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Formación de estudiantes autónomos en la UNAM
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oan Coromines, en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, señala los dos componentes de la palabra autónomo: autós= propia, misma, y nómos= ley. Grosso modo, podría decirse que un estudiante es autónomo cuando obra, actúa o se conduce siguiendo dictados propios. Sin embargo, hay que tejer fino. Lo autónomo y la autonomía, como todo en la vida, son relativos, no tienen una aplicación absoluta. Luego, entonces, la conducción autónoma del estudiantado en la vida escolar está acotada por situaciones diversas (biológicas, sicológicas, históricas, éticas y sociales, entre otras). He de decir, de una buena vez, que, si un educador se ocupó por formar estudiantes realmente autónomos, ese fue Célestin Freinet; y, aunque parezca extraño, no solía utilizar la palabra autónomos para explicar su proceder y resultados en la sala de clase.

Los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), incluidos los de bachillerato, tienen, antes que nada, una naturaleza humana que los faculta para obrar autónomamente. Sí, por propia naturaleza, el estudiantado está llamado a ser autónomo al razonar y orientar su proceder, actuando con total libertad y absoluta responsabilidad; pensando siempre en las demás personas, sin descuidar la propia. El estudiantado, además, también por naturaleza, requiere muestras de que es aceptado y respetado en la vida escolar, tanto por sus compañeras y compañeros como por el profesorado. En reciprocidad, debe comprometerse a aceptarse y respetarse, a aceptar y respetar a los demás. Conforme a su naturaleza, y eso también es determinante en el desempeño autónomo, el estudiantado necesita saberse exitoso en la realización de sus propósitos. Requiere, además, también por naturaleza, fomentar su autoestima, valorarse y quererse; a la vez que comportarse con humildad, con espíritu sencillo. Necesita, por supuesto, conocer las necesidades e intereses propios y los de sus compañeras y compañeros, dialogar con todos, llegar a acuerdos grupales tomados democráticamente en asamblea. La cooperación generosa entre el estudiantado es otra exigencia marcada por la naturaleza humana para favorecer la vida autónoma.

Por si lo anterior fuera poco para alcanzar el proceder autónomo, el estudiantado requiere desempeñar en la escuela, cada día, un trabajo digno, interesante, desafiante, intenso y gozoso; un trabajo inacabado y diferente, acompañado siempre por el pensamiento crítico y por la búsqueda incansable, o tanteo experimental, como Freinet llama a esta última. Sí, por supuesto, la alegría, la felicidad y el amor, crecientes, que han de estar cristalizados en el desempeño autónomo, son condiciones inherentes a la naturaleza humana del estudiantado. Tener comodidad, igualdad y seguridad en el aula son otras de las condiciones de la naturaleza humana para avanzar en el fortalecimiento autónomo del estudiantado.

Freinet, con el buen sentido que le caracteriza, explica que la naturaleza humana, tan referida en estas rayas, es la más segura de las educadoras, y por eso apela a ella, dice que hay que seguirla, escucharla con atención. La naturaleza humana llama urgentemente, no nada más al estudiantado, sino también al profesorado y los directivos de la UNAM, a ocuparnos seriamente en facilitar el comportamiento autónomo del estudiantado, y de paso, ¿por qué no?, a revisar el medio universitario para adecuarlo a que el profesorado también ejerza una actuación que, en lo sucesivo, sea genuinamente autónoma. Los trabajadores y sus líderes sindicales no deberán quedar exentos de participar, en la medida de las posibilidades, del proceder autónomo. Considero, además, que la clase gobernante de la UNAM muy bien podría ser sensible y asumir con sensatez, como propia, la tarea del proceder autónomo, al lado del estudiantado, el profesorado y los trabajadores.

Imagine el amable lector lo que significaría un bachillerato universitario, plagado de estudiantes que en su desempeño se conduzcan de manera autónoma; actuación aderezada con cooperación, confianza, comodidad, éxito, libertad, responsabilidad, igualdad, aceptación, respeto, alegría, seguridad, autoestima, sencillez, diálogo, democracia, pensamiento crítico, trabajo digno, diverso, desafiante y gozoso, buen sentido y tanteo experimental, como principales ingredientes. Imagine lo fortalecidas que resultarían las licenciaturas y posgrados de la UNAM al recibir en sus aulas bachilleres autónomos en toda la extensión de la palabra. Imagine la riqueza de los textos libres escritos por el estudiantado en torno a su desempeño autónomo en la UNAM. ¡Una chulada!

Llegará algún día, no pierdo la esperanza, en que estudiantes, profesorado, trabajadores y directivos de la UNAM, todos autónomos en plenitud, podamos reflexionar con conocimiento de causa sobre los alcances de la llamada autonomía universitaria; cuyo significado gelatinoso, desde que surgió en 1929, no se ha podido precisar, siendo que es muy urgente redimensionar sus alcances y pertinencia. Reflexión y discusión que no nos pertenece en exclusiva a los universitarios, y de la que deberán participar los gobernantes y los sectores sociales, que así lo decidan, especialmente los más desfavorecidos.

Me viene a la memoria la primera sección del periódico Excélsior del 8 de julio de 1977. En sus páginas, el rector Guillermo Soberón Acevedo defendió su decisión de solicitar la invasión policiaca a la Ciudad Universitaria; justificada –decía él– por la violación a la autonomía universitaria ocasionada por la huelga de los profesores unidos a los trabajadores; por otro lado, en las mismas páginas, los sindicalistas denunciaban la violación de la autonomía universitaria por la intransigente decisión del rector. Y así, en lo sucesivo, la desorientación sobre el tema, hasta la fecha. De ese tamaño es la confusión que prevalece sobre la autonomía universitaria.

¡Elevemos la mirada de la educación!

* Profesor en la UNAM