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2024: luces y sombras, con retos mayúsculos
E

l cierre de 2024 y las fiestas navideñas deben concitarnos a la reflexión universal sobre los muchos avances que ha tenido la humanidad, sobre todo desde que los seres humanos pudieron ampliar sus redes de comunicación a los cinco continentes, como describe puntualmente Yuval Noah Harari en su reciente publicación, Nexus, una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA. Pero también, como él mismo señala, es una época de grandes desafíos.

Lo más importante para las personas y las familias será siempre la salud, y es por eso una buena noticia que, por primera vez en este intenso y convulsionado 2024, con una herramienta de inteligencia artificial denominada MIA un equipo de médicos británicos haya podido identificar pequeños núcleos de cáncer de seno que habían pasado desa­percibidos durante la revisión física de los pacientes, con los medios convencionales y más avanzados con que hasta ahora se contaba.

En la neurociencia, que es la vertiente de la ciencia encargada del estudio del cerebro, en el año que está por fenecer los científicos lograron por primera vez crear el análisis más detallado del cerebro de un animal adulto. Se trata de un mapa completo que identifica la posición, la forma y las conexiones de cada una de las 130 mil neuronas y 50 millones de conexiones del cerebro de una mosca. Este avance, que pocos fuera de la neurociencia dimensionan, es un importante precedente que nos ayudará a entender el mecanismo de cómo pensamos y sentimos los seres humanos.

Como explica quien encabezó ese importante proyecto, el doctor Gregory Jefferis, se podrá por fin entender ahora cómo fluyen las señales a través del sistema que nos permite procesar la información para reconocer tu rostro, que te permite oír mi voz y convertir estas palabras en señales eléctricas.

En otra área de la ciencia, relativa al estudio del espacio, se comprobó por primera vez lo que antes sólo se sospechaba: en Marte hay agua suficiente hasta para formar océanos, como descubrieron investigadores después de estudiar los datos del módulo de aterrizaje Insight de la NASA, un explorador robótico que aterrizó en ese continente. Si bien es difícil acceder en un futuro inmediato a ese vital líquido, pues se encuentra a una profundidad de entre 11.5 y 20 kilómetros bajo tierra, abre la posibilidad de disponer de ella para todos los usos más adelante, ya con tecnologías de extracción más avanzadas.

Pero frente a las luces de los avances, por responsabilidad personal y ética colectiva no podemos pasar por alto los pasivos, los retos monumentales.

En primer lugar, como señaló el Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible de la ONU, en su reunión de mediados de año, 700 millones de personas, sobre todo en el sur del planeta, incluida América Latina, siguen viviendo con menos de 2.15 dólares al día, y hasta 783 millones siguen padeciendo hambre. Es un oprobio que no podemos tolerar. La lucha contra la pobreza debe ser una responsabilidad mundial, y hacia allí, y no para fabricar y suministrar armas, deben canalizarse las plusvalías de las naciones más desarrolladas, como expresó la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en la reunión del Grupo de los 20, el mes pasado.

Otro desafío es el calentamiento global: los últimos nueve años, incluido el que está terminando, han sido los más calurosos jamás registrados; y es que a pesar del progreso en las energías limpias, el crecimiento del uso de gas y petróleo contribuyó a que las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) derivadas de los combustibles fósiles aumentaran 0.8 por ciento este año respecto al pasado, según proyecciones del Global Carbon Budget 2024. De ahí la importancia de continuar con el esfuerzo de sustitución de fuentes de energía y de destinar cuando menos uno por ciento del gasto militar a reforestación, como señaló la propia Presidenta.

No podemos cerrar los ojos tampoco ante el hecho crudo de que, contra lo que prometía y vaticinaba el neoliberalismo, la desigualdad social sigue en aumento, invirtiendo las dos décadas de reducción que se registró antes de la pandemia de covid-19. Atendiendo a esa clasificación, Suiza, Noruega e Islandia ocupan los primeros puestos del Índice de Desarrollo Humano, mientras la mayoría de países del subcontinente latinoamericano están rezagados en esos indicadores sociales.

Finalmente, las guerras que no cesan, con un componente nuclear en potencia y que algunos pensaban eran cosa del pasado. Muchos frentes en Europa, Medio Oriente y en otros puntos en gestación, que es preciso cerrar, con espíritu altruista, realista y generoso.

Concatenado con la pobreza y la desi­gualdad, la migración hacia los polos de desarrollo no sólo se mantiene, sino se intensificó este año, tanto de África hacia Europa como del sur del continente hacia Estados Unidos y Canadá. Los flujos migratorios seguirán mientras se mantengan las disparidades y asimetrías en los ritmos de desarrollo, como hemos expuesto en este espacio de reflexión. Pero es un fenómeno de responsabilidad compartida que habrá que enfrentar con apego a los derechos humanos.

En suma, celebremos los avances de la humanidad en ciencia y tecnología en este 2024, pero no dejemos de señalar, y de encarar, los grandes desafíos en materia de pobreza, desigualdad y cambio climático.

Mis mejores deseos de paz, armonía y felicidad para usted y su familia, en estos momentos de rencuentro y fraternidad universal.