a desazón entre quienes consideraron que el Partido Demócrata tenía asegurada la presidencia de Estados Unidos ha sido grande, pero lo que es aún más grave: han caído en una profunda depresión y de esa manera parece que abandonarán la perspectiva de recuperar en dos años el control del Congreso y con ello el control parcial del gobierno.
En su desilusión no toman en consideración las rupturas que en el interior de los dos cuerpos legislativos (Senado y Casa de Representantes) pudieran ocurrir debido a la forma desbocada en que Trump ha decidido cambiar profundamente la estructura del gobierno, y muchas de las funciones que realiza.
Sin ir más lejos, ya ocurrió la primera confrontación en el seno del Partido Republicano. La aprobación del paquete de gastos y el incremento en el techo de la deuda fue el primer desacuerdo entre Trump y un grupo de legisladores republicanos. Por un lado, Trump exigió ampliar el gasto en algunas partidas del presupuesto, para lo que sería necesario incrementar el techo de la deuda. Por el otro, el grupo más ortodoxo de los legisladores de este grupo político, acorde con su ideología, se negaron a gastar más de acuerdo con lo propuesto por Trump. Después del zipizape entre los republicanos y Trump, el líder republicano logró un acuerdo apoyado con los votos de los demócratas. En última instancia, con el acuerdo se evitó el cierre del gobierno que hubiera ocurrido a costa del gobierno de Joe Biden y los legisladores demócratas, que era el objeto de Trump. El resultado fue que el sector más conservador de los legisladores republicanos perdió en su propósito coartar el aumento del gasto y el techo de la deuda, lo que no los dejó muy contentos. Prometieron que en una próxima ronda evitarán a toda costa que el gasto aumente, incluso a contracorriente de los deseos de Trump.
En este juego de ajedrez, quedó claro para una gran parte del electorado, que en las negociaciones para aprobar el presupuesto la intervención de Elon Musk fue decisiva. El hombre más rico del planeta invirtió 225 millones de dólares en la campaña de Trump y su inversión empieza a dar frutos. Es ahora una pieza clave en las decisiones del futuro gobierno. En términos prácticos, ha establecido de facto un cogobierno con el presidente electo, quien ha ignorado en sus decisiones a quienes supuestamente debieran participar en el gobierno, entre ellos el vicepresidente electo J. D. Vance. A juicio de no pocos observadores es insólito que desde ahora, exista la posibilidad de que Musk cogobierne con Trump. El 53 por ciento de los votantes desaprueban el rol que alguien que no fue electo empiece a jugar en el gobierno de Estados Unidos (Quinnipiac Poll, 12 de diciembre). Dos cuestiones quedan pendientes, la primera: hasta cuándo Donald Trump podrá controlar en el Congreso a un puñado de legisladores de su propio partido, que ven con desconfianza algunas de las decisiones de Trump que pudieran ser costosas en su propósito de relegirse en dos años; la segunda, cuánto durará la luna de miel entre dos personajes cuya mercurial personalidad pudiese entrar en colisión en cualquier momento.
Éste es el contexto en el que el Partido Demócrata debiera superar el tropiezo que sufrió en noviembre de este año, y diseñe la forma de recuperar la confianza de millones de electores que ven con asombro y desconfianza la forma en que los republicanos han abrazado a un personaje cuyo ideario político es él y solamente él.