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Visiones y convicciones en el Banco de México
L

a intervención de un funcionario del Banco de México en el consejo directivo del CIDE señalando que sólo los egresados de universidades anglosajonas mejoran la plantilla docente de una institución pública de educación superior que enseña economía ha causado conmoción. Para este señor, quienes egresan de instituciones públicas y privadas mexicanas no aportan. Nuestro periódico en su editorial del 15 de diciembre pasado habló de que había que descolonizar las instituciones, porque hace dudar sobre la formación que el BdeM ofrece a los profesionales que se trabajan del sistema financiero mexicano. Tiene razón La Jornada, pero es mucho más preocupante esta postura porque confirma que las decisiones en materia monetaria del banco central están también colonizadas y esto afecta la economía del país y de cada familia.

Los bancos centrales del mundo fueron incorporados al programa económico neoliberal a partir de las reformas a sus ordenamientos jurídicos. En el caso del BdeM esto ocurrió en 1993, en los tiempos del salinato. Se modificó su Ley Orgánica, concediéndole autonomía y un mandato específico para procurar la estabilidad de precios. Los salinistas neoliberales establecieron que el banco central actuara como contrapeso de las decisiones en materia fiscal del Ejecutivo. Así, el BdeM se convirtió en una pieza de resistencia contra políticas expansivas, ya sea con fines contracíclicos o redistributivos. Al cumplimiento de estas funciones los neoliberales le llamaron el consenso monetario.

Para cumplir cabalmente con esta función era necesario que quienes dirigían y operaban las decisiones estuvieran en línea con el planteo monetario neoliberal. Los bancos centrales, incluido el mexicano, en el consenso monetario se limitaron a establecer la política monetaria, dejando sus anteriores funciones en relación con la política fiscal. Se diseñó una política monetaria, inscrita indisolublemente con la visión neoliberal de la economía y de la política económica, que se limita a actuar sobre la base monetaria, establece las tasas de interés de referencia y realiza operaciones de mercado abierto en el mercado de dinero y de cambios.

Estas funciones se conciben en un marco teórico específico: el de la corriente económica dominante, es decir, el neoliberal. Esta visión teórica establece que la inflación ocurre por incrementos en la demanda provocados por decisiones de política fiscal. Eso explica la política monetaria consistente en elevar la tasa de interés para contener el incremento de precios. En el reciente ciclo inflacionario mundial, en el que quienes encabezan la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) reconocieron que las razones del incremento de precios luego de la pandemia eran complejas y que sus decisiones se estaban tomando como si navegaran con base en la posición de las estrellas, pero resultaba que el cielo estaba nublado. Según ellos, no había referencias teóricas para actuar en una situación inédita.

Tanto Lagarde como Powell, gobernadores del BCE y la Fed, fueron claros en que aumentar la tasa de interés no necesariamente era correcto, pero lo hacían porque suponían que había que endurecer la política monetaria mostrando a los actores en el mercado que sus bancos centrales estaban ocupados en detener el brote inflacionario. El brote se detuvo cuando las restricciones del lado de la oferta provocadas por la pandemia se fueron corrigiendo, no por las decisiones de política monetaria de esos bancos centrales. En realidad, al actuar de esa manera acudieron a los textos en los que habían aprendido teoría y política monetarias. Esto, por cierto, lo aprendieron en las escuelas de economía en las que se formaron. Escuelas en las que solamente se enseña la teoría económica dominante y en las que enseñar a Keynes y a los poskeynesianos está contraindicado.

Estas escuelas son las de las universidades anglosajonas que le gustan al gerente de asuntos monetarios del Banco de México, que son en las que se han formado muchos de sus funcionarios, pero no los miembros de su junta directiva. La gobernadora Victoria Rodríguez Ceja estudió en el Tec de Monterrey y en El Colmex, la subgobernadora Galia Borja Gómez estudió la licenciatura en Matemáticas en la UNAM, una maestría también en matemáticas en la State University of New York y otra maestría en economía en el ITESM, la subgobernadora Irene Espinosa Cantellano estudió licenciatura y maestría en el ITESM; el subgobernador Omar Mejía Castelazo, la licenciatura en economía en la UNAM. La excepción es Jonathan Heath, quien estudió en la Anáhuac y luego el posgrado en la Universidad de Pennsylvania.

Esta formación en escuelas mexicanas, sin embargo, no ha llevado a cuestionar el marco teórico con el que toman las decisiones de política monetaria. La junta directiva del Banco de México, en la que cuatro de sus cinco miembros fueron propuestos por AMLO y ratificados por un Senado con mayoría de Morena, egresados de universidades mexicanas, siguen actuando con base en la teoría monetaria neoliberal. Como dijera hace mucho Keynes: lo difícil no está en las nuevas ideas, sino en escapar de las viejas ideas. Esas viejas ideas conducen la política monetaria y nos afectan a todos. Así que superar el neoliberalismo en el banco central sigue siendo urgente.