a nominación del coronel retirado Ronald Douglas Johnson como futuro embajador en México por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, es un hecho duro, estratégico y fáctico que indica que en su relación con el gobierno de Claudia Sheinbaum priorizará la fuerza por sobre la diplomacia. Ergo, la mano dura. Veterano plomero de la comunidad de inteligencia, Johnson es un superhalcón experto en las operaciones sicológicas encubiertas y la guerra irregular asimétrica, fogueado, además, como ex boina verde en El Salvador, Afganistán e Irak (tres notorios mataderos imperiales). De allí que tras la asunción del magnate inmobiliario el próximo 20 de enero, y de ser ratificado por el Senado de Estados Unidos, la principal misión de Johnson será imponer la agenda de seguridad nacional de Trump en México, lo que dada su amplia experiencia en los ámbitos del disimulo y el engaño (espionaje/contraespionaje) y las operaciones castrenses intervencionistas –actividades ajenas al funcionamiento, la cortesía y el lenguaje dialoguista y negociador propios de la diplomacia y las relaciones internacionales–, significará una política de presión y fuerza desestabilizadoras que buscará horadar aún más la otrora política de contención defensiva de la cancillería mexicana y la Secretaría de la Defensa Nacional, y profundizar la dependencia.
Originario de Florida y con dominio fluido del español, Johnson no es un político. Tampoco un burócrata de escritorio y cocteles. Su pedigrí exuda un perfil injerencista sin tapujos, con énfasis en las operaciones estratégicas clandestinas y la guerra no convencional o irregular. Graduado como oficial de las Fuerzas Especiales (conocidas coloquialmente como boinas verdes) y con una maestría en inteligencia estratégica, en la década de 1990 fue enviado a los Balcanes como oficial militar superior a cargo de un equipo integrado por efectivos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y personal de la Unidad de Misiones Especiales para detener a personas acusadas de crímenes de guerra.
La mayor parte de su carrera militar estuvo asignado al área de responsabilidad del Comando Sur del Pentágono –hasta 1999 en la red de bases de Estados Unidos en la zona del canal de Panamá–, cuya jurisdicción abarca a todos los países de América Latina y el Caribe (con excepción de México), lo que le permitió adquirir un profundo entendimiento de la región. Como parte de sus funciones, en los años 80, fue asesor militar del ejército salvadoreño en la guerra de contrainsurgencia contra el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, periodo en el que los mandos castrenses locales, adoctrinados en la Escuela de las Américas (también llamada escuela de dictadores), cometieron numerosos crímenes de lesa humanidad contra civiles, en su mayoría campesinos e indígenas.
Johnson se retiró del Ejército de Estados Unidos como coronel en 1998 e ingresó a la Agencia Central de Inteligencia, donde durante más de 20 años participó en misiones operativas y de combate en todo el mundo en acciones ejecutadas por comandos de fuerzas especiales (contrainsurgencia, contraterrorismo, espionaje, tortura científica, asistencia humanitaria extranjera, rescate y recuperación de rehenes, guerra no convencional). Entre ellas, dirigió despliegues aéreos, terrestres y marítimos en las zonas de guerra de Afganistán e Irak, y estuvo a cargo de las operaciones de paracaidismo (espionaje) de la CIA. Entre 2013 y 2017 manejó la colaboración interagencial entre el Comando Sur y la CIA, el Departamento de Estado, la Oficina Federal de Investigaciones, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y otros.
La única experiencia diplomática de Johnson es como embajador en El Salvador entre 2019 y 2021 (durante el anterior mandato de Trump), periodo en el que el presidente derechista Nayib Bukele sentó las bases para un gobierno de corte dictatorial, represivo, con concentración del poder y recortes a la libertad de expresión. Allí, Johnson recibió de Bukele las dos condecoraciones más importantes de ese país: la Gran Orden de Francisco Morazán y la Gran Cruz de Plata.
Trump dijo que Johnson colaborará de manera estrecha con el secretario de Estado designado, Marco Rubio, un republicano ultraconservador que acusó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de haber entregado el control de México a los cárteles de la droga. De ser ratificado, una de las tareas de Johnson será, sin duda, tratar de echar atrás las regulaciones impuestas por López Obrador a la Ley de Seguridad Nacional, que desde diciembre de 2020 puso límites a las actividades encubiertas de agentes extranjeros (como los de la DEA, la FBI, la NSA, la DIA y la CIA), quienes desde entonces deben notificar al gobierno mexicano sobre sus operaciones en el territorio.
Sea por simple coincidencia o no, la asunción de Trump y la eventual llegada de Johnson al país embonarán con la capacitación de tropas de élite de la Secretaría de la Defensa Nacional (encargadas de operaciones encubiertas y de alto impacto propias de la guerra convencional y la guerra irregular) por instructores del séptimo grupo de fuerzas especiales del Comando Norte de Estados Unidos. Según un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, el entrenamiento se llevará a cabo en el Centro de Adiestramiento de Fuerzas Especiales que se localiza en Temamatla, estado de México (del 27 de enero al 23 de marzo de 2025), y en el Centro Nacional de Adiestramiento, ubicado en Santa Gertrudis, Chihuahua (del 24 al 27 de marzo de 2025).
Cabe recordar que el diputado republicano de Florida, Mike Waltz −también un ex coronel boina verde retirado y auxiliar antiterrorista del exvicepresidente Dick Cheney−, designado ahora por Trump asesor de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, tiene un interés especial en México: en 2023, junto con su colega Dan Crenshaw, de Texas, promovió ante el Congreso un proyecto de ley para autorizar el uso de fuerza militar contra los cárteles mexicanos, a los que calificaron como organizaciones criminales paramilitares trasnacionales, vieja fórmula para la intervención militar directa. En momentos de declive de la hegemonía imperial y de tránsito hacia el multipolarismo, y en la zaga de Joel Roberts Poinsett, Henry Lane Wilson y John D. Negroponte, ¿será el nuevo procónsul Johnson el instrumento para la intervención y el posterior alineamiento de México en la guerra de Estados Unidos contra China?