Dictadura sobre las necesidades. La visión de György Márkus sobre el socialismo realmente existente, IX. La función-objetivo de la economía
s relevante que Marx haya aplicado el concepto de interés de modo sistemático sólo al capitalismo (CPL), donde los requerimientos institucionales del sistema (la lógica de maximización de la ganancia del capital) aparecen como los principios (libres de valor) de la racionalidad en general, cuya violación hace la actividad (AV) económicamente no exitosa, debido primariamente al cuasiautónomo funcionamiento del mercado. Al hablar sobre sociedades precapitalistas, Marx identificó diferentes objetivos de la producción, para distinguir sus modos de reproducción y funcionamiento. No se refería a motivos sicológicos individuales, sino a las funciones-objetivo de la economía. Cada tipo de economía (cada formación económica) define a su manera –a través del sistema total de relaciones sociales– qué constituyen costos y qué resultados útiles y postula, por tanto, un principio de maximización, no necesariamente calculable, que gobierna la reproducción social. Es nuestra tesis, continúa GM, que las irracionalidades económicas bien conocidas de los países socialistas de Europa Oriental (PSEO) son consecuencias del hecho de que la función-objetivo (FO) en ellas prevaleciente es la maximización del volumen de medios materiales, como valores de uso (VU) a disposición del aparato de poder. Éste es el contenido real del interés general. Aquí no cuentan como gastos los no disponibles para el aparato: costos humanos, costos económicos individuales y comunales, aunque puedan actuar como factores limitantes. Y la utilidad total del producto se gradúa de acuerdo con su propensión a quedar bajo el control del mismo aparato. Son, por tanto, racionales las decisiones que resultan en el incremento máximo de la cantidad del excedente bajo su control. Entre dos inversiones productivas con la misma tasa de rendimiento del capital (sic), el sistema preferiría el que extiende el mercado de inversión y no el de consumo. Esta FO impone una lógica de funcionamiento distinta que la de la ganancia, la cual presupone la homogenización de todos los recursos objetivados monopolizables y todos los productos, al margen de su ubicación institucional y de su posible uso. Desde el punto de vista de esta racionalidad económica pura, los países de Europa oriental (PSEO) son extraña y notablemente inefectivos y hacen elecciones económicas derrochadoras. Lo que está amenazado no son los principios de un socialismo inexistente, sino la dominación irrestricta del aparato, su habilidad para funcionar como el único representante del interés general, para que pueda seguir tomando decisiones que influyan la vida de toda la población, sin consultarla. Si la maximización de los recursos bajo control total del aparato constituye la FO de los PSEO, que circunscribe la dirección de su desarrollo al delimitar las opciones racionales disponibles, entonces los medios de producción nacionalizados en estas sociedades son propiedad corporativa del aparato, en oposición a la propiedad colectiva o de grupo de algunos o todos los miembros individuales de este aparato de poder. Los miembros del aparato sólo tienen un poder sobre el trabajo ajeno como poder de disposición al cual no es posible reducir las relaciones de propiedad (RP) como algo que incluye el poder social para apropiarse los productos del trabajo ajeno; sólo actúan como fiduciarios, como representantes de los intereses institucionales, como entidad corporativa.
Tal concepto de propiedad institucional difícilmente encaja en el esquema marxiano al respecto, aunque entidades corporativas como propietarios sui generis son bien conocidas en la historia económica. Aquí el término ‘corporativo’ se utiliza en un sentido cercano al concepto weberiano de Anstalt, que significa una asociación que no se origina en, y no se puede disolver mediante, el acto legal voluntario de sus miembros. A través del funcionamiento del aparato de poder, en los PSEO se realiza un tipo específico de crecimiento económico no capitalista. Si bien no tiene nada que ver con el objetivo de satisfacción de N, ni de maximizar los rendimientos del capital, lleva a cabo una expansión constante de medios materiales como valores de uso (VU) bajo la disposición del aparato, recreando los fundamentos materiales del monopolio que le permite controlar todas las relaciones de interacción y cooperación en la sociedad. GM retoma la política agrícola en Hungría que favoreció a las empresas estatales y no a las cooperativas que tienen una eficacia productiva mucho más alta. Entre las cooperativas las de mayor tamaño reciben más subsidios a pesar de que su productividad es menor. Hay una constante presión para reducir el uso, en las cooperativas, de los lotes familiares que proveen, muy por arriba de la proporción de tierra que ocupan, 40 por ciento del valor neto producido en ellas. El resultado ha sido el descenso de la tierra cultivada. Estas políticas sin sentido económico, son consistentes con el criterio de aumentar el poder del Estado, de retener el control de los medios invertidos. Por eso se da preferencia a las cooperativas más grandes donde la participación de los miembros es sólo una formalidad. Al maximizar, mediante su política los medios bajo su control, el aparato hace imposible la existencia de ningún poder externo a él que pudiera restringir su dominio. Lo que está fuera de su dominio no cuenta como elemento de la riqueza nacional, sino como una amenaza hacia ella que, a diferencia de la del renacimiento del capitalismo, sí es real. Relata GM la lucha económica contra el sector agrícola en Hungría como ejemplo de la realidad de esta amenaza para caracterizar en detalle el dominio de la política sobre la economía en los PSEO. Este dominio significa que las relaciones económicas son constituidas por el aparato del poder, que tiene carácter político, y que la función-objetivo de la economía sólo puede ser articulada en términos de una forma social de dominio que no se restringe a lo económico, sino que abarca todas las formas sociales de interacción. Esto no significa que la cima del poder tenga un poder arbitrario para determinar la dirección del desarrollo económico, pues la estructura económica institucional constituida, impone su principio de selectividad y su propia lógica sobre el desarrollo. En este sentido, la espontaneidad de la economía no es superada en los PSEO, que funciona a través de un proceso de toma de decisiones políticas que tienen la forma de órdenes del plan-central. Esta función-objetivo de la economía (maximización de medios materiales bajo el control del aparato) no constituye un principio suficiente de efectividad económica, pues no específica la manera de comparar de manera homogénea recursos y productos materialmente diversos. Los PSEO no han podido crear canales sociales a través de los que las consideraciones sociales sobre la utilidad social en el sentido de satisfacción de N, pudieran articularse con los requerimientos técnico-económicos. Pero no han generado criterio/mecanismo alguno capaz de dar nuevas direcciones al desarrollo técnico. Ésta es la clave de su esterilidad histórica.