Sus moradores ubican este fenómeno a raíz de la pandemia de covid-19, cuando llegaron los llamados nómadas digitales. En la actualidad, dos de cada 10 viviendas de la colonia, por ejemplo, se rentan por medio de la plataforma Airbnb, que hasta junio de este año contaba con mil 682 de las 7 mil 64 viviendas registradas en el censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En las terrazas de los restaurantes, cafeterías, andadores y en el supermercado se escuchan todo tipo de idiomas. La realidad es que cada vez somos menos los mexicanos los que aquí habitamos, se perdió el arraigo, ahora se vive en el anonimato, nadie sabe lo que pasa al lado y ni le importa
, asegura Jesús García, vecino de la colonia.
De acuerdo con el Inegi, entre los límites de las avenidas Insurgentes, Yucatán, Nuevo León, Tamaulipas y Benjamín Franklin, que conforman su polígono, viven 16 mil 900 habitantes.
Jeanette Porras, autora del libro Condesa Hipódromo, considera que el proceso de gentrificación ha sido avasallador, pues en años recientes resulta caro vivir en esta zona: Hay que ver los precios en las cafeterías o en los restaurantes, pero en general todos los servicios son costosos
.
La historia del barrio se remonta a 1925, cuando Raúl Basurto y José de la Lama comenzaron a fraccionar los terrenos que ocupaba el Hipódromo de la Condesa, que fue inaugurado en 1910 por el Jockey Club en parte de lo que era la hacienda de la Condesa de Miravalle, antes conocida como Santa Catarina del Arenal.
Su propio estilo arquitectónico, el art déco, la distinguió de las colonias vecinas Condesa y Roma. Su trazo, a cargo del arquitecto José Luis Cuevas, estuvo inspirado en la pista de carreras de caballos, por lo que tanto la avenida que rodea al parque San Martín, hoy conocido como México, tiene forma oval, al igual que la avenida Ámsterdam.
El cronista Rodrigo Hidalgo destaca que si bien existen inmuebles de tipo colonial californiano, que en aquella época también se encontraban de moda, su particularidad es que la zona central tiene la misma estética. El parque, el Foro Lindbergh, el reloj en la parte sur, las bancas del camellón de Ámsterdam, las glorietas como la de Popocatépetl, con su fuente y los letreros de las calles, tienen el mismo estilo
.
Ambos cronistas, Porras e Hidalgo, coinciden que los primeros habitantes pertenecían a la clase media alta posrevolucionaria; se sumaron después los judíos que habían vivido primero en el centro de la ciudad, además de los exiliados españoles.
Uno de los fraccionadores, Basurto, se quedó con un lote entre la avenida México y la calle Sonora. Ahí tenía una casa que en 1944 se convirtió en un conjunto de departamentos que ha sido escenario de películas, telenovelas, videos, comerciales y es un emblema de la colonia
, cuenta Hidalgo.
Como parte de su transformación, en los años 60 comenzaron a erigirse grandes edificios de usos múltiples, como el conjunto Aristos –en Insurgentes y Aguascalientes– y el cine Plaza, sobre Nuevo León, pero después de los sismos de 1985 la colonia decayó, pues muchos emigraron a otras zonas y entonces comenzó su deterioro.
Las casonas se transformaron en escuelas u oficinas y muchas otras fueron adquiridas por desarrolladores inmobiliarios que aprovecharon los bajos precios.
Jesús García, quien impulsó junto con otros vecinos el plan parcial de desarrollo urbano, recuerda que a partir del año 2000 se vivió un nuevo auge que trajo consigo varias preocupaciones.
Un problema básico era la construcción anárquica de edificios, por lo que se estableció que fueran de cinco niveles, con la idea utópica de evitar que se alterara la arquitectura y el plan urbano, pero también comenzaron a surgir los restaurantes sobre Tamaulipas y Michoacán; El Garufa fue uno de los primeros.
Estábamos preocupados porque invadían las banquetas y generaban mucho ruido, pero también por los franeleros y el comercio ambulante.
Sin embargo, nada comparado con la internacionalización que se vive en la actualidad. “Día a día hay una nueva tienda de lo que quieras, destruyen fachadas, no respetan ni el art déco ni lo moderno”, critica Porras.
El reto fundamental, coinciden los entrevistados, es encontrar un mecanismo de integración de estilos de vida y culturas sin destruir el espacio ni desplazar a sus habitantes.