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Herencia democrática del 68 de Claudia Sheinbaum es indisputable (carta a Gilberto Guevara Niebla)
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e escuché, Gilberto, en una mesa que Aguilar Camín organizó sobre la herencia del 68 en la FIL de Guadalajara. En el contexto del segundo piso de la 4T, tu ajuste de cuentas me urgió a escribirte, pues fuera de toda realidad histórica, le quitas a Claudia Sheinbaum y al movimiento que hoy lidera su innegable herencia sesentayochera.

Dijiste que los estudiantes que iniciaron el movimiento no tenían conciencia política. No entiendo el concepto, pero deduzco que te referías a su falta de formación en teoría política, pues ahí apuntaste que no habían leído a Marx o Mao. Añadiste que peleaban poder llevar el pelo largo, vestirse inusualmente, escuchar rock, sin ser criminalizados. Lo mencionaste como caprichos, Gilberto, pero eran demandas políticas; la estetización y disfrute de los cuerpos históricamente han sido motivo de discriminación, opresión y aniquilamiento. Insististe en que el 68 no fue un movimiento comunista orquestado y que comenzó espontáneamente por la intervención del cuerpo de granaderos en una querella entre estudiantes de la UNAM y el Politécnico. Implicabas así que los estudiantes no tenían agencia política. Sin embargo, esa agencia que refieres y que podemos deducir que en un principio quienes protestaban por la desproporcionada actuación de las fuerzas policiacas no tenían esa agencia, Gilberto, el Estado se las otorgó inmediatamente en el contexto internacional de la guerra fría. Fue el Estado quien primero los identificó como agentes políticos peligrosos, quien al intervenir los reconoció como un grupo político que comprometía la imagen de estabilidad nacional del gobierno de Díaz Ordaz en el contexto de las olimpiadas y quien decidió no leer el enfrentamiento como de dos grupos de adolescentes transgresores a quienes sólo sus directores y padres debieron sancionar. La agencia política, Gilberto, no es producto de la voluntad de acción, sino el efecto complejo de cómo se reconozca al sujeto singular o colectivo en la esfera pública.

Coincido en que las luchas armadas de los 70 fueron uno de los legados del 68, pero las luchas democráticas de izquierda, también. A la gestación de las luchas armadas habría que agregar la represión del Estado, el injusto encarcelamiento de muchos de sus miembros, tú y mi padre (Salvador Martínez Della Rocca, El Pino) entre ellos, la masacre de Tlatelolco y la represión del 71. Habría que discutir también si esas violentas luchas armadas, no lo fueron en defensa propia. Es siempre perverso cómo se decide quién tiene derecho a la violencia en defensa propia y quién no (por ejemplo, para muchos, el pueblo palestino no lo tiene, mientras que Israel sí). El 10 de junio, la movilización social ante la ineficiencia del gobierno en el sismo de 1985, el movimiento estudiantil del CEU de 1987-88, el cardenismo y fundación del entonces partido de izquierda PRD, la presión ciudadana por la creación del IFE después del fraude de 1988, las movilizaciones contra el desafuero de López Obrador y las elecciones de 2006, todas fueron protestas y demandas democráticas herencia del 68. Numerosas son las acciones que alrededor de 36 millones le reconocimos a la 4T en 2024, pero yo particularmente les agradezco a sus principales líderes, Obrador y Sheinbaum, su insistencia en la transformación de México por la vía democrática. Esa vía democrática como posibilidad en México sin duda la ganó el 68.

Penoso fue que tú y Aguilar Camín cuestionaran la cualidad de democrático del movimiento de la 4T y de la herencia sesentayochera de Sheinbaum. Ambas cuestiones indisputables. El primero es un delirio típico de movimientos de ultraderecha que inventan realidades para despertar pasiones tanáticas (la conspiración judía internacional del nazismo, los mexicanos inmigrantes de Trump que comen mascotas, las mujeres trans que en el aturdimiento síquico de conservadores violan niñas en los baños). Es delirante que reconozcan como legítimas las elecciones de 2024 en las que el plan C ganó con avasallador margen y que la derecha lo experimente como totalitario. Pareciera que le exigen al triunfador que arme su propia oposición, la que ustedes no supieron articular. Es hilarante que estando indiscutiblemente garantizado el espacio democrático para que la oposición milite institucionalmente, la derecha perciba su merecida minoría en las cámaras como opresión. Mi diagnóstico: 1. La derecha en México no está acostumbrada a militar sus demandas políticas, y 2. Cualquier mínimo movimiento hacia la equidad, los antes privilegiados demencialmente lo experimentan como despojo.

La herencia política de Claudia lleva un ejercicio de investigación histórica simple que reconstruya su trayectoria. Nuestra Presidenta creció en el seno de un grupo político de izquierda comprometido con la transformación democrática de México, con un proyecto de equidad económica y de justicia social. Ha dado testimonio de cómo la experiencia de la participación en el 68 de su madre, la doctora Annie Pardo, muy cerca de Raúl Álvarez, de ti, de Fernanda Campa, de El Pino, Pablo Gómez, Montserrat Gispert, Eduardo Valle, Roberto Escudero, Félix H. Gamundi, entre otros y otras, y de visitar a los presos políticos en Lecumberri le marcó una impronta imperativa de lucha y resistencia política democrática. Ese mismo grupo fundó Punto Crítico, donde Claudia se integró como una joven desde entonces convencida de que el activismo político era la vía para la transformación de México. Vino luego su liderazgo en el CEU, donde integrantes de Punto Crítico, como la misma Annie, El Pino, Rosaura Ruiz (ahora en su gabinete) y otros profesores de la UNAM que habían participado en el 68, como Manuel Peimbert, Montserrat Gispert, Elvira Concheiro movilizaron la UNAM para defender la educación pública y gratuita. Luego formó parte sustancial del cardenismo y protagónica del obradorismo con ese mismo grupo cuya trayectoria política linealmente comienza en el 68. Evidente es, Gilberto, la trayectoria democrática por la que Claudia Sheinbaum conquistó la Presidencia.

Gilberto, yo escuché a un Ulises, un héroe que desconoce su historia y su legado. Ojalá que, como Ulises se descubre en la narración de Demódoco, en estas líneas reconozcas y te reconozcas en la herencia indisputable de lucha democrática del segundo piso de la 4T que el 68 inauguró. La libertad de expresión, reunión y manifestación es un derecho constitucional y político que indudablemente ustedes ganaron. Aunque finalmente, para bien y para mal, las consecuencias de nuestros actos no nos pertenecen.