Opinión
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Apuntes postsoviéticos

Golpe sensible

E

l derrumbe del régimen de Bashar al Assad en Siria, que prolongó su agonía desde 2015 por el apoyo militar que le dio el gobierno deRusia, es para el Kremlin un sensible golpe a su reputación. Porque, enfrascado en un guerra que insiste en llamar operación militar especial en Ucrania, no movió un dedo para evitar la derrota de un aliado estratégico suyo. Y al anteponer el pragmatismo al decoro, ahora trata de llegar a un acuerdo con quienes defenestraron a su protegido en un desesperado intento de mantener el aeródromo militar y la base naval que instaló el ejército ruso en la provincia siria de Latakia, en la costa del mar Mediterráneo.

Esto explica el tan repentino como sorprendente cambio de lenguaje en la televisión pública rusa, el principal instrumento de propaganda del Kremlin, que al comienzo de la ofensiva de los enemigos de Al Assad seguía informando que “la aviación rusa bombardea con éxito las posiciones de grupos terroristas que desafían el gobierno legítimo…” y, desde que cayó la ciudad de Alepo, tras callar las bajas de militares rusos y las armas que le capturaron, empezó a modificar el tono conforme a un nuevo guion.

Los terroristas de pronto se volvieron oposición armada y rebeldes moderados, mientras los generales del ejército sirio traicionaron a su pueblo, los militares rusos no tenían ninguna obligación de combatir en lugar de esos cobardes ineptos y el gobernante derrocado decidió ceder el poder de modo voluntario.

Dentro de su fracaso personal, Al Assad tuvo mejor suerte que su colega en desgracia Viktor Yanukovich, ex presidente de Ucrania que en 2014 huyó del país y el presidente Vladimir Putin también le otorgó asilo político por razones humanitarias, pero tras ser llamado traidor del pueblo ucranio por la televisión rusa desapareció de la vida pública.

La familia de Al Assad, acaso anticipando su futuro, no va a pasar hambre: hace años adquirió 19 departamentos de lujo en uno de los rascacielos del centro de negocios de Moscú y no salió de Damasco con las manos vacías.

Pero para el Kremlin Al Assad ya es historia y negocia con las nuevas autoridades en Siria.

Igual que empezó a hacerlo desde hace tiempo con el gobierno talibán en Afganistán, tratando de convencer a los rusos de que no son terroristas como sus voceros solían decir.